Capítulo 3. Autopsia de un pollo

14 5 0
                                    

—Hay que deshacernos de esa criatura que viene en camino, no podemos dejar que nos quite todo por lo que hemos luchado. —La voz de una mujer retumbaba en la oscuridad donde me encontraba, había mucho frío y sentía mucha nostalgia y miedo a mí alrededor.

Mi abuela siempre decía que la maldad rodeaba al mundo, uno de los pecados más grandes. La maldad convertía a las creaciones del Dios —Los Humanos— en seres oscuros y algo me decía que esas voces estaban cargadas de esos sentimientos malignos.

¿No te importa que sea tu sobrino? —Preguntó la otra voz con un tono sorpresa—. Eres demasiado cruel Medusa, eso es lo que me encanta de ti.

Me importa lo mismo que me importa su madre, es decir nada. Luche mucho para poder adueñarme de la herencia de mi madre y sabes que luche contra todo para obtenerla, para que ahora venga un maldito mocoso a querer quitarme lo que es mío.

Pero aún no nace... ¿Vas a terminar el problema desde la raíz? ¿Serias capaz de matar a tu propia hermana, solamente para tu propio beneficio?

No la matare... Dejare que su embarazo transcurra normalmente, pero quizás en el último mes un terrible accidente haga que mí querido sobrino no nazca, eso haría que tanto mi madre y mi hermana puedan morir de una maldita vez.

El sonido de una canción hace que despierte y esos sucesos se dispersen. La voz del grupo Fifth Harmony inunda la habitación. Volteo mi adormilado cuerpo en dirección al despertador. Son las seis de la mañana.

¡Qué demonios!

Puedo visualizar la cama de Cori vacía, con el acolchado casi en su totalidad en el piso de la habitación ¿dónde estará? Me levanto y estiro mis músculos, trato de resguardar mis pies del frío con mis pantuflas y procedo a encaminarme al baño.

Lo que veo en este me deja helada —si aún más—. una Corina con una asquerosa crema verde con infinidad de grumos. Parece el vómito del gran danés de la señora Grace y una rizadora de cabello en la mano.

—Hola bella durmiente. —Dice percatándose de mi presencia en el reflejo del espejo—. Pensé que nunca despertarías.

—Son las seis de la mañana, ¿que se supone que estás haciendo? —Pregunto con una punzada en mi cabeza.

—Preparándome para el primer día.

Dios mío has que pueda respirar y cuente hasta diez, antes de rizar su cerebro. Maldición son las seis de la mañana, una persona en su santo juicio debe de estar durmiendo a esta hora, no rizando su cabello. Odio que me despierten —a menos que sea la alarma de mi teléfono—. Así que si puede que pase el día con mal humor.

—Las clases son a las ocho de la mañana ¿porqué demonios estas despierta a esta hora con eso? —señaló la rizador— y eso? —Su vomito facial.

—Toda esta belleza que notas en mí, cuesta mucho tiempo mantenerla. —Es así como me doy cuenta que mi amiga tiene un autoestima tan alto como él Empire State y que se llevaría de maravillas con Ashley.

Son tal para cual.

***

Tomo unos pantalones azules ajustados, una bonita blusa blanca y un abrigo negro, con unos botines del mismo color. Busco rápidamente mi bolso y lo abro para asegurarme de que mis cosas estén ahí, me percato de un molesto papel de osos cariños —El regalo de Ben—. Olvide abrirlo cuando me lo dio en el avión —Soy la peor hermana del mundo.

Te EncontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora