Capítulo 1

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Me despierto de repente asustada y sofocada, otra vez la misma pesadilla. Pongo una mano en mi pecho al notar los fuertes latidos de mi corazón, empiezo a exhalar e inhalar aire tal y como me había indicado el medico, y poco a poco empecé a sentir como se ralentizaban hasta llegar a un ritmo normal. Busqué a tientas en la mesilla de noche el movil, pero al ser tan torpe por naturaleza, cosa que odiaba de mi misma, me di varias veces en la mano con la maldita lamparita, que algún día de estos tiraré a la basura aunque sea lo ultimo que haga.

Cuando al final conseguí cogerlo, miré la hora que marcaba en él, las cuatro de la mañana, genial, siempre me despierto a la misma hora, todos los santos días desde hace al menos dos semanas, por lo menos es verano y estoy de vacaciones y por lo que no me tengo que preocupar de si luego por la mañana voy a tener sueño, la cosas al parecer son así, todos los días tengo la misma pesadilla, y lo curioso, según dicen los medicos a donde he ido, es que nunca cambia.

Al principio estoy caminando por un increible valle donde las pequeñas flores colorean el paisaje con bellos colores. Voy caminando por este hasta subir una pequeña colina y toparme con un inmenso lago donde el agua es increiblemente cristalina y se ve reflejado en ella las nubes del cielo.

Me quedo un rato mirandolo estupefacta y cuando me voy a hacercarme al borde del agua e inclinarme para ver mi reflejo, desaparece, y al levantar la vista me encuentro en medio de un campo de batalla.

El olor a azufre y sangre se siente en el espeso aire. Ante mi hay una gran pila pequeña de cuerpos amontonados y desmembrados, irreconocibles, al alzar la vista veo que el campo de batalla es de estilo medieval, pero con la gran diferencia de que no hay humanos con las típicas cotas de maya y pesadas espadas de acero manchadas de sangre, sino que hay dos bandos claramente diferenciados.

El ejercito que tengo ante mi está formado por esbeltos y musculosos seres de al menos unos dos metros de alto, no sabría decir bien qué son, ya que tienen la piel de diferentes colores. Llevaban diferentes tipos de armas en sus manos, espadas, cuchillos, arcos, ballestas, achas, martillos... y lo más curioso es que todos ellos era que tenian unos pequeños cuernos encima de sus cabezas y tenían alas en su espalda, unas bellísimas alas de piel rascadas, que les llegaban hasta los pies pero sin ser arrastradas por el suelo oscuro e irregular. Pero no eran los únicos, otros seres de cuatro patas corrían de un lado a otro masacrando al enemigo, y había más, muchos más.

El otro ejército era irregular, no los podía apreciar a simple vista entre tantas espadas, alas y garras.

Me quedé completamente paralizada, no sabía que hacer o adonde ir ya que por todos los lados donde miraba habia caos y destrucción, seguramente provocada por esos seres. Al parecer algunos de ellos al alzar la mirada me vieron y empezaron a correr en mi dirección pero yo no podía moverme, estaba abrumada por todo aquello, al llegar a mi posición, cuando el primero me fue a atacar con sus garras y colmillos, un resplandor surgió de mi espalda. Al irme a girar para ver que pasaba, una voz dulce y masculina me susurró al oído.

- Despierta...

En ese momento me abro los ojos y me encuentro en la situación que estoy ahora mismo. No sé por qué empecé a tener estos absurdos sueños y por eso ya he ido a varias consultas médicas para saber si alguien me puede dar una explicación a todo esto. Aunque al parecer ningún médico, neurólogo ni psiquiatra sabe lo que me pasa.

Cansada de todo y como me da miedo volver a dormirme, me levanto perezosamente de la cama. El frío suelo hace que un escalofrío me recorra la columna vertebral. Tiro mi pijama encima de la cama, ya lo recojeré luego. Llego hasta el armario y me visto con mi ropa de deporte, busco las deportivas y me las ajustó bien, voy al baño intentando no hacer mucho ruido. Cuando llego a mi destino, me recojo mi pelo castaño en una ajustada coleta. Prefiero no mirarme mucho al espejo, ya se que debo tener unas buenas ojeras y no quiero deprimirme más de lo que ya estoy. Antes de salir de casa cojo mi brazalete negro, me lo pongo en el brazo e introduzco el movil con los auriculares ya conectados para ir escuchando música. Cierro la puerta de entrada y me dirijo al paseo marítimo andando.

ÁngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora