Capítulo 4

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"¡Martha!".

Drácula nunca fue uno para perder el control, cualquier monstruo o humano que a vivido tanto como él sabría que una mente tranquila, serena y concentrada tiende a superar cualquier desafío. Sin embargo, incluso con todos sus siglos de vida no pudo evitar gritar el nombre de su esposa muerta al despertar. Un grito que aunque corto, retumbó en cada rincón de la vacía habitación. Una capa de sudor frío le empapaba el cuerpo, corriendo por su frente como finas gotas de agua, su respiración acelerada no lo impidió buscar frenéticamente alrededor de la habitación por alguna prueba, el más mínimo indicio de que lo visto antes era una realidad y no la simple alucinación de su mente agotada.

Una vez reinó en su temple -con calma en esta ocasión- miró a su alrededor, sus agudos ojos peinando cada centímetro sin problema por la oscuridad, todo estaba como lo recordaba, los mismos muebles, las mismas gruesas cortinas púrpura cubriendo las ventanas del sol, el mismo helado sentimiento de soledad; su lecho marital vacío como cada vez que despertaba desde hace ya más de 100 años.

¿Acaso se trató de una simple alucinación? ¿El haber estado expuesto a los rayos mortales del sol conllevo tan cruel ilusión? Tal vez fue en realidad un sueño, sí, eso parece más lógico. Fue presa de un hermoso y cruel sueño alimentado por su deseo de cumplir la última voluntad nunca dicha de su amada esposa.

Más que probable cayó inconsciente antes de lograr siquiera entrar a la alcoba de su hija, lo que dejó a su rubio compañero en la necesidad de terminar con la tarea por sí mismo. Y él que ya había pensado en un buen discurso con la finalidad de impulsar a su ratita a cumplir sus sueños. A tal punto que logró convencer a su acompañante para seguir su juego y sostenerse de la flamante nueva mochila de viaje que compro de paso en esa amable villa.

"Martha" susurro Drácula, mirando a las sabanas que cubrían la mitad inferior de su cuerpo con una mirada perdida en sus ojos azules. Al recostarse contra la cabecera de la cama; permitió a la adrenalina salir de su cuerpo. Tal parece estuvo fuera por un par de horas si el reloj en la pared era algún indicio, aún era pasada la mañana, su hija y Naruto lo debieron haber traído puesto sus heridas no eran nada que un poco de descanso no curaría.

¿Cuántas veces fue víctima de ese sueño? Un sueño donde su querida hija conocía a su amada madre. No lo sabía, fueron frecuentes y muy vividos durante los primeros años de la partida de su esposa; mientras Mavis aún era un infante soño con despertar un día y descubrir que todo fue de hecho una horrible pesadilla. Siempre era igual, él entrando a la habitación de su hija en el viejo castillo Lubov; solo para ver a su amada Martha sentada en su mecedora, arrullando al pequeño bulto en sus brazos con hermosas canciones llenas del amor que solo una madre podía brindar.

Esta quizás se llevó el premio a la más extraña de todas sus felices alucinaciones, fue la primera vez en soñar a su esposa en el presente, y aún más extraño; Naruto estaba en el sueño también. Claro, quería al muchacho, el joven rubio no solo había logrado cambiar totalmente su errónea impresión de los humanos actuales, se convirtió en alguien a quien orgullosamente llamaría amigo. Sin mencionar era el click de su hija; aquel hombre destinado a unir su vida por la eternidad. Pero de eso a soñar con el rubio; fue raro.

"Debí aceptar la ayuda del muchacho" se reprendió Drácula con un poco de humor, sí seguía arriesgando su vida a tal grado no lograría vivir lo suficiente para entregar a su hija en el altar o aún más importante, ver a sus nietos continuar con la gran línea de sangre de los Drácula.

… ¿Que? El vampiro ya se había hecho a la idea de que Naruto se casaría con su hija, no lo terminaba de digerir, eso es verdad y probablemente el par de tortolitos esperarían uno o dos años; pero fue obvio que estaba destinado a ser el uno para el otro.

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