20 One Shots #20Songs

In your time #1

Papa podría haberse ganado el premio a el peor padre de la historia, pero había amado a mamá con tanta intensidad que en el amor infinito que había tenido por ella había decidido dejarme la hermosa casa que habían construido entre los dos para vivir,  aunque él no fuese capaz de volver a ella por la nostalgia que esto le producía. 

Pobre hombre, su único amor se había ido y verme era recordarla constantemente en un dolor eterno que yo apenas lograba entender. No podría culparlo, siempre había visto por los ojos de mamá, como si la vida fuera brillante con ella, pero una vez enfermó papá no lo soportó y aunque lo entregó todo, incluso su trabajo soñado como maestro de la Orquesta de Viena, cuando mamá ya no pudo respirar más, él se rindió ante todo y se fue, dejando solo una nota donde decía que el deseo de mamá era que tuviera un lugar hermoso donde vivir, así que me dejó la casa y empacó sus cosas para nunca volver. Esto había pasado 3 años atrás cuando tenía unos 15 años y desde eso me había convertido en un ser independiente, o al menos eso consideraba yo, que vivía de algunos ahorros que había dejado mi madre y un seguro de vida a mi nombre que controlaba con tanta minucia que nadie ni siquiera sabía que estaba sola; los vecinos siempre habían considerado que mis padres  viajaban mucho y de algún modo mi mamá había logrado designar a un par de "tutores" que se encargaban de pagar ciertas cosas que no entendía, entre esos los impuestos. 

Mi casa era hermosa, con paredes de cemento y ventanales grandes con visos negros, llena de enredaderas por todas partes que la hacía lucir como una caja de Pandora en medio de una calle llena de casitas tradicionales de dos pisos, por dentro era toda una obra de arte de mi madre, una de las mejores arquitectas rusas hasta la fecha; la casa siempre se veía demasiado grande para mi y aún así encontraba la manera de entretenerme entre tanta inmensidad, no tenía un gran amor por el orden, y eso hacía que la casa no estuviese inmaculada y por muchos meses lo único que se movía por la casa era Caliope, mi gata... una gata que había encontrado en una caja por mi calle a punto de morir al parecer por una pelea callejera; cuando la vi por primera vez sabía que se quedaría sin un ojo pero bajo toda la suciedad en su pelaje había una hermosa gata blanca, tan blanca como yo. Ella me necesitaba y yo la necesitaba a ella también. 

Con el tiempo en soledad había aprendido muchas cosas, el apellido que acompañaba mi nombre ayudaba que me llamaran de muchos lugares alrededor de Estados Unidos para tocar el piano, pertenecía a la orquesta de la ciudad y tenía mención de honor en la preparatoria. 

Una chica modelo, porque no podía ser menos... pero siempre había estado sola, alejada y distante. 

Hasta que llegó él.   

Estaba lloviendo camino a casa pero yo no quería llegar, quería quedarme allí, en medio de la calle empapada como si hubiese salido de esas malas películas de romance que tanto detestaba, pero esa casa no se sentía mía ahora. No quería atravesar la puerta y verlo esperándome y juzgándome ante la verdad.

-¡Luna Ivanova! ¿Qué diablos estás haciendo en medio de esta lluvia?- Escuché a alguien gritar desde un carro negro que venía pasando. Era Matt. Respiré.

-Matt... él, él lo sabe todo - Sollocé, y la voz se me quebró al instante. 

Matt se bajó del carro y le dijo a sus amigos que siguieran, se quitó la chaqueta del equipo de fútbol y me cubrió mientras también se mojaba por la lluvia. Matt era alto, unos 1,80cm de alto con piel bronceada, cuerpo fornido, cabello y ojos negros, con una mirada agresiva que intimidaba fácilmente a cualquiera y unas inolvidables cicatrices en su cuello que mostraban abiertamente un oscuro pasado del que realmente solo sabíamos los 3. Matt era un chico popular, pero era como mi hermano y así como Caliópe, entró a mi casa buscando refugio y una vez entro nunca más se fue. Mi caja de Pandora era suya también.