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Noche de domingo en Londres. Los autos recorrían con rapidez las calles, y las personas aprovechaban para pasar las últimas horas del día junto a sus conocidos, antes de resignarse y descansar para cumplir con la agenda del día siguiente. Varios se reunían en un punto, listos para dirigirse a un bar, otros a una cafetería, algunos simplemente se encerraban en sus hogares.

Y otros, como Brian, salían a dar un último paseo. En su caso, tratando de despejar su mente, ya que se encontraba estresado. Era una rutina que seguía desde hace un año, y le parecía agradable. No sabía porqué demoró tanto en darse cuenta que necesitaba un respiro de todo.

En ese momento se encontraba sentado en una de las bancas de un parque cercano, mirando a aquellas personas, que según él, buscaban lo mismo. Algunas iban acompañadas por su familia, otras, más ancianas, gozaban de un momento de tranquilidad antes de sumirse en la melancolía. Los pocos solitarios cargaban una guitarra o un libro. 

Por lo general, las horas que pasaba sentado en ese banco eran tranquilas, pero ese día le tocó ver una inusual declaración romántica. El joven había llevado a su acompañante al centro del lugar, mientras otros, que eran sus amigos al parecer, cargaban con un ramo y varios regalos. Intentó, pero no pudo reprimir una pequeña risa cuando fue rechazado.

Era de las personas que creían que ese tipo de detalles implicaba siempre presión social, aunque no fueran conscientes de ello. Creía que esos tipos de declaraciones debían ser privadas. 

"Pero cada quien con su tema, ¿cierto?" pensaba.

Su mirada se dirigió a otro punto, hasta que reparó en una conocida cabellera rubia, que se dirigía hacia donde él estaba y cuando llegó, tomó asiento a un lado. De un bolsillo de sus pantalones sacó un cigarro, el cual trataba de prender, fallando en el intento. De pronto, una mano apartó el pitillo de su lado.

— Mierda... ¿Ya vas a empezar?

— Hola a ti también. — respondió irónico el de cabellos rizados.

Aquel desconocido al que impidió fumar era parte de su rutina durante sus horas en el pequeño parque. No recuerda con exactitud el momento en el que empezaron a conversar, pero sabía que eran pocos. Podía pasar un mes o dos sin que entablaran una charla, limitándose solo a conectar sus miradas y sonreír.

— No estoy aquí para tus sermones de moral. — dijo, sacando otro cigarrillo y encendiéndolo.

Ambos se quedaron en silencio. Disfrutaban del ambiente  fresco de la ciudad, la vista que ofrecía, y para qué negarlo, de la compañía del otro. 

— ¿Algún día me dirás tu nombre? — inquirió Brian.

El menor, aparentando tranquilidad, llevó el cigarrillo a sus labios y soltó una calada. Dirigió su mirada hacia el contrario, notando que estaba tenso. Se fijó en un detalle: Las manos de aquel rizado se movían de forma rápida.

No lo iba a negar, estaba incómodo. No creía necesario que él supiera su nombre, después de todo, ambos solo eran un par de desconocidos que frecuentaban el mismo lugar. Que se revelara un detalle que les permitiera acercarse más rompería con esa rutina que habían establecido de forma inconsciente.

De hecho, sentía que ya estaba por romperse, desde que aquel joven de cabellos rizados decidiera hacer un acercamiento mayor. Por lo que apagó el cigarro, aplastándolo contra aquella banca. Lo dejó ahí y se levantó, dirigiéndole una última mirada antes de alejarse.

Brian observó aquella cabellera rubia perderse entre la multitud, preguntándose qué había dicho para que él se alejara. Una ligera presión en el pecho se hizo presente, la misma que atribuyó al desconcierto que sentía.

A Kind of Magic (One Shot - Queen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora