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Los golpes en su rostro dolían, al igual que los de su estómago

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Los golpes en su rostro dolían, al igual que los de su estómago. Pero ellos no se detenían, la tenían en el suelo suplicando piedad, con el último de sus alientos y no se detenían...

Trataba de protegerse; subía sus rodillas y abrazaba con sus brazos su cabeza. No funcionaba.

De pronto, sintió cómo alguien la tomaba bruscamente; halando con gran fuerza de ambos brazos tratando de descubrir su rostro y arrastrándola por todo el pavimento. Cadence contuvo su aliento, esperando lo peor.

-Viniste por más, ¿eh?- El frío aliento de Macy se impregnó en sus fosas nasales. -¿Acaso no te queda claro?, ¡Eres una maldita pervertida!, no te basta con todas las palizas... ¡Sigues espiando en el vestidor de las chicas!-
La chica de ojos azules la miró con furia, mientras una sonrisa torcida se formaba en su rostro.

Falso. Todo lo que podía pensar era en lo falsa que era aquella acusación.
Lágrimas quemaban las mejillas de la pelirroja, pues sabía lo que esa mirada significaba.

-¿¡Cuántas veces tenemos que corregirte!?, ¿¡cuántas veces tendremos que hacer ésto contigo, maldita pervertida!?- Dijo torciendo su muñeca, provocando que soltara un agudo grito de dolor.

El primer golpe lo dió Alex; justo en su nariz. El segundo, Matt; quién sólo se limitó a presionar sus dedos con su zapato. Pero el peor... El peor de todos fue Kean.

-¡Abominación!- Gritó dirigiendo su pierna hacia su estómago, repitiendo su movimiento una y otra vez. -¡Pervertida!- Otro golpe más fuerte.

Escuchó risas. Y entonces todo se volvió borroso; los sonidos eran más lentos y el dolor cada vez más insoportable. Sin embargo, se vió obligada a tratar de mantenerse consciente. Nadie le ayudaría en caso de que se desmayara, incluso corría el riesgo de que algo malo -peor- pudiera sucederle.

"Falta poco" pensó "Ellos se irán y entonces... Entonces podre levantarme"

No supo cuanto tiempo había pasado, pero de algo sí estaba segura... Ellos se habían ido. Lo dedujo al sentir como la presión sobre su pecho de la rodilla de Macy fue retirada. No trató de levantarse al instante, no era idiota, sabía que si ellos se enteraban podrían regresar. Un par de minutos después, Cadence hizo el intento de ponerse de pie, pero no lo logró; de inmediato el esfuerzo se transformó en agonía y ella yacía en el suelo, incapaz de moverse. Sus rodillas estaban demasiado lastimadas, las heridas de días anteriores y los golpes recibidos no eran de ayuda.

Pero ella no podía tan solo quedarse ahí acostada. Tenía que levantarse y llegar a su casa. Ideó un plan y de una u otra forma consiguió apoyarse en el suelo; tuvo que ser rápida, sus manos hinchadas no soportaban mucho.

Contuvo el aliento y se paró. El quejido fue notablemente grave y la dificultad que mostraba la chica de ojos grisaseos era notoria, sin embargo ninguno de los transeúntes se detenía a ofrecerle su ayuda, tan solo se limitaban a ver y, algunos, a gritarle palabras obscenas.

-"¡Pervertida!"- Le escuchó a lo lejos decir al viejo mecánico.

Posó sus manos alrededor de su estómago y siguió caminando. Quedaba poco para llegar a su casa y ahí, poder curarse. Su recorrido fue lento; tardó una eternidad en llegar, pero finalmente, lo hizo.

"Ésta vez me llevaron muy lejos" pensó.

Se detuvo al llegar a aquella desgastada puerta azul, sacó las llaves de su mochila y abrió.

-Te has tardado mucho- Hostigó su madre con una mano en la cintura, viéndola directamente a los ojos; haciendo un escrutinio rápido.

-Mamá ahora no, n-necesito subir-
Habló atropelladamente Cadence. Entrando al lugar y proponiéndose subir las escaleras.

Pero la alta e imponente señora de cabello rubio lo impidió. -Tú no vas a ninguna parte- Ordenó. -Te quedarás aquí y me ayudarás a limpiar la casa-

Cadence la miró. Sabía que discutir con su madre, Ana, sería algo malo. Pese a ésto, la pelirroja hizo un último intento: -Por f-favor, S-sólo quiero subir- Dijo mientras intentaba contener sus lágrimas. Ella odiaba verla llorar.

-¿Qué mierda piensas hacer allá arriba?, ¿ver las porquerías de revistas que le robas a tú padre?- Cuestionó. -¡Por tú culpa somos el hazme reír de todo el pueblo!- Su madre gritó. -Y todo porqué, ¿eh?, ¡porque nuestra maldita hija es una sucia pervertida!- Terminó por sentenciar.

En ese momento la chica de orbes grises no pudo más, subió las escaleras rápidamente ignorando los gritos de su madre y el dolor que sentía en sus cosillas cada vez que subía un peldaño. Ya en el piso de arriba, corrió hacia su cuarto y ahí se encerró.

Gritó. Gritó desde lo más profundo de su ser. Gritó por ser quien era. Golpeó su cara con sus puños en repetidas ocasiones. Se golpeó por estúpida, por sucia, por pervertida...

Cayó al suelo mientras lloraba.
Cayó al suelo mientras su vista se nublaba.

Y fue ahí que que la noche llegó. Fue ahí que durmió. Fue ahí en donde realmente deseo que todo cambiará.

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