Susurros del alma.

La verdad (2)

No creo en ese mito, ese que escucho constantemente, ese que indica que la mente ocupada no extraña, no sufre, no piensa. Alguna vez te has preguntado ¿si esto será verdad? Yo sí, lo he intentado, he tapado mi vida de ocupaciones, labores, tareas y compañías, pero nada ha podido lograr despejar mi mente al 100%.

Y no entiendo, quizás todas las recetas que me dieron hasta ahora, han estado mal, tal vez este semejante calculo que posee el sentido de agrupar los problemas, como si fuesen factores de un ejercicio matemático, no funcionan, ya que la vida no es así después de todo, no podemos agrupar para luego simplificar, como en la clase de matemáticas.

Siempre pienso que me hubiese venido bien que en vez de explicarme cosas que no voy a usar nunca en la vida, me hubiesen explicado que son los sentimientos, ¿Por qué me joden tanto? ¿Por qué a veces estoy triste y otras veces feliz? ¿Por qué las ausencias me traen tristeza? , me hubiera gustado demasiado que en vez de enseñarme a ser un robot programado para hacer tareas, me explicasen cómo ser más humano. O quizás como mínimo me hubiese gustado que me enseñaran a hacer un curriculum.

Quizás la solución al dolor o la incertidumbre de la vida es perdonar y dejar todo al destino, pero esto lo voy a tener que aprender por mi cuenta, en el camino.

He aprendido que de vez en cuando las personas se rehúsan a soltar el resentimiento y el dolor, por miedo a no haber aprendido de ellos o quizás simplemente porque se acostumbraron a vivir así. Pero el odio es como un vidrio roto, entre más lo aprietas más te lastima. ¿Nunca te has imaginado que pasaría si soltaras ese vidrio, si lo dejaras caer al suelo? Ya no dolería, ya no tendrías que esforzarte en intentar tapar el malestar con ocupaciones, ya no sentirías ese dolor punzante al percibir como el filo del vidrio traspasa las capas de tu piel. Y aún mejor sería que lo dejes ahí tirado, en el olvido, para no volver a buscarlo nunca más.