Siempre.

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Inhalo la línea blanca que estaba sobre la pequeña mesa de noche, cerró los ojos moviendo su cuello hacía atrás usando el brazo de su compañero para recargar su cabeza dejando escapar una sonrisa, no sabía cómo es que había terminado aquí, con tan solo veintitrés años, drogado, ganando el dinero fácil, arruinando vidas, deseoso de adrenalina y enamorado del narcotraficante más buscado y líder de la hermandad oscura.

El flash salió disparado de la vieja cámara instantánea, el ruido de la foto saliendo le hizo abrir los ojos.

-Te ves precioso así-. Susurró el albino peligrosamente cerca de los rosados labios del muchacho de ojos purpuras, había tomado una foto de los dos, como ya era costumbre, saco su brazo de detrás de Samuel para sacar por completo la fotografía y moverla para que terminara de revelarse.

Vegetta lo empujó ligeramente con su mano haciendo que se chocara con la base de la cama, Willy se recargó mejor observándolo como si fuera el diamante más grande que hubiese visto en toda la vida, Vegetta era su mundo, mataría por él, y sin dudarlo moriría por él; miró la foto y la colocó en el bolsillo interior de su chaqueta, amaba coleccionar esos pequeños momentos con juntos.

-Pero es que eres tontito-. Su voz salía más aguda de lo normal, estaba feliz, estaba extasiado y loco de amor. -Para ya de bromear, Guille, no es divertido.

-No es una broma, Vege. Eres lo más hermoso que he visto-. Puso las manos en su delicado rostro y lo acercó más a él, observó sus bellas amatistas con las pupilas enormemente dilatadas y sonrió de lado.-Y eres todo mío, De Luque.

-Soy... soy todo tuyo.-revoloteó las largas pestañas que adornaban sus ojos coquetos y dejó un corto beso sobre los labios de su mejor amigo, aquel que quería como compañero de vida, su pareja de crimen.

-¿Por siempre?- tomó su mentón para alzar su rostro y sus mejillas se inundaron de un precioso color rojo.

Aun siendo cuatro años menor, Guillermo lo hacía sentir como un adolescente de 16 años enamorado por primera vez, había algo en sus ojos y sus brazos que lo hacía sentir frágil, como que solo Willy podía protegerlo.

Guillermo amaba cada una de las reacciones que causaba en el moreno, era el único que podía derretirlo, el único por el que lo daría todo.

-Por siem...-los gritos en el corredor y el sonido de la puerta siendo golpeada con muchísima fuerza interrumpió sus palabras, su rostro palideció y sus ojos se llenaron de lágrimas, en el fondo él quería rescatar a Guillermo de ahí, quería tener una vida con él, ser felices y no tener que estar escapando de todo, ocultándose toda la vida, Samuel sabía que este día llegaría, y estaba tan aterrado como aquellas madrugadas donde lo despertaban las pesadillas y era presa del pánico, esas noches donde solo Willy podía calmarlo con su voz, con sus caricias, y sabía que estaba a punto de perder todo eso.

-¡ESTAN A PUNTO DE LLEGAR!-. Se escuchaba la voz desesperada de uno de los hombres que formaban parte del cuerpo de seguridad, los golpes se repitieron más fuerte -¡NO TENEMOS MUCHO TIEMPO, JEFE, YA ESTAN EVACUANDO LOS DEMAS, LA MERCANCIA ESTA SEGURA!

-Sal ya, rápido.- se levantó él de ojos verdes mientras tomaba una de las armas de la cama y levantaba al mayor por el brazo, se quitó la chaqueta para dársela, miró como se quedaba congelado frente a él soltando lágrimas y temblando. -¡SAL AHORA, LARGATE!- le gritó tratando de ocultar el nudo en su garganta y su voz temblorosa, quería protegerlo más que nada, a cualquier costo, le lanzó a los brazos uno de los bolsos llenos de dinero que había regados en la habitación.

Vegetta abrió la ventana y asomó su cabeza, la sirenas se oían a los lejos mezcladas con la música que aun salía del complejo de apartamentos, miró para abajo, había varios pisos que bajar por las viejas escaleras, tenía que brincar unoa cuantos techos, se aferró a la mochila y se puso la chaqueta rápidamente, él ya sabía el plan de huida a la perfección, era infalible, sabía que tenían a uno de los policías más importantes de su lado, un viejo miembro de la hermandad, y recién había sido transferido a un pueblo que estaba en constante crecimiento que necesitaba un nuevo jefe de policía, lejos, muy lejos de ahí, sabía que Guillermo no dejaría que le pasara nada malo.

-Tú...tú, tienes que venir conmigo, no me puedes dejar así. Al carajo el plan, no lo sigas, sígueme a mí- tomó su rostro con las manos guardadas en unos blancos guantes que Guillermo lo obligaba a usar para que nunca hubiera huellas suyas, se limpió las lágrimas y se quitó uno de los guantes, quería sentir su piel cálida, su ligera barba, su cabello suave.-Por favor, Guille, dijiste que nunca me dejarías, lo prometiste.-sollozó y juntó sus labios en un beso, el cuarto se comenzaba a iluminar ligeramente con luces rojas y azules, las sirenas estaban demasiado cerca.

Willy aventó lejos al de ojos morados, comenzó a esconder la evidencia de que ahí hubiese una segunda persona, esa era parte vital del plan, no podía haber nada que los guiara a Samuel.

-Vete, te lo ruego, todo saldrá bien, nos veremos en un año, todo será perfecto, espérame hasta entonces, por favor, sabes siempre volveré a ti.- susurró y apretó sus ojos fuertemente, estaba desesperado, pero tenía que hacer esto, tenía que hacerlo para que no le pasara nada a su Vegetta.

Samuel salió rápidamente por la ventana para ir a donde lo estarían esperando ya varios hombres de seguridad y un auto solo para él, bajó un piso por las escaleras de metal, llegó al techo del otro edificio y corrió, pero se detuvo a mirar atrás cuando iba por la mitad, a pesar de que sabía que eso lo destrozaria, que tenía sumamente prohibido hacerlo, vio la sombra moviéndose frenéticamente por la habitación, escuchaba gritos, autos saliendo a toda velocidad programados para despistar, las sirenas, la música, todo era tan abrumador.

Y corrió, esta vez sin mirar atrás, torturando su alma, con el corazón latiendo con muchísima fuerza, escucho los gritos de la policía, como tiraban la puerta, escuchó como arrestaban a su Guillermo Díaz, y entonces, mientras bajaba a su punto de reunión, escuchó como su mundo se derrumbó en segundos al escuchar las armas siendo descargadas varias veces.

Con lágrimas en los ojos y un nudo en el pecho subió a la parte trasera del auto, quería gritar, quería regresar ahí y decirle todo lo que sentía por él, quería morir a su lado, sentía su cuerpo en llamas y su cabeza a punto de estallar, asegurándose de que nadie lo hubiera visto lo sacaron rápidamente de ahí, de manera silenciosa; todo estaba saliendo de acuerdo al plan, menos una cosa, la que más le importaba a Vegetta, Willy.

Partners in Crime | Wigetta/Rubegetta | KarmalandAUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora