Azul

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Pasaron los días, las semanas e incluso llegué al mes sin volver a saber nada de Taehyung. No contestaba mis llamadas, no respondía a mis mensajes, y no tenía la valentía suficiente para ir a verle yo mismo a la granja, realmente me aterraba que siguiera enfadado, que volviera a mirarme de esa forma.

El curso había terminado, en mi caso con excelentes notas y ningún riesgo de repetir año o tener que volver a examinarme de alguna asignatura. Conseguí un trabajo de medio tiempo en una lavandería, dedicándome únicamente a vigilar el local y cerrarlo una vez terminara el horario.

Todo se había vuelto tan monótono, tan aburrido y triste, que todas mis ganas de futuro parecían haberse esfumado. Siempre me levantaba mirando la pantalla del móvil, incluso dormía con él a la desesperada espera de que Taehyung me llamara, pero no lo hacía, y eso me destrozaba cada día más y más.

Le pedí perdón mil veces y otras mil me retracté, confesando que volvería a hacerlo si se diera la ocasión, que ante todo no dejaría que abandonara sus sueños por unas absurdas ideas que se había formado en la cabeza. Había hecho lo correcto, y estaba totalmente confiado de ello, pero eso no quitaba que me había costado mi felicidad transformada en persona.

Eso me había alejado de Taehyung.

Pude haber caído en depresión, pero no lo hice, como mucho llegué a sumergir parte de mi alma en ella, y casi termino ahogándome si no fuera porque mi teléfono móvil sonó. Y no era mi madre, ni mi padre o hermana. No era ninguno de mis amigos de Seúl. Tampoco era propaganda o alguna compañía telefónica.

- ¿Taehyung?

- Ho-hola Mochi...

- ¿Eres tú? –tuve que revisar varias veces la pantalla, comprobando su nombre en ella. Ni siquiera el escuchar su voz conseguía que me confiara. – ¿Me estás llamando?

- Supongo –respondió informalmente, como si no hubiera pasado nada. Como lleváramos este último mes igual que siempre, como si yo no estuviera pudriéndome en mi cama cada día, pensando en él. – Mochi...

- ¿S-sí?

- Te echo de menos.

Y ahí fue cuando me di cuenta de que estaba llorando. No él, sino yo. Las lágrimas se desbordaban por mis mejillas, mis ojos incapaces de cerrarse, mirando un punto muerto en mi cuarto. Tal era el alivio que sentí con esas palabras, que pareció que me quitaron mil toneladas de peso de la espalda, y pude volver a respirar.

- Yo también –conseguí formular.

- Siento todas las cosas feas que te dije, re-realmente yo... yo no quería...

- ¿Puedo ir a verte? –casi supliqué. Me moría de ganas por hacerlo, por encontrarme con él, por abrazarle y no soltarle jamás. –Por favor.

- No.

- ...

- ...

- E-está bien, entiendo...

- Hyung, voy a ir yo a verte. Estoy haciendo las maletas.

- ¿Có-cómo?

- Mira el cielo, asómate a la ventana –eso hice, aún perdido por lo que acababa de escuchar. Nunca llegué a entender a Taehyung, nunca me acostumbré a él, y eso era lo que más me gustó de todo el tiempo que pasamos juntos. – Está limpio.

- No hay ni una sola nube.

- Este es mi cielo preferido, cuando es completamente azul, cuando parece una sábana infinita. Si existiera el cielo verde, le quitaría el puesto, pero por ahora me conformo con este.

- ...

- Hyung...

El cielo realmente estaba precioso, tal y como lo había descrito. Me aliviaba que estuviéramos conectados, aunque solo fuera por las vistas. Me animaba pensar que él estaba mirando lo mismo que yo, a pesar de todos los kilómetros que nos separaban.

- Jiminie hyung...

- ¿Sí? –respondí aún maravillado por el paisaje. Quizás hubo otros días en los que fue más bonito, pero en ese momento se veía más resplandeciente que ningún otro, todo lo de mi alrededor parecía haber recobrado su color.

- Me voy a Seúl, contigo.

Colors MINVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora