Últimamente todo ha perdido su brillo, hasta el punto de no diferenciar la noche y el día.
Y es que lo que más temía, lo que a toda costa evitaba ha dejado de ser una pesadilla para convertirse en real.
La rutina se ha transformado en la fuerza que guía mi vida, extorsionandola, ahogándola en una densa y oscura monotonía como si de una neblizna se tratase, pesada, espesa. Resulta imposible escapar de ella, notas como te absorve, como se aferra a tus clavículas, convirtiéndose en una carga que empuja tu ahora inerte cuerpo hacia el gélido suelo.
He estado mucho tiempo sumergida, todo ha quedado alterado, la felicidad, la tristeza... Mis sonrisas fueron forzadas, resonaban en mi cabeza y ni siquiera eran reconocidas como mías. Incluso mis lágrimas estuvieron bajo esa presión, quizás, fueran las mas afectadas. Reprimiéndolas en numerosas ocasiones, dañandome así por dentro, rasgando mi corazón sin apenas empeño.
Y ahora ,al parecer, veo la luz. Y ahora tengo miedo, mucho miedo.
Siento pánico al pensar que dentro de unos días volveré bajo su dominio. Pero aterroriza más pensar que nunca la he dejado, que jamás seré libre de esas cadenas que me mantienen presa, que difuminan mis vivencias y emociones, que me alejan de mis metas y persecuciones.
Qué hacer cuando no sabes quién eres, si ni siquiera eres el amo tu propia vida.