Existía una leyenda, una que las madres usaban para asustar a sus hijos si estos no obedecían.
Esta decía que si alguien pisaba el Bosque Yiling, te recibiría con fantasmas para alejarte de ahí, y si eso no funcionaba, se escucharía el sonido de una...
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Wen Qing dio un gran suspiro.
Hacía tiempo que no entraba en la Sala del Trono y estaba agradecida por ello. No le gustaba ese lugar y jamás lo haría.
Tal vez Wen RuoHan sea su tío, pero eso no quiere decir que esté obligada a quererlo y más cuando fue él mismo quien la separó de su hermano para amenazarla con eso.
RuoHan sabía que su pequeño hermano era su debilidad así que se aprovechó y los separó para que ella cumpliera con todo lo que le pedía si quería volver a verlo.
Y es por eso que estaba parada frente a la gran puerta de madera roja, el rey pidió verla así que no pudo negarse. Tocó la madera unas pocas veces antes de abrirla al recibir respuesta afirmativa.
Caminó hasta los pies del trono con la frente en alto, no iba a dejar que la presencia de ese hombre frente a ella la intimidara.
-Veo que ya recibiste la noticia -le habló su tío una vez vio el pergamino que tenía en sus manos. Así es. En cuatro días el rey consorte de Gusu Lan debe estar presente en Qishan Wen.
El hombre sentado en el trono se inclinó un poco hacia delante antes de sonreír.
-Deberías estar agradecida. Gracias a mí, tendrás a un hombre atractivo a tu lado. -Al único hombre que quiero es a mi hermano -lo miró desafiante.
-Ya sabes que para eso debes hacer lo que te digo -hizo una pausa-. En estos momentos tu hermano vive una buena vida al norte del reino, es un buen médico y muy querido por los habitantes -se levantó de su lujoso trono y caminó a pasos lentos hasta quedar frente a ella-... Pero si te niegas a obedecer, no muy lejos del lugar donde vive hay una fosa común, los aldeanos la usan para tirar sus desperdicios, nadie se dará cuenta a dónde fue a parar el cuerpo de aquel amable médico.
Wen Qing apretó su mandíbula antes de hacer una estupidez. Era una amenaza muy clara y no la primera que recibía. Pero si la primera que no dejaría que se cumpliera.
Dio media vuelta para irse pero antes de salir miró de reojo a su tío.
-Algún día, todo lo que estás haciendo terminará por devolvértelo el tiempo. -Eso es lo que espero.
Salió de aquel sofocante lugar.
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