Parte 1. Haitang

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El viento sopla y mece las ramas envueltas en flores. Los pétalos caen como una lluvia ligera sobre su cabeza, enredándose en su cabello y agitando sus pensamientos en un remolino de recuerdos.

Una sonrisa se dibuja en sus labios, curvándose las comisuras ligeramente hacia arriba, con ello marcándose los coquetos hoyuelos en sus mejillas.

Estira su mano para recibir una flor de haitang que ha caído completa de la rama del árbol golpeando con un toque ligero, como una caricia.

—Chu WanNing.

Susurra y cierra sus ojos.

La primera vez que lo vio fue debajo de un árbol de haitang, un inmortal inalcanzable. Creyendo que era un hombre gentil quiso regalarle una flor, sin imaginar que el costo sería ser azotado con TaiWen por primera vez.

Una risa ligera se escapó de entre sus labios ante el recuerdo.

Pensándolo bien, esos recuerdos no eran tan aterradores como mucho tiempo lo creyó, y Chu WanNing no era el monstruo que por mucho tiempo trazó en su mente. Después de todo en su vida no había conocido a nadie más amable que su shizun.

La flor de haitang bordada en su pañuelo, las flores de haitang brillando como estrellas en las barreras que creaba, incluso esa vez que para obtener dinero tuvieron que vender sus habilidades como artesanos. Siempre había presente una flor de haitang en sus recuerdos.

Chu WanNig era su flor de haitang.

Tantas tribulaciones habían tenido que atravesar para "compensar" sus pecados, sin nunca poder lavar la sangre que manchaba sus manos. Y aun así la bondad en su corazón lo había aceptado como su compañero de vida.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin darse cuenta. Cómo el agua que fluye en su cauce formando un riachuelo después de una tormenta.

Llevó la flor sobre su pecho, como si quisiera transmitirle la vida de un corazón anhelante.

Alcanzar la estabilidad en sus vidas les costó renunciar a aquello que habían tomado prestado, un destino que le pertenecía a alguien más. Un costo demasiado bajo a comparación de alcanzar la tranquilidad.

En el retiro y lejos de todo dedicaron su vida a ayudar a las personas, compartieron penas y alegrías.

Sembraron juntos un árbol de haitang, no podían tener un hijo que contara su historia al mundo, pero sí podían dejar su legado grabado en cada fibra de madera. Alimentando con su carne y su sangre las raíces que nutrían la planta, dejando brotar su memoria en cada flor.

Se arrodilló en el suelo y sacudió de la lápida de piedra, los pétalos y flores que se habían acumulado sobre el nombre tallado con letras de oro. Deslizó sus dedos sobre cada línea que formaba cada carácter y dejó caer sus lágrimas como el rocío en la flor.

El viento sopló una vez más haciendo volar hilos de plata que en el pasado habían sido tan negros como la tinta.

Cansado, se dejó caer junto a la piedra, recargando su espalda en el tronco del haitang. Sacó de entre sus ropas una jarra de vino de pera blanca.

Abrió la tapa y vertió parte de su contenido sobre la lápida. Era la segunda vez que se recostaba junto a una piedra grabada con el nombre de su persona amada, no era más Chu Fei, no existía más la vergüenza o el secreto. El nombre de Chu WanNing había sido grabado con sus propias manos.

Bebió un trago del vino de flor de pera, manteniendo la jarra en su boca hasta que su mano perdió fuerza y cayó rompiéndose en trozos contra el suelo. Sus ojos se habían cerrado, el sueño lo había alcanzado.

—Mo Ran.

La voz que durante los últimos dos años había anhelado escuchar al fin lo llamaba de nuevo. Estiró su mano para que lo alcanzara.

Así con sus dedos entrelazados caminaron juntos hacia al horizonte, desapareciendo sus almas con el atardecer.

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Al inicio pensé en escribir sólo historias cortas por lo que está quedó muy cortita. El resto de los escritos de la semana serán mucho más largos. Este es mi estreno en el fandom de 2Ha y espero escribir muchas historias en el futuro.

2Ha Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora