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Cuando Seungmin abrió la puerta luego de que alguien se dispusiera a golpear como si se la fueran a tirar a patadas, lo que menos esperó encontrar del otro lado era a un chico de su edad con una sonrisa cruzándole todo el rostro pecoso y con un pastel de frutas entre sus manos.

Vale, Seungmin no se consideraba maleducado ni grosero, pero ¿quién demonios iba a tocarle la puerta con tanta insistencia a las nueve de la mañana de un sábado?

—¡Hola!— pues tal parece que al chico le daba un reverendo igual y estaba acostumbrado, a juzgar por su desbordante energía—. Me llamo Felix, tu vecino de al lado, ¡es un gusto conocerte! ¡Mira, te hice un pastelito! ¡Me alegra que haya otro vecino joven! Cualquier cosa estoy a lado, ¡adiós!

Sin siquiera darle tiempo a despabilarse o decir palabra alguna, el chico conocido como Felix colocó el postre en sus manos y regresó a su departamento cerrando la puerta con demasiada fuerza que hizo que resonara por todo el pasillo.

Seungmin suspiró—. Que vecino tan extraño.

Los siguientes días no vio ni por asomo al peculiar inquilino, y para la semana siguiente Seungmin ya había olvidado por completo el extraño incidente. Sus horas se perdían en la universidad, su trabajo de medio tiempo como mesero en un restaurante y el terminar de acomodar los últimos detalles de sus muebles, cuadros y demás pertenencias.

Cerca de un mes después, durante uno de sus turnos a punto de acabar, le habían asignado una última mesa que atender. Al acercarse, notó que su vecino estaba ahí en compañía de otro chico de cabello negro y brazos musculados. A juzgar por la mirada seria del sujeto y la nerviosa de Felix, parecía que estaban hablando de algo importante.

El azabache ordenó por ambos y tras tomar la orden se retiró a las cocinas, entregando el papel a los cocineros quienes pusieron manos a la obra. En lo que la comida se preparaba se acomodó en una esquina cercana al mostrador recostándose en la pared a la espera por si algún cliente requería algo.

Estando a punto de regresar a checar la orden, un sonido estruendoso interrumpió la calma del ambiente. Con un escalofrío, notó que provenía de la mesa de su vecino; este yacía encogido en su lugar mientras su acompañante estaba de pie, gritando una sarta de improperios que le erizó la piel a la par que se dirigía al lugar junto con el guardia de la puerta, dispuesto a echar al ruidoso y grosero cliente.

—¡Vete a la mierda Yongbok!— gritaba el fúrico pelinegro mientras era tomado por el guardia y este lo dirigía rápidamente a la salida—. ¡Sabes perfectamente que nadie querrá estar contigo nunca!

Con un último estruendo, el hombre fue retirado y un silencio pesado regresó al restaurante. Varios clientes veían mudos la escena; otros, más fisgones murmuraban o grababan el hecho recién ocurrido. A Seungmin no pudo importarle menos cuando corrió a socorrer al pecoso, quien estaba hecho bolita en su asiento, con el rostro hundido entre sus manos y quien parecía llorar en silencio, probablemente asustado o en shock.

—Ey, oye, tranquilo. Él ya se fue— habló suavemente tocando su hombro, notando como se tensaba levemente antes de relajarse y levantar su rostro, dejando a la vista sus ojos llorosos y mejillas arreboladas.

—Quiero ir a casa— musitó suavemente, tan bajo que sólo Seungmin pudo escucharlo debido a su cercanía. Se limitó a asentir, ayudándolo a levantarse y rodeándolo por los hombros.

Aún sujetándolo, se acercó a su jefe, pidiendo permiso para retirarse al explicarle la situación. Luego de que este le diera luz verde se apresuró a tomar todas sus pertenencias de su casillero antes de caminar a la entrada donde el contrario lo estaba esperando. Pidió un taxi y en silencio ambos abordaron con destino al complejo donde vivían. Por el rabillo del ojo, Seungmin notó que su vecino parecía estar haciendo ejercicios de respiración, murmurando para si cosas que no alcanzó a entender, pero parecieron lograr el efecto de calmarlo.

when love knocked at my door 「seunglix」 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora