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Como era costumbre, la mesa redonda del comedor privado estaba ocupada por el mismo equipo de enfermeros y cirujanos echando una partida a las cartas. Eran altas horas de la noche pero sus turnos de guardia aún no habían terminado y que mejor que matar el tiempo con baratos juegos de cartas.

Esa noche, alguien muy especial se les había unido, y ahora mismo abría en abanico las cartas que le repartieron, mirando por encima de estas como empezaban a poner fichas.

—Deberías estar durmiendo –Habló el crupier de aquella ronda– Por lo que sé, mañana tienes que asistir a quirófano, estarás cansanda.

La chica que guardaba recelosamente sus cartas lanzó una mirada de advertencia en silencio, descartando un par de reinas al tirarlas sobre la mesa. Todos allí sabian que odiaba que se le mencionara como mujer, no porque no se identificara con ese género, simplemente, le gustaba ocultarse trás la apariencia de hombre y creanme cuando les digo que realmente parece uno.

La ronda terminó y retiró su apuesta. Las manos del enfermero al barajar las cartas se mostraron hábiles y rápidas, todos los que estaban sentados a la mesa sabian que siempre se le habia dado bien.

—La jefa me ha pedido que la próxima vez que vaya a la guarida de los "cuatro ases" haga fotos del laboratorio de Trébol.

—¿Y lo harás?

Mo levantó las cartas de la mesa y esbozó una sonrisa, posteriormente puso dos fichas por valor de 10 euros cada una en el centro.

Ah, los cuatro ases, esa organización calificada por los integrantes de ese hospital como"terroristas". El nombre si que era original, pero era porque cada miembro tenía tatuado los diferentes signos de los ases de la baraja; diamante, corazón, trébol y pica, y cada uno, era tan diferente de los otros que juntos, eran práctimente imparables.

—Claro que no –Su tono sonó burlón, y a nadie le sorprendía– No me importa que me vuelva a castigar por ello, no soy tan imprudente.

El sonido de las cartas al doblarse y desplegarse era todo lo que irrumpía sus silencios de concentración, eso y los zumbidos de las máquinas dispensadoras que estaban en frente de la puerta que daba a la recepción de aquel hospital.

Hubo un momento donde Mo sintió la mirada de los cincos miembros que formaban aquella interesante partida, pero estaba acostumbrada a ser el centro de atención, incluso evitándolo a toda costa. Ser la hija del segundo al mando no era nada fácil, incluso sin ser si quiera biológica, si quiera adoptada, pero esa historia, es para otra ocasión.

Las fichas siguieron aumentando hasta que se hicieron torres tan altas como para que se tuvieran que levantar un poco para ver al de en frente.

—Me retiro. –Las cartas cayeron de un enfemero que estaba sentado cerca de Mo– No soy nada bueno en este tipo de juegos.

—Y aún así sigues apostando, Feles. –La ronca voz de uno de los enfermeros sonó amenazante–

—¡No me regañes! Me gusta apostar con vosotros, siempre ha sido divertido.

La chica se pasó la mano por el pelo. El castaño ya se veia por mucho y se mezclaba con ese verde intenso con el que se lo pintaba, pero parecía que ni si quiera se tomaba la molestia de cuidar su apariencia; nuca rapada, barba de un par de días y hasta no vestía el uniforme reglamentario del hospital. No es que tuviese ventajas por quien era, solo no quería sentirme más atrapada de lo que ya estaba.

Las fichas siguieron sumando hasta que empezaron a añadir otro tipo de cosas, entre ellas; un par de anillos, fotografías, café, y hasta unos cereales de hace una semana.

《 DUDDYPUDDY'S ONESHOTS 》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora