Primer Acercamiento.

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Cinco meses habían transcurrido desde que Joseph Joestar, con ayuda de su buen amigo Caesar Zeppeli, derrotaron a los Pilares. Los dos tomaron caminos diferentes desde entonces, pero planearon volver a reencontrarse en Venecia para ponerse al día. 

Joseph apoyaba la barbilla sobre su mano, llevando el cubierto con espaguetis a su boca, desganado. Llevaba una hora y media esperando en el restaurante a su rubio amigo. Joseph frunció las cejas al imaginar que de seguro estaba coqueteando con alguna chica por ahí, perdiendo el tiempo.

“Ese canalla”, balbuceó, apuñalando el espagueti sin piedad.

“¿Hablas de mí?”, contestó una voz familiar detrás de él.

Joseph se volteó, observando a Caesar caminando hacia él, para luego sentarse en la silla del frente. Joseph sintió como su respiración se detenía.

“Me retrasé por un pequeño inconveniente”, dijo el rubio con su melodioso tono de voz usual haciendo énfasis en la palabra “inconveniente”.

Los ojos de Joseph se posaron sobre el cuello del Zeppeli, específicamente en la marca de beso con pintalabios que explicaba todo sin necesidad de palabras.

Inconveniente mis huevos”, rechistó Jojo en voz baja, levantándose de golpe, apretando los puños para salir del local con pasos acelerados.

Caesar arqueó las cejas en confusión, paralizado, para después seguir a su amigo por detrás.

“¿Jojo, qué demonios pasa contigo?”, le preguntó, sin obtener respuesta del otro, quien se limitaba a caminar y actuar como si nadie le estuviera hablando. Estaba empezando a impacientarse.

Joseph entró al hotel en el que se alojaba, subiendo por el ascensor. Caesar estaba a su lado, en completo silencio, tratando de descifrar el extraño comportamiento de su mejor amigo. Cuando llegaron a la habitación Joseph iba a cerrarle la puerta en la cara a Caesar, pero este metió su mano, impidiendo que la cerrara.

“¿Qué ocurre contigo?, ¿el espagueti estaba tan malo?”, cuestionó Caesar en un tono socarrón, riendo. Su amigo desvió la mirada, ocultando su rostro; estaba sonrojado y no quería ser descubierto. Aquella encantadora sonrisa era su debilidad, lo dejaba atontado, pero le encantaba.

“No es nada, no estoy de humor para hablar contigo”, contestó, recordando que estaba enojado con su amigo. Aflojó ligeramente el agarre de la puerta y Caesar aprovechó la oportunidad para entrar a la habitación.

“Pero si fuiste tú quien pidió que nos reunieramos”, explicó con el ceño fruncido, cerrando la puerta. Él pensaba que su amigo era como una chica, difícil de entender.

“Sal de aquí, te dije que no estoy de humor”, recalcó Joseph, apretando sus puños y frunciendo las cejas, volviendo a imaginarse a una mujer en los brazos del rubio, besándolo, haciendo algo que solo ella podría, y él no.

Caesar estaba en su límite, dirigió una mirada penetrante a Joseph, quería respuestas pero este no se las daba, era frustrante.

“Pero dime qué es lo que te pasa, si no lo haces, ¿cómo esperas que te ayude?”, explicó Caesar, frunciendo aún más las cejas.

Joseph también estaba en su límite, el único que podía llevarlo a tales extremos era su amigo. Estaba asustado, ¿y si Caesar descubría sus sucios sentimientos?, no quería perder a alguien tan importante para él por un deseo tan banal como ese, que en cualquier momento podría desaparecer.

Joseph levantó sus puños, listo para pelear, activando su Hamon, si Caesar no le escuchaba, entonces usaría la fuerza, porque no iba a permitir perder una gran amistad por sus tontos sentimientos. El Zeppeli entendió de inmediato las acciones del adverso y respondió en una posición similar, activando su Hamon, arqueando una ceja, confundido más que nunca por las acciones del castaño, porque él era más de usar su intelecto que los puños, y en esta ocasión estaba actuando de manera diferente.

Sentimientos más allá de la amistad. |CaeJose|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora