Capítulo 2 - Cambio de vida

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Tardé poco en descubrir que tal y como Rumpelstiltskin había dicho, mis padres ya no se acordaban de mi. Al sellar nuestro trato, mi recuerdo desapareció de sus mentes, al igual que cualquier cosa que les mantuviese conectados, la familia Blich ya no existía.

Cuando ingerí el antídoto y saqué aquella ponzoña de mi cuerpo me dirigí al pueblo, todo estaba en silencio, menos la taberna, parecía que estaban celebrando una fiesta. Entré en el establecimiento y vi a mi padre, o al menos al que yo recuerdo que lo era. Ya no tenía ojeras, ni estaba ebrio, de hecho nunca le había visto tan sobrio, ni tan feliz.

Al verme se acercó sonriente, me miró y me dijo:

-Hola Isabella, ¿qué haces aquí?, tu madre te estaba buscando.

-¿Mi madre?- pregunté con la mirada perdida, sumida en una especie de trance.

-Sí, Ámbar, ha venido preguntando por ti, parecía preocupada- al decir su nombre una alegría inundó mi corazón. Ámbar, la costurera del pueblo, la única persona que recordaba la fecha de mi cumpleaños, era mi madre en aquella nueva vida que El Ser Oscuro había creado para mí.

-Es verdad- dije ocultando mi sorpresa y fingiendo estar familiarizada con aquella situación.- Tengo que volver a casa, me voy, adiós.

-Espera- dijo "mi padre" poniendo su mano sobre mi hombro.- Ten cuidado- yo asentí.- Ya nos veremos cuando vuelva de mi viaje- me dijo sonriendo.

-¿Viaje? ¿Qué viaje?- pregunté atónita.

-Me voy en barco a recorrer los mares, no sé cuando volveré, pero en mi ausencia, cuídate mucho y cuida de tu madre también.

Escuchar aquellas palabras salir de su boca provocaron un nudo en mi garganta, un nudo de añoranza y nostalgia. No pude evitarlo y después de asentir, le abracé.

-Disfruta mucho y cuídate- le dije, reteniendo las lágrimas que luchaban por salir.

-Gracias y descuida, tendré cuidado.

-¡Arty! ¿Vienes? Te vas a perder toda la fiesta- dijo un hombre llamando la atención del que una vez fue mi padre.

Escuchar su nombre de nuevo me hizo recordar mi pasado, pero no el pasado en el que lloraba y era infeliz, sino en el que sonreía todos los días y me enorgullecía de mi familia. Nunca antes había pensado en el nombre de mis padres con tanta claridad y añoranza... Arty y Bianca Blich.

-Sí, ya voy- le dijo a aquel hombre.- Adiós Isabella.

-Adiós...- le contesté, en un tono tan bajo, casi inaudible.

Salí de la taberna a trompicones, me faltaba el aire. Tenía muchas ganas de llorar, creo que fue por la impresión, el hecho de tenerle tan cerca, hablándome con la confianza de un amigo y la ternura de un padre, cosa que llevaba años sin sentir.

Decidí ir a casa de Ámbar, mi casa al fin y al cabo. De camino pasé por lo que antes era mi hogar, y vi luz en su interior. Desde una ventana visualicé a la que antes era mi madre, bailando con un hombre y riendo con él. Nunca la había visto hacer eso con mi padre. Se la veía feliz, y ya no tenía los ojos rojos e inflamados, de hecho, parecía más joven y muy enamorada de aquel hombre que la sostenía por la cintura mientras se deslizaban al bailar. A pesar de todo el mal que me habían causado mis padres, me alegraba de que fuesen felices, ya no sufriríamos ninguno de los tres.

Fui lo más rápido que pude hacia mi nueva casa y al abrir la puerta. Ahí estaba Ámbar, esperando a que yo llegase.

-¡Isabella! ¿Dónde te habías metido hija? Te he estado buscando por todas partes.

