Mirada de Miel

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        Han sido largas horas de camino en carruaje y por fin hemos llegado. Asistir a éste baile significa mucho para mi padre. Pasando las grandes puertas del salón, observo a los demás invitados, portando vestiduras que denotan su posición en la sociedad. De pronto, un hombre, casi de la misma edad que mi padre, nos llama desde el vestíbulo. Se trata de el anfritión de la ceremonia; el señor Aguilar. Amigo de mi padre al que miraba como un tío cuando era niño. Terminando la cálida bienvenida, dos hermosas damas se posicionan a su lado; su esposa y una más joven. Al verla con detenimiento, me doy cuenta que eres tú, Berenice; hija única del matrimonio Aguilar. Aquella niña que conocí hace años; de largos cabellos negros y personalidad algo traviesa, instruida desde muy temprana edad para convertirte en la distinguida dama que está frente a mi.

—¡¿Jonathan?!

Preguntas sorprendida. A pesar de no vernos en muchos años, no me haz olvidado. Por un segundo pierdo la atención de lo que sucede a mi alrededor, pues tu mirada me ha dejado cautivado. Un leve codazo en mi brazo por parte de mi padre me hace "despertar".

¡Pero qué descortés de mi parte! No debo olvidarme de ser un caballero. Como un gesto cortés, beso la mano de ambas. Al soltarte, apartamos la mirada, pero un impulso me hace regresar a ti, y cual es mi sorpresa que haces lo mismo. Dejamos salir una discreta risa provocando que tus mejillas se tornen rojizas, ocultando esa reacción con tu mano en una pose delicada.

—¡Berenice!

Son tus padres, que te llama para saludar a otros miembros de su círculo de amistad.

—Con permiso caballeros. Un placer verte de nuevo, Jonathan.

Son tus palabras antes de retirarte pero no sin antes regalarme una última vista a tus ojos.

Una nueva pieza comienza y por culpa de mis nervios de acercarme e invitarte a bailar, alguien más ya lo ha hecho. Pero, ¿qué me pasa? Siento algo nunca antes ocurrido en mí; un sentimiento de molestia al verte con otro y por más que quiero disimularlo, no lo consigo, y posiblemente ya lo habrías notado pues en ocasiones volteas en mi dirección.

Es hora de dejar los nervios atrás. Armado de valor y terminando la pieza camino hacia a ti.

—Berenice ¿me concederías la siguiente pieza?

-Me ha ganado el invitarle, joven Jonathan. Así que debo aceptar su petición.

No puedo negar que tu respuesta me ha ruborizado. De izquierda a derecha, nos movemos al sonido de los violines y una vez más tengo el placer de ver esos bellos ojos.

—Berenice. Perdona mi atrevimiento pero, ésta noche luces muy hermosa.

—¿ A caso sabe leer la mente, John? También me parece muy apuesto ésta noche.

En toda la velada no dejamos de charlar, recordando anécdotas de nuestra infancia, riendo en los momentos graciosos. No puedo explicarlo pero el tenerte cerca, con esa mirada dulce, tu sonrisa que contagia y buen sentido del humor, comienzo a sentir algo extraño. Mis latidos se incrementan al estar junto a ti.

      Tras unas cuantas citas y sentir lo mismo que aquella noche al estar a tu lado, ambos no podemos ocultar que compartimos el mismo sentimiento. Sin demora y, con el permiso de tus padres, pido tu mano en matrimonio. A tu padre no se le ve muy de acuerdo, puesto que ya había un posible candidato. Pero al conocer de qué familia desciendo ha aceptado con agrado.

Después de algunas semanas de preparación, hoy es el día nupcial. Estando de pie en el altar, escuchamos las palabras del sacerdote, para después responder el tan esperado: "Sí, acepto". Coloco el anillo en tu dedo y como símbolo de respeto y admiración, beso tu mano. Siendo anunciados como marido y mujer Frente a todos en la iglesia, nos acercamos para fundirnos en un largo beso.

A 4 meses de nuestro casamiento, me preocupa mucho tu salud. Mareos y naúceas se han presentado en las últimas semanas, temo que sea algo grave. Pero me dices que has visitado a la partera, pues esos malestares podrían ser síntomas de algo que, tú como mujer, sabes muy bien.

Y, tus sospechas son ciertas; con una sonrisa y al borde del llanto tocas tu vientre, por lo cual significa una sola cosa. Por la emoción de La noticia te abrazo fuertemente, alzándote para enseguida llenarte de besos. No, no es un sueño.

Cerca de los 9 meses entras en labor de parto. Esperando en el vestíbulo de la casa, yendo de un lado para otro, nervioso y pidiendo a Dios que todo salga bien; hasta que, el llanto de un recién nacido provoca que me detenga.

Subo de prisa las escaleras, sin importar los tropiezo y sintiendo como si el corazón se me saliese, para detenerme en la puerta de nuestra habitación. Respiro hondo, girando lentamente la perilla. Me asomo y encuentro a la partera llevando una manta blanca entre sus brazos, acercándose a la cama.  Avanzo, impaciente para encontrarme, detrás de las cortinas que cubren el lecho, con la imagen más preciosa que halla visto: en tus brazos cargas a nuestro bebé. Al sentarme al lado tuyo, me lo entregas con mucho cuidado.

—Conoce a tu hija, John.

"Hija". Una palabra que hizo que unas lágrimas de alegría brotaran de mis ojos. La observo; es tan frágil y vulnerable. A pesar de no ser un varón, recibirá de mi todo el cariño y amor.Tomo su cabecita y doy un beso a su delicada y suave frente.

Te miro, esposa mía. No sabes cuán agradecido estoy por éste bello momento. Mis labios tocan tu frente, sin importar lo empapada que está, pues es el resultado del esfuerzo de traer a tan hermoso ser al mundo.

En un instante, todo se oscurece. Ahora es a ti a quién cargo en mis brazos, con los ojos cerrados, como si estuvieses en un profundo sueño. Pero sé que no es así. Nunca me perdonaré el que por mi culpa ya no estés con nosotros. Ruego a Dios el no perder la memoria, pues tu recuerdo y nuestra hija son lo único que me quedan. Amada mía, sé que algún día nos reencontraremos y volveré a ver aquella mirada dulce que me enamoró en aquella noche de baile. 

Éste relato  fue escrito con ayuda de ésta hermosa melodía. 

Los derechos del vídeo pertenecen a su respectivo autor.

Mirada de miel [Relato]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora