5.

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Entramos. Caminamos juntos por un amplio pasillo hasta un ascensor. ¿Que puedo decirle? De pronto este pensamiento me aterroriza. ¿De que vamos a hablar? ¿Que tengo yo de común con el? Su voz me sobresalta y me aleja de mis pensamientos.

– ¿desde cuando trabajas en una ferretería-

– hace relativamente poco

Pulsa el botón para llamar al ascensor y casi de inmediato suena el pitido. Las puertas se abren y muestran a una joven pareja abrazándose apasionadamente. Se separan de golpe, sorprendidos e incómodos, y miran con aire de culpabilidad en cualquier dirección menos la nuestra. Hugo y yo entramos en el ascensor.

Intento que no cambie mi expresión, así que miro al suelo al sentir que las mejillas me arden. La joven pareja no dice nada. Descendemos a la planta baja en un incómodo silencio. Ni siquiera suena uno de esos terribles hilo musicales para distraernos.
Las puertas se abren y, para mi gran sorpresa, Hugo me coge de la mano y me la sujeta con sus dedos largos y fríos. Siento la corriente recorriendo mi cuerpo, y mis ya rápidos latidos se aceleran. Mientras tira de mí para salir del ascensor, oímos a nuestras espaldas la risita tonta de la pareja. Hugo sonríe.

– ¿que pasa con las ascensores? -murmura-

Cruzamos el amplio aparcamiento, ¿hacia donde ibamos? No creo que haya una cafetería aquí abajo. El sigue agarrado a mi mano. Salimos por una puerta y da al exterior. ¿Para que hemos entrado si volvemos salir? No digo, y sigo callada, de su mano.

Es un dia bonito, brilla el sol y apenas hay tráfico. Hugo gira a la derecha, y esperamos a que el semáforo cambie. Nunca había paseado con alguien de la mano por la calle. La cabeza me da vueltas, y un cosquilleo me recorre el cuerpo.

50 sombras de un cordobés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora