Aquel día, la luna parecía tener más prisa por salir. En abrir y cerrar de ojos, el sol se despidió de todos, dándole pasó a su compañera de color blanco.
Su luz era lo único que iluminaba aquellos caminos, por los cuales se hacía cada vez más difícil seguir debido a las gruesas capas de nieve.
Debía tener cuidado, Alicia era consciente de eso a medida que avanzaba en la noche
Nunca se imaginó que aquel lugar quedará tan lejos, y mucho menos que la noche acabaría atrapándola en el camino.
Entrecerraba sus ojos una y otra vez, tratando de ver con algo de claridad el camino
Las luces de su auto, apenas iluminaba un metro más alante de este.
Si alguien se le cruzaba en su camino, no le daría tiempo ni siquiera pensar en detenerse.
Gracias a Dios, estaba segura de que por esos lugares no pasaría nadie. Y mucho menos con la nevada que estaba cayendo.
Tras coger el séptimo bache de la noche, decidió comprobar una vez más la dirección en su GPS. Ya estaba cerca.
-Mierda- murmuró volviendo a pasar los limpiaparabrisas.
Los cristales estaban cada vez más empañados debido a la humedad y al frío de la noche.
Menos mal que decidí traer un abrigo entre sus cosas, pensó mientras abrochaba los últimos botones de este.
Sabía que era una locura andar a esta horas por ahí, y mucho más por aquellos caminos.
Quizás debió esperar. No tenía que ir precisamente ese día, pero en cuanto lo supo no pudo aguantarse.
Esa misma mañana le había llegado el sobre que tanto esperaba.
De color blanco, y con un sello rojo como la sangre, el pequeño sobre había aparecido en su buzón, resaltando entre las habituales cuentas.
Al abrirlo, de inmediato una sonrisa se dibujó en su rostro. Al fin llegaba!!"Estimada señorita Sierra
Debemos informarle que su solicitud para trabajar en nuestro recinto ha sido aprobada. Hemos podido ver su espectacular currículum, y sería un honor que alguien con su talento trabajara con nosotros. El Hospital Psiquiátrico Cruz del Norte estará más que encantado de tenerla entre nuestros trabajadores"Había esperado por esa aprobación durante meses. Y al fin llegaba.
Era su hora de demostrar la capacidad que tenía, y qué mejor lugar para eso que uno de los más prestigiosos psiquiátricos del país?
Una pequeña luz apareció en su camino, apenas unos metros de su auto, en medio de la oscuridad.
A medida que se acercaba podía comprobar la silueta de un hombre. Quizás algún habitante de por ahí, o tal vez un trabajador del psiquiátrico.
Eso era lo más probable, sin embargo, no pudo evitar sentir como un nudo se formaba en su garganta, a medida que se encontraba más cerca
"No pares, no pares" se dijo a sí misma mientras pasaba de largo por su lado
Estaba en lo correcto, era un hombre, y a pesar de no poder bien sus facciones, podía darse cuenta de que era alguien joven.
Sintiendo una extraña necesidad por salir de ahí, puso su pie en el acelerador, levantando más nieve de la que ya lo hacía.
De esta forma, en pocos minutos pudo ver otra luz. Esta vez más grande, pues provenía del sitio que llevaba ya más de una hora buscando.
-Al fin- susurró mientras con su mano derecha buscaba en la guantera el dichoso sobre.
Tal y como le habían indicado debía presentarse ante el director de la instalación, y este le diría las siguientes indicaciones.
Poco a poco, el motor de su auto se fue apagando deteniéndose finalmente frente a las rejas de metal del Hospital.
Por qué demonios todos los psiquiátricos tienen que tener esta pinta tan deprimente? Cuestionó Sierra mientras observaba atentamente la fachada de la instalación.
Al parecer era un tipo de ley. Los psiquiátricos deben tener esta pinta tan terrorífica sino no son aprobados
Rió ante el pensamiento de un juez diciendo estás palabras.
-Estás más gilipollas hoy, Alicia- se dijo a sí misma a la par que salía del auto.
Caminó dos pasos hasta quedar enfrente de la enorme puerta de rejas.
Podía ver el hospital a lo lejos, luego de pasar un enorme terreno cubierto de pasto.
No se veía tan mal a decir verdad. Tenía su cierto encanto.
-El encanto de lo deprimente- murmuró haciendo una mueca, antes de pulsar el telefonillo
Alguien debía responderle, no?
Le dió uno... Dos... Tres... Cuatro... Nada.
-Joder- se maldijo insistiendo una vez más.
-Eh!! Qué hace ahí?- una voz masculina se hizo presente tras sus espaldas haciéndola pegar un brinco en su lugar
Al voltearse, sus ojos lo primero que captaron fue la luz tan parecida a la que había visto hacia unos minutos en medio de la oscuridad.
-Los horarios de visita ya acabaron- volvió a hablar el hombre, esta vez dejando ver su cara.
Era joven, tal y como imagino al pasar con el auto por su lado, aunque no tanto como ella. Su cuerpo, bastante formado a decir verdad, estaba cubierto por una especie de uniforme de color azul.
Seguramente era trabajador del hospital, pensó mirándolo de arriba a abajo.
-No puede estar aquí, señorita- dijo una vez frente a ella
-Eh... Me llamo Alicia Sierra- se presentó -Soy la nueva psicóloga- el chico entrecerró sus ojos dejando bien claro que no sabía de lo que estaba hablando -El director de la instalación me mandó esta carta, indicándome que viniera a...-
-El director le pidió que viniera?- preguntó interrumpiéndola
-Sí, él mismo me solicitó-
La mandíbula del hombre se tensó por unos segundos, para después asentir lentamente
-Sigame- dando un paso hacia la reja
De su bolsillo sacó un manojo de llaves bastante cargado, cosa que no le sorprendió a Alicia.
Solo bastaba con mirar lo enorme que era el lugar, para solo imaginarse la cantidad de habitaciones y salones que poseía.
-Mi nombre es Fabio, y soy el jefe de seguridad de este lugar- habló una vez abierta la reja
-Un gusto, Fabio- dijo Sierra tratando de sonar cordial
-Puede seguirme con el auto. Dentro tenemos un garaje privado para los trabajadores-
-Vale, de acuerdo- asintió Alicia -No quiere que lo lleve?- señalando su auto
El chico la miró dudosa por unos segundos, antes de asentir y caminar hacia la puerta del copiloto.
Una vez dentro, la pelirroja miraba de reojo a su futuro compañero de trabajo. Se supone que debía entablar una conversación con él? O quizás el silencio era lo más indicado?
-Veo que ya trajo sus cosas- dijo el hombre mirando la maleta que reinaba en el asiento trasero -Una sola?- extrañado
-Traje solo lo necesario- le explicó Alicia
-Vaya, es la primera mujer que veo que no lleva consigo como cuatro maletas cuando sale de viaje- rió
-Eso fue un comentario un poco machista, no cree? Y más sino me conoce- dijo seria sin dejar de mirar el camino. Si algo no soportaba en la vida Alicia era este tipo de hombre gallito. Los repudiaba
-Eh...- rascándose la cabeza nervioso -Sí, lo siento. No fue mi intención. Solo trataba de hacer un chiste- le sonrió
-Vale, te lo dejo pasar por ahora- devolviéndole la sonrisa solo por pura cortesía.
El chico no volvió a hablar en el resto del camino. Quizás el temor a volver a meter la pata con quién sería su nueva jefa fue lo que le hizo cerrar la boca de una vez
Por otro lado, los ojos de Alicia apresiaban cada detalle del lugar.
La construcción era como una especie de mansión antigua, la cual tenía leves decoraciones que la hacía lucir más costosa, al igual que terrorífica.
Había leído sobre este hospital en Miles de periódicos.
Su dueño lo había heredado de su padre, y en dos años había logrado convertirlo en uno de los más prestigiosos del país
Dentro de sus instalaciones habían personas de todos los lados del mundo, y con diversos desórdenes. Sin duda ahí, Alicia iba a poder aplicar todos sus conocimientos.
-Hay muchos pacientes ahora?- preguntó curiosa mientras de bajaba del auto
-Mmm... Bastantes a decir verdad- dijo Fabio guiándola hacia la entrada principal -El doctor Fondollosa acepta a todo el que quiera venir y él vea una posibilidad de cura. Por lo cual siempre está lleno-
-Vale- asintió Alicia siguiendo sus pasos
Ante sus ojos verdes las enormes puertas de la entrada se abrieron lentamente, mostrándole el interior del lugar en el que viviría y trabajaría durante los siguientes meses
-Señorita, bienvenida al Hospital Pisquiátrico Cruz del Norte-