En algún momento de mi vida recuerdo haber despertado feliz, haría mis cosas, y a las seis de la tarde cuando el sol nos dejaba, caminaríamos de la mano por ese parque que no tenía fin.
Hasta que se hiciera de noche, hasta que me diera frío, tú me regañarías, me dirías sobre mi tonta costumbre de nunca abrigarme, me darías tu chaqueta, pasarían las horas y nos dolería el estómago por tanto reír, a veces llorábamos de risa.
¿Por qué?
Estoy en el parque que no tiene fin, comienzo a notar que en el semáforo de la esquina termina el parque, comienzo a notar que siempre caminábamos dando vueltas.
¿Por qué?
Mirando mi mano noté, que ya no está la tuya entrelazada, noté también que esta tarde tampoco traje mi abrigo.
¿Por qué?
No estás aquí para darme tu chaqueta, y de repente todo es tan familiar que duele.
¿Por qué?
Estoy llorando y no es por reírme.
¿Por qué?
La ciudad ya no brilla como antes, el sonido de los autos es tan fuerte que me rompe los tímpanos, me rompe el corazón.
Estoy sola, tengo que asimilarlo, mi mano está fría, mi cuerpo está frío, y las lágrimas caen como lluvia.
Debí saberlo.
Tú no eras como el sol que nos dejaba cada tarde.
El sol volverá mañana, incluso si está nublado.
Pero tú no vas a volver, porque ya no estás en casa, porque ya no estás en la ciudad, porque ya no estás en el país, porque... Ya no estás vivo.
