Capítulo 1 "sueños dulces, sueños"

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"A veces el dolor de una pesadilla puede ser mayor que un golpe"

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"A veces el dolor de una pesadilla puede ser mayor que un golpe"

anónimo

Mis ojos arden, mí vista es nublada por el sol que me da directamente en la cara, estoy en el suelo de rodillas; mis mejillas duelen, siento sangre escurrir de mis labios, oigo que me hablan...Pero es cómo sí mí cerebro no logrará conectar los sonidos, como si estuviera anestesiada.

Oigo que me siguen hablando, antes de siquiera entender lo que me dicen me golpean directo en las costillas, me retuerzo, y me volteo haciendo que mí rostro quedé en el suelo, mis labios gracias a ello tragan polvo, todo mí cuerpo se llena del polvo, pese a el dolor y que siento como sí cada uno de mis huesos estuvieran rotos, me intento levantar.

Primero me coloco de rodillas mis huesos rechinan, luego me impulso hacia arriba, veo al hombre que tengo enfrente es alto, musculoso, de piel blanca, no normal sino un tono mortecino, sin vida, tiene una mirada que me dan ganas de vomitar, a su lado una chica; ella esta de rodillas tiene la cabeza agachada, llorando por la forma en que su cuerpo emite espasmos, creo que es mayor que yo; parece entre 15 o 16 años, ella levanta la mirada y sus ojos se conectan con los míos, los de ella verdosos y los míos azules siento que me habla con la mirada, más bien me suplica, sus ojos están rojos e hinchados, volteo de nuevo mí rostro al hombre que tengo enfrente, me mira como sí me quisiera matar, pero no le pienso dar el gusto de acabar conmigo.

«Nadie puede acabar con una Egrêste».

Entrecierro mis ojos observando todo a mi alrededor, Estoy en un especie de desierto, sin plantas; no hay nada solo tierra y más tierra, oigo carraspear al hombre mejor dicho cavernícola, sin escrúpulos que tengo a unos pasos de mí, le dirijo toda mí atención, el extiende un arma negra y con su voz ronca me grita:

-¡HAZLO!-Yo sigo sin entender que quiere de mí, así que solo lo observo hasta que veo que empieza a dar pasos bruscos, hacia mí, por instinto retrocedo, pero se me enredan los pies y caigo, el frena, me observa sus ojos centellan burla y molestia, cuando vuelve a abrir su boca y me vuelve a gritar...Pero ahora una palabra completamente distinta.

-¡MÁTALA!-Dice.

Yo me quedo estática, no me puedo mover, mis músculos no responden; solo me quedo allí.

«Una Egrêste no mata inocentes».

Él al verme estática, se inclina hacia mí toma mi brazo pienso que quiere arrancarlo de su sitio, por la manera en que lo hace forcejeó e intento deshacer el agarre, pero no lo consiguió, me lleva hasta donde está la chica que se nota lo asustada, su cara se empieza a poner más roja de la que estaba y sus ojos se aguan, muerde sus labios cómo sí se estuviera conteniendo para no estallar en pedazos, para no romperse más, el cavernícola, con cerebro de nuez, que aprieta mí brazo lo suelta, agarra mí muñeca; con la otra mano me entrega el arma yo la agarro.

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