-Lo siento, he perdido la noción del tiempo...- después de decir aquello, me abrazó como una madre asustada abraza a su hija, era una sensación agradable.

Después de aquello descubrí como era mi nueva vida, mi nueva historia... Se supone que soy adoptada, mi madre biológica me dejo en frente de la casa de la costurera con tan solo unos meses de vida, y Ámbar se hizo cargo de mi.

Pasaban los años y me acabé acostumbrando a aquella rutina, ayudando a mi madre con los vestidos y la casa. Algunas tardes venían muchas mujeres del pueblo a hablar con nosotras y pasar el rato, pero una de esas tardes se me quedará grabada en la memoria para siempre.

Ya tenía dieciocho años cuando Bianca, mi madre en mi otra vida, la que no recordaba nada sobre mi anterior familia, entró por la puerta de la tiendas emocionada y con un precioso anillo en el dedo anular.

-¡Me lo ha pedido! ¡Por fin me lo ha pedido!- decía emocionada.

Estaba prometida con el hombre que la iba a hacer feliz y con el que iba a crear la familia que ella de verdad deseaba. La emoción del momento provocó llantos de alegría por la sala, palabras de felicitación y abrazos de júbilo. Recuerdo que fui a abrazarla lo más fuerte que me permitieron mis brazos y ella me hizo una petición que no pude rechazar.

-Isabella... ¿podrías diseñar tu mi vestido de novia?

-Claro, por supuesto.

Y así fue, pasábamos prácticamente todas las tardes juntas, tomando medidas y escogiendo telas, hasta que el gran día llegó y contrajo matrimonio con un hombre que de verdad sabría colmarla de felicidad. No pasaron muchos meses hasta que nos enteramos de que estaba embarazada del que ella creía ser su primer hijo.

-¿Sabes? Si es niña me gustaría llamarla como tú, siempre me ha gustado Isabella como nombre para una hija mía- me dijo un día que vino para encargarnos un vestido.

Lo que me dijo me llegó al corazón directamente, sabía que nunca lo recordaría, ni quería que lo hiciese, pero ya lo había hecho, ya había llamado a su hija Isabella... a mi...

Nunca les guardé rencor a mis padres por lo que me hicieron, por mucho que me hubiesen dañado, eso había quedado en el pasado, ahora los tres éramos personas diferentes, con la vida que siempre habíamos deseado.

Años después, por muy feliz que me sintiese, sabía que me faltaba algo, cada vez que alzaba mi mano hacía mi cuello y notaba la presencia de aquel colgante verde que un día la única persona a la que fui capaz de amar me regaló, sentía que me faltaba algo. Comprendí que nunca le olvidé y temía que nunca lo haría, que siempre sufriría con su recuerdo, fueron siete años los que estuve recordándole en vano, sabiendo que nunca volvería a verle, siendo consciente de que le había perdido... Hasta que un día cometí una locura.

Estaba tan desesperada por olvidarle que pensé que si volvía a enamorarme, si conocía a alguien que fuese capaz de amarme, sería capaz de olvidar a Pan. Una noche conocí a un hombre que venía de paso al pueblo, procedente de Amelín. No recuerdo como pasó, pero sentí que al hablar con él regresaba a aquellas conversaciones en Nunca Jamás, aquellas conversaciones que nunca volverían. Nos acercamos tanto que nuestros labios acabaron juntos y yo solo pensaba en el fuerte latido de mi corazón.

A mis veintitrés años comprendía que estaba enamorada de verdad, pero no sabía si era correspondido. Sin embargo, todo aquello cambió al enterarme de que, por un acto impulsivo, me había quedado embarazada de aquel hombre de Amelín llamado Adam que me había devuelto aquella sensación que llevaba años sin sentir, me había enseñado de nuevo lo que era el amor.

The Lost Girl 2 (Fan Fiction de Robbie Kay) [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora