Jean y Mikasa se acercaron a la salida de la clínica en silencio. Al colocar un pie fuera, un viento helado los envolvió y despeinó. Mikasa acomodó la bufanda que traía al cuello y Jean se subió el cierre de la chaqueta hasta arriba. Mientras caminaban por el estacionamiento, el viento continuaba rodeándolos, Jean quiso tomar la mano de Mikasa, pero ella traía ambas en los bolsillos de su abrigo, iba con la vista perdida en el suelo.
—Parece que comenzará a llover pronto— dijo él intentando romper el hielo, pero no recibió ninguna señal de haber sido escuchado.
Al llegar a la camioneta, Jean abrió la puerta del copiloto y esperó que Mikasa subiera para luego cerrarla con suavidad. Se sentó al volante y justo antes de colocar los dedos en la llave para encender el motor, volvió a internarlo.
—¿Quieres escuchar algo Mikasa? —preguntó.
—No gracias, prefiero el silencio en estos minutos Jean— respondió casi susurrando.
Era la primera vez que escuchaba su voz desde que se habían despedido del doctor Jeager en la habitación de la clínica hace ya al menos media hora. Él asintió, también se sentía destruido en su interior, pero intentaba ser fuerte y no demostrarlo para poder ser el refugio y la contención de su esposa.
Su casa se encontraba a una hora aproximadamente, a las afuera de la gran ciudad, en un lugar mucho más tranquilo y con más vegetación. Durante el trayecto, algunas gotas comenzaron a caer sobre el parabrisa. Jean miraba de reojo por los espejos retrovisores, y de paso aprovechaba de mirar a Mikasa con disimulo. Observó que abría la guantera para sacar un pañuelo que se llevaría hasta los ojos.
—¿Te gustaría comer algo? Podemos pasar a comprar en el camino y lo comemos en casa— preguntó Jean.
—No tengo hambre cariño, gracias. Solo quiero llegar a casa— respondió sollozando y llevándose nuevamente el pañuelo a los ojos.
—Está bien. Prepararé algo cuando hayamos llegado.
Cuando al fin llegaron a casa, la lluvia ya no daba tregua. Jean intentó estacionarse lo más cerca de la entrada para que Mikasa no se mojara al bajar. Le abrió la puerta de la casa y luego volvió a la camioneta para estacionarla donde correspondía.
Sentía que iba a morir. No podía creer que había ocurrido otra vez. Una vez dentro de la casa, se sacó la bufanda y el abrigo y los colgó tras la puerta. Subió hasta la habitación con un poco de dolor, se sacó las botas, tomó las pantuflas y un par de toallas desde el clóset y entró al baño. Se desvistió con desgano y al ver el reflejo de su cuerpo en el espejo, comenzó a llorar. Se metió a la tina y dejó que el agua que caía sobre sí se confundiera con sus lágrimas.
Se envolvió el corto cabello en una toalla, y se anudó otra alrededor del cuerpo. Se secó y se colocó su camisa de dormir. Caminó hasta el lado de su cama, y se metió dentro a llorar abrazando un cojín. ¿Por qué la vida era tan cruel? Hace tan solo veinticuatro horas se encontraba en el mismo lugar, disfrutando de la compañía de Jean, de ese hombre que siempre la hacía sentir fuera de este mundo, que la hacía sentir amada y deseada. Pero de un segundo a otro, todo volvió a ser gris al igual que hace un año atrás.
Se sentía todo tan extraño ahora, sentía un vacío dentro de sí. Durante cinco meses había experimentado la sensación de nunca estar sola, de saber que había alguien más. Estaba concentrada en sus pensamientos cuando sintió que la puerta de la habitación se abrió lentamente, no quiso mirar. No lo podía mirar. Se lo había prometido, Jean realmente estaba feliz con la noticia, más aún luego de haber tenido la pérdida anterior. Esta vez estaban seguros de que todo saldría bien.
Jean se acercó hasta la mesita que había en la habitación y dejó sobre ella una bandeja con dos tazones de leche con chocolate humeantes, un par de tostadas con mantequilla y miel y dos quequitos de arándanos. El aroma de todo era delicioso y tardó tan solo unos segundos en invadir el lugar.
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One shots- Jeankasa (dof0908)
FanficHistorias inspiradas en imágenes de Jeankasa y en escritos de otros fans del ship.