🍎21: Sufrir para ganar, parte I.

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Hacer lo que quieras

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El individuo se quitó el cigarrillo a medio fumar de sus delgados labios color melocotón. Se trataba de un hombre alto, cabello obscuro perfectamente peinado hacia atrás, facciones melodiosas y grata piel. De ojos semejantes al sol, en ellos, Azirafel se vio, sintiéndose apabullado. Bajó su mirar y susurró un "lo siento", se alejó, tomando asiento dentro del círculo. Ignorando el sentimiento de estar olvidando algo muy importante, vio a aquel hombre sentarse en frente de él, quizás eran dos metros lo que los separaba.

     Estaba ansioso. En tan pocos días se había desmoronado a un pequeño insecto. Se convirtió en una irrelevante lenteja flotando en un enorme plato. Bill lo ha convertido en una molécula de polvo a la que todo el mundo ignoraba. Ignoraban su sufrimiento, su dolor, angustia. Al ser víctima de acoso lo convertía en nada para los demás. Tenía una opción: escapar. Sin embargo, tampoco quería dejar su vida que apenas se estaba construyendo. ¿Está mal querer huir aunque sea un segundo? ¿Era cobarde escapar de Bill? No es como si no haya estado interesado en entablar una conversación amistosa con él. Lo intentó muchísimas veces, Bill es el tipo de persona irrazonable. Su madre le decía "gente estúpida", y usar sus poderes mágicos —que no son tan poderosos como para provocar una reacción— lo harían rebajarse a Bill. Hacer levitar cosas pequeñas con magia posiblemente ocasionaría que su abusador se volviese loco, tal vez. Hacerlo un lunático no era tentador, no, no quería ser malo. ¿Estaba mal?

—¡Hola, mundo!
 
     Exclamaron. Un hombre entró sonriente, sus ojos almendrados brillaron, vestía casual, asemejaba a un estudiante.

—Soy Jack, su moderador, ¡bienvenidos al club! —gritó entusiasmado.
    
     Los ojos se fijaron en la anormal alegría del mediador. Teniendo en cuenta que más de la mitad de los estudiantes estaban allí porque necesitaban puntos extras y no por voluntad propia, la felicidad ajena les parecía aborrecible. Mas hubo alguien que en efecto se sintió tranquilo por saber que Jack sería el supervisor de las sesiones. Azirafel lo reconoció. El amable joven que lo ayudó en el autobús, que supo que su vida corría riesgo y que decidió a pesar de ello, actuar. En estos días, su esperanza por la humanidad se iba cuesta abajo.

     Quizá vio por mucho tiempo a Jack ya que este le sonrió y guiñó el ojo. Jack hizo que cada miembro dijera cuatro cosas: nombre, facultad, porqué está aquí y pasatiempo favorito. Azirafel casi estuvo seguro de ver a Jack disfrutar el martirio de los jóvenes. Cuando llegó su turno, sonrió.

—Amm... Me llamo Azirafel, vengo de la facultad de literatura inglesa, estoy aquí porque...

     Sus manos temblaron, las mandó atrás de su espalda y parpadeó, lamiendo sus labios resecos. No podía decir que vino hacia acá por miedo a su abusador, tampoco le aterriza mentira creíble. No es bueno mintiendo, ni disimulando.

—Yo...

—Está bien estar nervioso —sonrió Jack, Zira asintió agradecido con los párpados caídos, una vez más, Jack ha sabido lo que en su atormentado corazón acontece—, mejor que hable el señor Anthony, está muy calladito —amplió su sonrisa.

     El señor Anthony, el hombre vestido elegante le ofreció una mirada fratricida a Jack, cerró los ojos con penumbra, como si lo que fuese a hacer se tratara de una odisea. Azirafel lo vio una y otra vez. Cuanto más lo observaba, más le parecía que lo había visto en algún lado.

—A lo que nos atañe, mi nombre es Anthony J. Crowley. Soy catedrático en la materia de ciencias de investigación histórica, estoy aquí porque —inclinó su cabeza con desinterés— es útil estar aquí... mi pasatiempo es la jardinería.

     Anthony movió su mano quitando importancia. El moderador Jack bajó una ceja y negó varias veces.

—¿Qué? —inquirió el catedrático.

—Nada.

—¿Nada qué?

—¡Nada! Madre mía, qué paciente eres con este hombre —dijo Jack, nadie supo a qué se refirió.

     Esperaban que la sesión iniciara con una charla sobre los libros que se deseaban impartir durante el semestre, sin embargo, en ningún momento se imaginaron que el mediador les haría platicar sobre sueños locos que hayan tenido. Fue interesante, no se conocían a fondo los participantes, así que con completa libertad, algunos hablaron de sus sueños más alucinantes. Un chico de ingeniería contó que una vez soñó que su vecina se la chupaba, otro que la Princesa Peach hacía masoquismo con él, una joven contó que tuvo una pesadilla con un hombre que la perseguía por toda una casa terrorífica mientras se cortaba la mano derecha. Jack reía cual foca desenfrenada. Era singular, algunos se metían con profundidad en el tema, tardaban un largo rato en desentrañar el significado del sueño. Pasaron dos horas. Jack despidió a los alumnos, esperando que se volvieran a ver la siguiente semana, dejándolos con un agradable sabor de boca.

    Azirafel bajó del edificio, salió de la universidad, tranquilo, sabiendo que Bill y su comitiva ya no estaría cerca. A paso lento, estaba el doctor Anthony observando un celular, tenía una mueca desagradable, si Zira hubiera estado un poquito cerca, hubiese escuchado el siseo de serpiente. Azirafel caminó lento detrás de Crowley. Miró el delgado cuello, expuesto con facilidad, piel suave. El porte desinteresado, ¿dónde lo ha visto? La cintura acentuada por el saco a la medida, los tobillos escondidos por unos calcetines con formas de flores, Azirafel soltó una carcajada. Los pasos desenganados de Crowley se detuvieron, le miró, el joven de rulos rubios aspiró abrupto, apretando la mochila como vía de escape de la realidad.

     Faltaban un par de pasos para llegar a él en la parada de autobús. Al lado de la banqueta descansaba un automóvil hermoso color negro, Zira desvió los ojos angustiados hacia el coche sumido en intriga. ¿Dónde lo había visto? Esta pregunta comenzaba a fastidiarlo.

—¿Alguna vez has viajo en un Bentley negro de 1926? —Preguntó Anthony.

     Azirafel asintió, sorprendido.

—Una vez... Creo, no estoy seguro.

—Ya veo. Es mi bebé —afirma Anthony—, no dejo que nadie se suba a él, sólo en ocasiones importantes, la última vez fue hace años, un niño bobo entró a un bar de mala muerte, la mesera casi le asesina por tirar las bebidas. Tuve... Tuve que ayudarle.

     Clic, hizo su cabeza.

—¡Espere! Usted... ¿Es el señor del bar?

     Los ojos de Crowley se iluminaron con sorpresa, sonrió.

Fin del capítulo 21.

Sensaciones inefables | Good omens |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora