E l. V o r a g i n e. D e. N u e s t r a. D u p l i c i d a d

Epilogo

— Así es como quieres que esto termine — su voz parecía muy puntual en lo que quería decir, sabía que cualquier cosa que yo respondiera no cambiaría su decisión, de hecho ya estaba tomada desde su principio.

No pude hacer nada más que sonreírle con toda la tristeza que podía caber en mi cuerpo, instintivamente empezaron a rodar pequeñas gotas de agua por mis mejillas, y como si se tratase de una copa de cristal las retiro con su mano.

— Creo que esta vez no es necesario despedirnos — levantó de mí para que mis ojos se centrasen en aquel rostro que me lo sabía de memoria. Si las tormentas en el campo se pudieran definir en un color sería el color de sus ojos, ese verde tan obscuro que incluso podrían pasar por negros pero sin llegar hacerlo, hacían un perfecto contraste con su piel pálida, su mandíbula y pómulos marcados, tanto que pensaría que fuera por la falta de energía de las últimas semanas. Se acercó con mucho cuidando depositando un pequeño beso en mis labios y luego uno más profundo en mi frente haciéndome cerrar mis ojos con mucha más fuerza y sintiendo cómo las gotas se juntaban con el agua que me cubría los hombros, ni siquiera recordaba la cuestión en si.

— Creo que no — dije empezando a bajarme lentamente hasta quedar casi recostada en la bañera, lo único que sobresalía era parte de mi nuca.

— Te volveré a encontrar.. — su voz se entrecortaba sus ojos trataban de encontrarse y cuando por fin lo hicieron dijo lo que para mi definiría mi mundo hundiéndose — por qué tú eres mi amuleto de la suerte — coloqué mis manos en el filo de la bañera como instinto de defensa pero sabía que ya era demasiado tarde sus manos estaban en mi pecho y mi cara ya había sido cubierta totalmente por el agua, no tenía fuerzas para luchar, en ese momento solo podía pensar que quizá en otra vida iba a ser tan ingenua y confiar en él.

Lo último que vi fue su rostro distorsionando por el agua y luego obscuridad.

Obscuridad absoluta.