50 sombras de un cordobés

6.

Andamos cuatro manzanas hasta llegar a Coffee House, donde Hugo me suelta para sujetarme la puerta.

—¿Por qué no elige una mesa mientras voy a pedir? ¿Qué quiere tomar? -me pregunta, tan educado como siempre-

—Tomaré... eh... un té negro. Alza las cejas.

—¿No quiere un café?

—No me gusta demasiado el café.

Mentira, me encanta. El sonríe.

—Muy bien, un té negro. ¿Dulce?

Me quedo un segundo perpleja, pensando que se refiere a mí, pero por suerte aparece mi subconsciente frunciendo los labios. No, tonta... Que si lo quieres con azúcar.

—No, gracias.

—¿Quiere comer algo?

—No, gracias.

Niego con la cabeza y Hugo se dirige a la barra.
Levanto un poco la vista y lo miro furtivamente mientras espera en la cola a que le sirvan. Podría pasarme el día mirándolo...No me gusta el rumbo que están tomando mis caprichosos pensamientos.

Hugo ha vuelto y me mira fijamente.

—Un dólar por sus pensamientos.

Me pongo colorada. Solo estaba pensando en pasarte los dedos por el pelo y preguntándome si sería suave. Niego con la cabeza. Hugo lleva una bandeja en las manos, que deja en la pequeña mesa redonda. Me tiende una taza, un platillo, una tetera pequeña y otro plato con una bolsita de té, mi favorito. Él se ha pedido un café con un bonito dibujo de una hoja impreso en la espuma. ¿Cómo lo hacen?, me pregunto distraída. También se ha pedido una magdalena de arándanos. Coloca la bandeja a un lado, se sienta frente a mí y cruza sus largas piernas. Parece cómodo, muy a gusto con su cuerpo. Lo envidio. Y aquí estoy yo, desgarbada y torpe, casi incapaz de ir de A a B sin caerme de morros.

–¿Qué está pensando? -insiste-

—Que este es mi té favorito.

— Ya veo, ¿es su novio?

Pero ¿que dice?

— Rafa, el de la ferretería.

Me rio nerviosa, aun que con curiosidad ¿por que sabe quien es Rafa? Muchas preguntas entran en mi mente, pero paso de ellas.

— No, solo somos amigos ¿por que has pensado eso?