Capítulo uno

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Lee estaba hablando con Clementine sobre lo que iban cuando arreglaran el bote y por qué había dejado atrás a Ben, esto hasta que la pequeña hizo una pregunta que él no quería responder para no lastimarla por la cruda verdad.

—Antes de irnos mañana. ¿Tendremos tiempo de buscar a mis padres?

Lee en verdad no quería responder porque bien sabia cual había sido el destino de sus progenitores, lo supo cuando oyó los tres mensajes de la grabadora o al menos era consciente de que el padre no lo había logrado, pero Savannah era bastante grande, con demasiados infectados y por ende las posibilidades de supervivencia para la madre de la niña eran muy escasas.

Claro que no iba a decirle eso, no tenía corazón para decirlo así que trató de excusarse y hacer que pensara en otra cosa.

—No creo que tengamos tiempo. No deberíamos quedarnos aquí más tiempo. No es seguro.

La respuesta no calmó ni un poco a la niña y no tardó en empezar a llorar. A pesar de los intentos de Everett para tranquilizarla la pelinegra entre sollozos se acostó de espaldas a él. Lee decidió darle un momento a la pequeña para desahogarse. Dejó la radio de ella en un escritorio, se sentó en el único sillón de la habitación y trató de conciliar el sueño el poco tiempo que tuviera antes de tener que partir.

El hombre despertó unas horas después y entre un bostezo llamó a Clementine solo para descubrir que ella no estaba donde la había visto por última vez, ni siquiera en la habitación. El buscó por toda la casa y al no tener rastro de la niña salió al patio trasero gritando su nombre.

—¿Clementine? ¡Clementine! —abrió los ojos al haber la gorra de beisbol en el suelo—. Ay, Dios.

El hombre tomó la gorra y oyó una estática perteneciente a la radio de Clementine. Saltó la reja y vio la radio adornada en el suelo. Después de tomar el objeto entre sus manos un caminante ataca tratando de morder su brazo. Lee logró reaccionar para empujar al caminante y usando su pie lo golpeó en la cabeza y así acabar con su vida.

Posteriormente de hacer eso colocó la radio en su pantalón y tomó la gorra de la niña, la cual tenía una notoria mancha de sangre. Al bajar un poco la mirada visualizó en su muñeca una marca de dientes en la que empezaba a salir chorros de sangre, obra clara del infectado que había matado hace un segundo y eso solo significaba una cosa, iba volverse uno de ellos en poco y tiempo sin poder hacer nada para evitarlo, a menos que...

El cuerpo del hombre no respondía como si se moviera solo, su vista se nubló en el preciso momento que tomó su arma y con movimientos temblorosos se apuntó en la sien. Al jalar el gatillo la oscuridad lo abrazó sin haber nada más.

La Historia de Lee y Clementine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora