Antes de llegar a la última palabra, con la voz perfecta y los movimientos extraordinarios de su cuerpo, al parecer distante al tiempo y las cosas presentes.
Park Jimin dominaba el escenario. Todo cuanto decía era prodigiosámente transparente.
Los matices de su voz se distinguían en el silencio como si él y su compañero compartieran los mismos odios y la misma lascividad con sus detalles más oscuros, sus expresiones iban desde la hipocresía asta el desprecio, mientras el personaje sufría, se desgastaba conmoviendo al público.
Jimin podía reconocer algunos rostros en la primera fila y en los palcos laterales.
Al perfeccionar los sentidos más absurdos, primero entre miradas sombrías y después con una sonrisa ironía que comunicaba más brillo a su tez clara, dirigía sus frases hacia los últimos rincones del teatro.
Se levantaba el telón con los aplausos y los gritos aún más entusiastas. Al agradecer las felicitaciones, con los brazos abiertos y el orgullo moderado, Jimin volvía un instante al centro del mundo. Y a su izquierda, tomando su cintura dándole una mirada llena de deseo, Min Yoongi quería celebrar en su camerino con unas rondas de sexo duro.
Corría el tiempo en el que park Jimin era el dueño de sus más profundas pasiones.
