Baby Jeankasa (parte 2)

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—¿Cómo durmió la mujer más hermosa de esta isla? — dijo Jean al darse cuenta de que su esposa estaba abriendo los ojos.

—Hola amor— le sonrío pestañeando, intentando adaptar su visión a la luz que había en la habitación —dormimos muy bien, gracias ¿Y tú? — preguntó deslizando un dedo por la piel de su pecho.

—El día en que me falte tu compañía en la cama, será el único día que duerma mal— dijo deslizando su mano por el cabello de Mikasa. Ella atrapó la atrapó y la acercó a sus labios para besarla.

—Jean, no quiero levantarme aún... —dijo contrayendo sus hombros para luego voltearse y quedar de espalda sobre la cama.

—No te levantes, si quieres te traigo el desayuno hasta acá— le ofreció.

—No es necesario, ya tengo mi desayuno acá— le dijo volteando la cara para mirarlo y pasar la mano por detrás de su nuca.

Él entendió el mensaje y le sonrío sonrojado. Atraído por la mano de Mikasa que sentía enredada en su larga cabellera, se acercó hasta su boca y sin pensarlo un segundo la invadió con un beso. Mikasa deslizó su mano entre la nuca y el cuello de Jean hasta rozar la corta barba que moldeaba su cara.

Luego de unos minutos, Jean con esfuerzo se separó de esos deliciosos labios húmedos que siempre lo recibían con deseo. Tomó la ropa de cama y la empujó hacia los pies dejándola caer por el suelo para al fin ver el cuerpo de su esposa envuelto en la camisa de dormir que le había regalado para el aniversario. Era de una tela blanca muy delicada, tenía un amplio escote que dejaba al descubierto la piel por encima de sus pechos, y también, uno de sus hombros, ya que la manga se había deslizado por el brazo. Cubría sus bellas piernas hasta debajo de las rodillas y terminaba con un trabajado encaje. Sonrió admirándola. Ante los ojos de Jean, Mikasa era una diosa, más ahora, con ese detalle que la hacía lucir más adorable que nunca. Se sentía absolutamente enamorado de ella, a su lado no podía pedir nada más, era el hombre más feliz.

Jean se acomodó a su lado otra vez, doblando su brazo para apoyar la cabeza sobre el puño y posó su otra mano suavemente sobre el vientre de Mikasa.

—¿Puedo? —preguntó asumiendo que ella sabía la intención detrás de ese permiso.

—Claro que sí Jean, hazlo— respondió en un susurro.

Entonces él deslizó la mano por su pierna hasta tomar el borde de la camisa y la deslizó hacía arriba, dejándola arremangada justo bajo sus pechos. Ambos se miraron con amor y deseo, pero al mismo tiempo desviaron la mirada hasta la mano de Jean que comenzaba a masajear lentamente el vientre de Mikasa. Su tacto era suave y cubría cada centímetro de piel.

—Cada día crece más, estoy ansioso por conocerlo, falta tan poco— le dijo volviendo a mirarla a los ojos.

—Yo también quiero... —respondió sin poder terminar la frase, ya que comenzó a sentir que esa mano grande y varonil empezaba a deslizarse por su vientre y se colaba entre su piel y la ropa interior.

Elevó su mirada hasta encontrarse con la de Jean, quien la observaba con cara de que tenía algo en mente. Ninguno dijo alguna palabra. Sus miradas bastaban para comunicarse.

Mikasa separó levemente sus piernas para facilitarle el trabajo a Jean y se dejó acariciar y amar por él. Después de unos minutos, Jean la tomó por la cintura y la ayudó a sentarse sobre él, con el cuidado de que su enorme panza de siete meses no se aplastara. Continuó recorriendo sus suaves muslos con las manos y llenando de besos su cuello y su escote. A la vez, el sentía las delicadas manos de Mikasa enredarse en su cabello y bajar con desesperación por sus brazos y su espalda.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2020 ⏰

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