Del pueblo a la ciudad.

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El ardiente sol brillaba imponente en el cielo, un cielo tan azul como no se verá en otro lado. Las verdes palmeras y el agua cristalina terminaban de decorar aquél paisaje natural. Una escena como esta solo era posible verla en un lugar apartado de la ciudad como era allí, lugar que quedaba atrás a medida que ese autobús avanzaba.

« Mi nueva vida comienza, finalmente iré a la ciudad »

Pensó el joven que con nostalgia veía su hogar alejándose a cada segundo que pasaba. Pero no debía estar triste, hacía esto para ir tras una mejor vida para esas personas que tanto le habían ayudado críandolo después de haberse quedado huérfano a una muy temprana edad.
Aún faltaban varias horas de viaje, así que recostó su cabeza dejándola contra el vidrio y se quedó dormido.

Unas horas más tarde un rayo de luz se colaba a través de la cortina apuntando directamente a su rostro, esta luz lo hizo despertar, entonces revisó apresuradamente la hora y se dió cuenta que ya no faltaba mucho. La emoción y la tristeza crecían juntas en su interior ¿Cómo sería su nueva vida? Hasta ese entonces junto con su tío había vivido conociendo sobre el oficio de pescador, eso era todo lo que hasta entonces sabía hacer, claro, sin contar las tareas básicas como encargarse de las labores del hogar. Más fuera de eso no ha había nada más, esa era una cuestión que le preocupaba, porque se estaba dirigiendo a un estado donde definitivamente no había mar. ¿De qué viviría?

Era un domingo, el reloj marcaba las 10:00 am cuando finalmente el autobús se detuvo, marcando así la llegada a su destino.
¡Al fin había llegado!
Por falta de recursos no llevaba consigo gran cosa, en un morralito había guardado un cambio de ropa y un anillo que había tenido desde niño. Fuera de eso no poseía nada más.
Bajó del autobús con dicho "equipaje"

«¿Ahora qué?»

Pensó. Había llegado desde tan lejos y ahora que ya estaba allí, no tenía ni la menor idea de por dónde comenzar. Quizá preguntar a alguien ayudaría, así que se dirigió a una familia que parecía provenir del sur al igual que él.

— Buenos días, señor ¿Sabe si hay algún lugar donde busquen gente para trabajar?—
Preguntó mostrándole una sonrisa a aquél hombre, si algo le habían enseñado muy bien, eso era la cortesía y la amabilidad.

— ¿Es la primera vez que viene? No sé que clase de trabajo busque pero seguramente las muchachas que trabajan en casa puedan ayudar, ellas siempre están enteradas de todo. Busque "La Alameda", hoy es domingo así que ahí encontrará gente que podrá ayudarle. Suerte.—

— ¡Muchas gracias! Haré eso.—

El hombre le dió las indicaciones de como llegar al lugar mencionado, y luego se marchó. « La gente de ciudad es muy amable, son increíbles » pensó para sí mismo, y con un rostro reluciente emprendió su camino a la Alameda.
El paisaje daba la impresión de que había llovido recientemente, había charcos de agua por todos lados y el ambiente se sentía fresco y húmedo. Había edificios a dónde fuera que mirara y con gran asombro contemplaba cada uno de ellos.
Continuó caminando hasta encontrar el lugar que ese hombre le había dicho. Tal como mencionó, había muchas mujeres jóvenes allí, solo debía acercarse y preguntarle a la correcta.

En una esquina vió a un grupo de hombres que en apariencia lucían como albañiles. Se encontraban recargados de un árbol y hablando entre ellos, entonces nuestro joven pueblerino de inmediato notó que esos hombres estaban viendo fijamente a unas muchachas que estaban en frente, hasta ahí no le pareció algo precisamente malo, pero de pronto uno de ellos comenzó a lanzar asquerosas palabras hacia una de las chicas.

— ¡Por favor, déjeme en paz!— Gritó la joven avergonzada, esto hizo que todos miraran hacia ella por un instante, pero luego cada una de las personas ahí presentes se volvieron a lo que estaban haciendo, ignorando completamente la escena.

— Hazte del rogar mamacita, así me gustan, difíciles.— Respondió el albañil, añadiendo otros comentarios desagradables que por bien del lector hemos omitido.

De repente, una tercera voz resonó en medio de la tensión.

— ¡Deje de molestarla! ¿No escuchó que no quiere que le diga esas cosas? Respete a las mujeres, debieron haberle enseñado que a ellas jamás se les deben decir esas vulgaridades.—

Sin pensar pronunció aquello, haciendo que nuevamente la gente volteara a ver lo que estaba pasando. El valor del muchacho rápidamente se contagió a otros que se encontraban cerca.

— Sí, largo de aquí ¿Acaso no tienes madre? Maldito bastardo.— Dijo otra voz desde el otro extremo.

— ¡Largo de aquí!—

Así otros hombres e Incluso mujeres se unieron hasta lograr que ese molesto sujeto se alejara de allí.

—  Esto pasa con mucha frecuencia, las personas siempre necesitan un estímulo para actuar o de lo contrario simplemente fingirán no ver nada. Te lo agradezco mucho, mi nombre es María.— Dijo extendiendo su mano para saludar.

— Soy Ángel Zira, para servirle a usted y a Dios.— Dijo imitando la acción de la joven.

Apenas y terminó de hablar se escuchó a un auto derrapando, así pasó frente a aquella plaza con gran velocidad que en conjunto con el gran charco que estaba allí, provocó que las gotas de agua saltaran de forma salvaje empapando por completo al muchacho recién llegado.
Una puerta abriéndose sonó, y de allí bajó un hombre joven, era de cabellos rojizos, iba bien vestido y llevaba lentes oscuros. Su cabello se movió con el viento, como si fuera en cámara lenta y de igual forma se retiró los lentes dejando ver un atractivo rostro.
Al bajar corrió hacia el frente de su auto y examinó cada parte de este.

— ¡Gracias Dios! ¡Sí! ¡Estás tan perfecto como siempre!— Dijo con un tono exageradamente alto y finalizó su festejo dándole un beso al cofre del automóvil.

— Oh, por el amor de Dios ¿Podría conducir con más cuidado?—

Dijo el joven que estaba lleno de agua. Ante este reproche el pelirrojo le dirigió una mirada, podía notar inmediatamente que era un recién llegado, que era uno de esos "salvajes sin civilización" (cómo les había denominado) que tanto detestaba. Una sonrisa arrogante fue todo lo que se dejó ver antes de subir al auto y retirarse nuevamente con una absurda velocidad.

Amor prohibido- Una historia no diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora