capítulo ➜ u n o

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Era un lugar no concurrido, un parque abandonado por Dios. Tenía una pista para basquetbol, donde Lily Evans se hallaba patinando en la noche. Su cabello, en ese clásico de Farrah Fawcett en los 70's, se movía con cada vuelta triste que daba. Llevaba mini-short de tiro alto, un crop top sin mangas que se amarraba al frente y unos calcetines blancos hasta la rodilla. Sus patines también eran blancos, tradicionales de cuatro ruedas; su papá se los había regalado en la Navidad pasada, y a Tunie un vestido de diseñador por el cual había estado berrinchando por meses. Lily frunció el entrecejo y apretó los labios.

Había discutido con Tunie. Ella la había llamado zorra y estúpida, y Lily no podía hacer nada pero estar de acuerdo. Fue tan tonta, había metido la pata y en grande. Tunie tenía toda la razón del mundo en estar enojada. ¡Seguro había arruinado la bella experiencia de estar comprometida! Aunque a Lily no le agradaba ni un poquito Vernon, era un gordo grosero y controlador que sólo la miraba mal. Pero si hacía feliz a Tunie, hacía feliz a Lily. Y maldita sea, Tunie había estado tan alegre esos días, antes de que Lily fuera y arruinara todo con su estupidéz.

Soltó un suspiro y se detuvo. Odiaba ver a Tunie alterada.

De repente, sintió un tirón de su cabello. Perdió el equilibrio, y quien la estaba jalando la giró como si estuviera jugando al lanzamiento de martillo. Lily cayó, desorientada. Una figura encapuchada, vestida de negro, caminó hacia ella. Sintió miedo, horror. Levantó una mano para defenderse, pero el atacante la inmovilizó con la rodilla y una mano.

Sintió un dolor abrasador en su estómago. La sangre caliente salpicaba su top. Uno, dos, tres. Gritó, lágrimas cayendo de sus ojos en una expresión de desesperación. Y dolor, mucho dolor. No podía escuchar, todo pasaba tan rápido. Cuatro, cinco, seis. No podía moverse. Dolía tanto. Su garganta ardía, ya no emitía nada. Dolor, rojo, caliente, miedo.

Siete.

El agresor se detuvo. Quitó lentamente el cuchillo de su estómago, con cuidado. Lily no podía sentir nada. Todo era un ruido fino, como un pitido en el fondo de su oído. Le costaba respirar. No podía moverse.

Levantó la mirada. No podía enfocarse en nada, pero logró mirar a los ojos a su atacante. Y los reconoció.

— ¿Q-Qué?... ¿p-por... por q-q-qué? — balbuceó. Las lágrimas caían con más fuerza. Se sintió traicionada, dolida, y muy confundida. — N-no... por favor... a-ayúdame...

— Cállate — le puso una mano en la boca, y Lily jadeó en un grito silencioso de un dolor visceral, un dolor que venía del fondo de su corazón y estaba cubierto de hiel.

Comenzó a sentirse cansada. Sintió apenas una mano tirando de su top, desamarrando la tela y liberando sus senos. No pudo asustarse, o preocuparse. No sentía nada más que frío.

Y luego de que la misma mano con guantes tocó sus shorts, todo se volvió oscuridad.

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Encontraron el cuerpo de Lily Evans dos días después. Sus padres, William y Magnolia, se dieron cuenta de la ausencia de su hija la mañana siguiente al día de los hechos. Al principio, creyeron que había salido sin avisar, como a veces hacía en días tan soleados como ese. Esperaron, esperaron y esperaron, pero Lily no apareció. Eran las cinco de la tarde cuando decidieron llamar a la policía, inundados en la preocupación como sólo unos padres podrían.

Les contestó un tal David, sonaba monótono y desinteresado. Magnolia le contó, desesperada, cómo Lily no había aparecido esa mañana.

— No se preocupe, señora — le dijo —. Le aseguro que se escapó, y no tardará en regresar. Así son las adolescentes, ¿no?

— Sí... — dijo en voz baja, insegura —. ¡Sí, sí! T-Tiene razón, e-esperaremos por ella, sí... ¡ella regresará! Gracias, gracias.

— Bien, llame cuando aparezca.

Antes de que Magnolia pudiera contestar, David había colgado. William maldijo entre dientes, pateando el sofá. Petunia miró a su madre, y apretó los labios.

— E-Estoy segura que Lily se fue en la noche. Ya lo ha hecho antes, mjm, ¿quizá está con un chico? — dijo Petunia, nerviosa. Sus ojos estaban rojos, había llorado. William gruñó.

— ¡Eso fue hace años, Petunia!

— ¡No le grites, Mag! Eso no arreglará nada.

Magnolia sentía que el mundo se le venía abajo. No, no. Petunia se equivocaba, Lily no era esa clase de chica. Sólo se había ido una vez y fue por ese chico Snape. Recordaba ese día con tan sólo cerrar los ojos: Lily se había escapado a mitad de la noche y había corrido a la casa de ese chico. Cuando volvió, ella dijo que él era su mejor amigo y que necesitaba su ayuda. No dio más detalles, y Magnolia había estado furiosa. Realmente creyó, que por primera vez, Lily les había mentido. Que se había escapado con un muchacho, algo que jamás se imaginó de ella. Lily siguió insistiendo en que fue una emergencia y que la relación entre ella y Snape no era de esa índole ni mucho menos. Jamás le agradó ese chico pequeño y escuálido, tenía un aura demasiado oscura y ojos muertos. Tampoco le agradaba ese tal Vernon, que se comprometió con Petunia sin siquiera tener una casa para ambos. Sus chicas elegían a los peores.

Clavó las uñas en sus muslos y sintió cómo le temblaba la barbilla. Quería llorar. Extrañaba a Lily.

Salieron a buscarla a la mañana siguiente, gritando su nombre. Le preguntaron a todo vecino o transeúnte que estuviera por allí. Llevaban fotos de ella enmarcadas, donde Lily sonreía con esos dientes blancos y su cabello brillaba a la luz del Sol. Nadie sabía nada de ella. Su esperanza fue el chico Snape, pero él no estaba en su casa.

Pensaron en los lugares que frecuentaba, y Petunia señaló que los patines de Lily no estaba en su habitación. Corrieron hacia el parque abandonado, el que tenía una pista, y casi sintieron sus pies sangrar.

En el medio de la pista gris y vieja, había una mancha de sangre seca que les heló la piel. No quisieron pensar en qué significaba, pero en el fondo, muy profundo dentro de su mente, lo sabían.

Cerca del parque había un mini-bosque, de árboles tupidos y pastos altos, allí, detrás de unos arbustos y envuelto en sábanas sucias y ensangrentadas, había un cuerpo.

Magnolia dejó ir un grito que venía de lo más profundo de sus vísceras, de su estómago y el fondo de sus pulmones, como un animal moribundo. Acto seguido, se desmayó.

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flowers of flesh and blood // all ✗ severusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora