Capitulo 1

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Si tuviera que elegir una palabra para deficir mi relación con mi padre, esa sería ''odio'', sin ninguna duda. Llevo mis diecisiete años de vida soportando día tras día su ira y desprecio hacia mí. Carl Beckinsale es el hombre mas odioso y repugnante de la faz de la tierra. En cada momento y situación tengo que hacer lo que él quiera, cuando y como él desee. Tras la muerte de mi madre durante el parto, mi padre se volvió loco, o eso me han dicho. Hablan de él de una forma que haga que añore a ese hombre que nunca pude conocer, y que desprecie al que hace mi vida un infierno. 

La última gran idea que se le ocurrió fue la de enviarme de intercambio con un instituto en un pequeño pueblo de Inglaterra. No es exactamente un intercambio, pues yo iré a una casa de una familia voluntaria a soportar a una adolescente española en su casa durante el periodo de un trimestre entero. La idea de sólo imaginarme allí sola me espantaba, pero por otro lado estar alejada de mi padre era algo gratamente tentador. Sin embargo, yo soy una persona bastante insegura y asocial. No me gusta, o mas bien, no se me da bien lo de hablar, o llevarme con otras personas; y estar en un lugar totalmente desconocido no me resultaba, en absoluto, atractivo. El idioma no sería problema, mi padre nació y vivió gran parte de su vida en Inglaterra, en la ciudad de Liverpool, y desde pequeña me ha enseñado el idioma, por lo que, no es por fanfarronear, pero se me da genial. 

— No quiero ir, sabes que no me gusta Inglaterra. — le dije a mi padre entrando en la cocina, donde él se encontraba rellenando los últimos papeles para el viaje. Mi padre era un hombre con dinereo, y no escatimaba con los detalles y cualquier tipo de lujos. Nuestra casa era de las mas grandes de la ciudad. Era grande, en ocasiones demasiado, pero no lo suficiente como para lograr esconderme de él en sus ataques de furia hacia mí. La cocina tenia un gran centro redondo, una gran barra que ocupaba gran parte del espacio. To do era blanco, eceptuando los electrodomésticos y todo tipo de aparato, que tenían un color aluminio demasiado brillante cuando entraba el sol por la gran cristalera que conducía al patío trasero.  Y ahí en una silla, con toda la barra llena de papeles, estaba mi padre firmando y rellenando mi viaje a un lugar totalmente alejado de mi modo de vida.

— No me importa. — repuso él con tranqulidad y un tono frío, como de costumbre. Sabía que no serviría de nada decirle eso, ya que estábamos a un mes del viaje, y estaba todo cerrado ya, exceptuando el papeleo del seguro y algunas cosas más que él mismo iría mañana a entregar sin falta. Alzó la vista por encima de sus pequeñas gafas, desprendiendo desprecio por sus grises ojos. Cuando me miraba así, un escalofrío recorría mi columna. Sabía que uno de sus ataques de eira estaba cerca, y de repente la gran cocina se volvió pequeña, me axfixiaba, no veía modo de salir. Se puso en pie y caminó hacia mí, con paso firme. Ese gran hombre, de aproximadamente un metro ochenta y pico, fuertes brazos y su pelo castaño oscuro ligeramente despeinado; se estaba acercando demasaido, demasiado. — ¡Lo único que quieres es llevarle la contraria a tu padre! — dijo él alzando una de sus manos por encima de su cabeza — ¡No te lo consiento! - y entonces caí. No sé si del impacto de su mano en mi mejilla, o de que mis piernas ya no sabían responder a lo que el resto de mi cuerpo decía. Se dio la vuelta y volvió a su silla, siguiendo con lo que estaba como si nada acabara de ocurrir. Al levantarme, sentí que todo daba vueltas a mmi alrededor, miré mi camiseta y vi sangre. Y entonces todo volvió a su sitio. Al caer, mi frente impactó con el suelo, y la brecha no cesaba de sangrar. Después de ir al médico, todo seguía igual, pero esta vez, con tres puntos en mi frente, y un mes para asimilar que iba de viaje.

El sonido del ruidoso despertador de mesa me despertó de mi sueño, ese maravilloso momento donde todo estaba tranquilo, donde nada malo ocurría, exceptuando esas noches en las que aparecían las pesadillas, esas mismas y repetitivas pesadillas que me atormentaban muchas veces. Pero esta vez no había sido así, a pesar de que hoy ya es el día del tan esperado viaje. Tratando de preparar la maleta, supuse que allí siempre hacía frío, y el clima sería demasiado lluvioso, así que no metí mucho más que mis jeans y todos los jerseys que había encontrado en el armario. Ya tenía todo listo para despedirme de mi casa. Me dirigí al baño, a pesar del sonido de los gritos de mi padre gritando desde la sala, me tomé un buen rato para prepararme y arreglarme. 

De camino al aeropuerto, el aire tenso entre ambos se podría haber cortado con un cuchillo, pero para mi fortuna, era mejor eso que no que fuera reprimiendome durante todo el trayecto. Iba a echar de menos el ambiente y la forma de vida que tenía en Madrid, pero sólo serían tres meses, ¿no? Estuve todo el viaje rezando porque no hubiera ningún hombre en la casa a la que iba, con un poco de suerte. 

— Ya hemos llegado. Coge las cosas y cuando estés allí comportate con una persona. No quiero recibir ni una sola queja de tu comportamiento de mierda. — dijo sin ni siquiera mirarme, y apretando el botón que abre el maletero. 

Me bajé del coche, tan inexpresiva como él, cogí mis cosas y me dirigí al gran edificio. Después de unos cuantos líos de bolsas y papeles conseguí llegar a la terminal que me llevaría a Inglaterra. El viaje no lo noté. Me puse mis auriculares, y entre canciones de Ed Sheeran, y las letras de mis libros, todo se pasó rápido. Antes de que me diera tiempo a terminar el segundo disco, ya estábamos aterrizando en Londres. Había visto alguna foto de la mujer que me pasaría a recoger. Supuse que sería la madre de la familia a la que iba. Era una mujer morena, no creo que tuviera más de cuarenta y cinco años. Era muy bonita, para ser sincera. Así que después de recoger mi maleta, y llegar a la salida de ese pequeño laberinto, vi a una sonriente mujer, claramente esa era la sonrisa que ya había visto en un par de fotografías. Por lo que luciendo mi mejor sonrisa me acerqué a ella, y antes de poder preseentarme ya me tenía entre sus brazos, y estaba dándome un cálido abrazo. No recuerdo la última vez que alguien me abrazó, desde luego hace mucho tiempo, y esta fue una de las mejores sensaciones que había vivido últimamente. 

— Clarisse, cielo, eres mucho más bonita de lo que había creído. — dijo sin quitar ni un sólo ssegundo la sonrisa de sus labios. Me dijo que se llamaba Jay, y que vivía en un lugar llamado Doncaster, que quedaba como a una hora y media de donde nos encontrábamos. Me ayudó con mi equipaje, y lo cargamos todo en el coche. Tenía un todotrerreno negro bastante amplio, con asientos en piel beigue, muy bonitos. Me acomodé en el asiento delantero, y sonreí al escuchar una alegre melodía country que sonaba de fondo en aquel espacio. 

— Espero que Louis haya hecho la cena. — dijo ella mirándome por unos segundos mientras mantenía una pequeña sonrisa en su rostro. Vaya, me había hecho ilusiones de que no hubiera ni un sólo chico. QUe ella estuviera divorciada, y tuviera una simpática hija que me ayudara con los deberes de matemáticas y me llevara de compras por las mejores tiendas que conociera. Así que quise saber si, con suerte, ese tal Louis era su marido, o tal vez el mayordomo.

— Mh, ¿Louis? — pregunté con un ligero tono de desconcierto en mi voz y el ceño levemente fruncido. Ella, sin dudarlo me sonrió, de nuevo, y me miró tiernamente. 

— Louis es mi hijo mayor, tiene diecinueve años. Pero va al mismo curso que tú, los estudios no son lo suyo. Aunque seguro que en algo podrá ayudarte, así al menos ya conoces a alguien. Es un poco... complicado, pero te acostumbrarás. — dijo y yo sonreí de una forma tal vez demasiado falsa para que alguien se lo creyera, pero ella iba demasaido ocupada en la carretera y en mover la cabeza al ritmo de la canción. 

Look after youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora