Alicia Sierra nunca había Sido de las de madrugar. Ese dicho, de que " Dios ayuda a quien madruga" nunca estuvo presente en su vida.
Sin embargo, aquella mañana fue diferente.
No supo si fue la ansiedad, o el hecho de ser su primer día en un trabajo tan importante, pero a las siete de la mañana ya estaba lista para comenzar su día.
Y ahí se encontraba...
Sentada en su nueva oficina, con su escritorio lleno hasta arriba de expedientes
Fabio había tenido razón. Habían demasiados internos.
Y todos ahora se encontraban bajo su responsabilidad.
Fue revisando expediente tras expediente, notando como cada paciente presentaba características totalmente diferentes.
Podía encontrar desde un psicótico leve hasta el más peligroso de los psicópatas.
Ojeo por encima aquellos que apenas le parecían importantes en ese momento, ya tendría tiempo de conocerlos.
Primero quería ver a los más graves. Analizar qué tan grande eran sus problemas.
Así que empezó a dividir.
Peligrosos y no peligroso.
Adivinen que pila iba ganando?
-Joder- murmuró pasando su mano por la cabeza
Ya llevaba media hora ahí, y aún no iba ni por la mitad de los archivos.
Quizás no sería tan mala idea pedir ayuda, pensó mientras revisaba el siguiente expediente.
"Estefanía Kabila" Leyó detenidamente.
Era la mulata con la que se había topado la noche anterior.
Tal y como pensaba, Kabila tenía un trastorno de personalidad. Bastante grave a decir verdad.
Según su expediente había Sido internada ahí cuando apenas tenía 10 años, debido a que había agredido físicamente a su hermana gemela.
No le extrañaba. Su trastorno de personalidad era capaz de hacerla actuar de una manera casi inconsciente.
De ahí su comportamiento infantil la noche anterior, sus miradas constantes, sus risas... Era una niña.
Una niña con un instinto asesino bastante desarrollado, por lo que analizaba.
-Ho... Uy, persona- la puerta se abrió mostrando a la enfermera rubia de la noche anterior -No sabía que estaría aquí-
-Sí, si lo estoy- se limitó a decir Alicia deseando hablar lo menos posible y volver a su asunto anterior
-Veo que ya te estás aclimatando?- dijo señalando el montón de expedientes que se encontraba sobre el escritorio -Quiere que la ayude?-
-No, no, gracias-
-Segura?- arqueando su ceja
-Segura- asintió Alicia
-Bueno, yo venía a buscar mis cosas. Me toca darle el medicamento a los internos- dijo Macarena caminando hacia un pequeño estante que se encontraba a la derecha de la habitación -No te molesta que guarde esto acá, no?- habló mientras buscaba algo -Es que es el sitio más seguro-
-No, para nada. Puedes seguir haciéndolo- le dijo la pelirroja
-Bien- asintió Macarena dedicándole una sonrisa -En una hora es el almuerzo, y luego podrá ver a su primer paciente. Con miedo?-
-No, cero miedo- negó Alicia -Quizás nervios, pero solo eso-
-No es bueno tenerles miedo. Son personas normales. Solo que piensan diferente- dijo Macarena sonando lo más sincera posible
Alicia asintió deteniéndose en ese pensamiento. Macarena tenía razón, y ella también compartía ese pensamiento con ella.
Que tuvieran esos problemas no los hacia menos que otra persona.
La rubia ya estaba por salir con los medicamentos, cuando por la cabeza de Alicia pasó una idea.
Puede que rodeada de expedientes se hiciera una imagen de sus futuros pacientes, pero qué mejor forma de conocerlo que verlos en vivo.
-Macarena!- la llamó haciéndola detenerse
-Sí?- dando media vuelta con la bandeja en la mano
-Puedo acompañarte?-
Los ojos de la rubia se abrieron sorprendidos. No sé esperaba eso.
-En serio?- no pudo ocultar su asombro
-Sí, por qué?- parándose para llegar su lado -Te molesta?-
-No, para nada. Es solo que ningún otro médico había querido hacerlo antiguamente. Solo se limitaban a ver a los pacientes durante la hora indicada, ni más ni menos- relató Macarena observando atentamente a la pelirroja
-Pues déjame decirte, que yo no soy igual a ningún otro médico que hayas visto- dijo finalmente Alicia guiñándole un ojo, para luego salir de la oficina.
Tal y como le había dicho Macarena, era la hora de los medicamentos de la mitad de los pacientes. De los menos peligrosos, según ella.
-En el jardín solo pueden estar los internos que están controlados. Aquellos que ya han pasado por la peor etapa y no están en crisis- explicó la rubia
-Son muchos?- quiso saber Alicia a medida que se acercaba a la puerta que daba hacia el patio
-Más de la mitad a decir verdad. Solo unos pocos permanecen encerrados aún- dijo la rubia abriendo la puerta finalmente y dejando ver el hermoso patio que las esperaban.
La primera cara conocida que vio Alicia fue la de Fabio.
Este se encontraba con un par de hombres a lo lejos, vigilando con la mirada cada movimiento de los internos.
Notó también la presencia de varios enfermeros, los cuales se encargaban de acompañar a sus pacientes correspondientes.
Había de todo tipo y de todas las edades. La variedad de pacientes era increíble. Pero más aún lo bien que se veían.
-Sin duda el señor Fondollosa ha hecho un buen trabajo- murmuró Alicia observando todo el jardín.
Los internos de veían bien, incluso hasta... Felices?
-Sí, el señor Fondollosa es lo mejor que le pudo pasar a este lugar. Debería verlo con los pacientes. Los trata como amigos. Es muy buen hombre- concordó Macarena
-Te ayudo?- viendo como colocaba las pastillas en sus vasos correspondientes.
-Eh? Si. Cada vaso tiene un nombre y las pastillas indicadas. Solo tienes que...-
-Hola!!- la presencia de una chica sobre Macarena interrumpió su explicación, y fue sustituida por unas risas -Hola!! Hola!!- volvió a gritar la chica de forma eufórica agarrada del cuello de la chica
-Rizos, para- pidió la rubia entre risas.
Alicia miró la escena reconociendo rápidamente a la interna. Ya la había visto una vez y había leído su expediente.
-No, por qué? Me gusta abrazarte- dijo la mulata sonriéndole
-No vas a saludar a la doctora?-
-Hola- se adelantó Alicia
-Hola- respondió Estefanía -Me gusta tu pelo- señaló sonriéndole de una forma inocente
Era una mujer niña después de todo.
-Alicia, Rizos te llevará a los pacientes indicados. Ella sabe- dijo Maca
-Segura?-
-Sí, ella es como mi mano derecha- le explicó -Y así se siente importante- murmuró para que la pelirroja solo la oyera
-Vale-
-Ven. Vamos- dijo la chica tomando la bandeja y indicándole a Alicia el camino -Me caes bien-
-Me alegra saber eso-
-Eres diferente- observó Estefanía antes de seguir caminando con una sonrisa
El primer paciente al cual se acercaron fue a un hombre de mediana edad
Antes de llegar definitivamente a él, Rizos le dijo que le decían Arturito. Y que era un cincuentón deprimido que había intentado suicidarse varias veces pues sentía que no había conseguido nada en la vida.
Tal y como Rizos le había dicho, este no dijo ni una sola palabra. Solo se tomó sus pastillas, y bajó la mirada
-Me da pena. Necesita un poco de mi alegría- comento la mulata brincando de forma divertida frente a Sierra
La siguiente fue una chica.
Alicia la reconoció enseguida pues había Sido el primer expediente que había leído esa mañana.
Saray Vargas se llamaba, según recordaba de su lectura.
Era una joven de 23 años, la cual había perdido la cordura luego de un terrible suceso
Según lo leído, Saray había sido violada durante un robo que ocurrió en su casa.
Al violador no solo le bastó con abusar de ella y robarle, no, también mató a su pareja y a su pequeña bebé.
Por eso, ella había perdido cualquier gota de cordura que podía haber en su cabeza. Y no era para menos.
La vida la había golpeado de la peor manera.
-Hola, gitana- le dijo Rizos acercándose y dejando un beso en su frente
La mirada de Saray estaba totalmente perdida, pero al sentir la voz de la mulata una sonrisa se dibujó en su rostro.
-Mira, ella es la doctora Sierra. Es linda, no?- insistió Rizos haciéndola sonreír
-Buenas, Saray- habló Alicia mientras analizaba las ojeras que la chica poseía
-Hola- murmuró la gitana mirándola por unos segundos -Eso me ayudara a dormir?-
-Sí, lo hará- asintió Alicia dándole el medicamento -No duermes bien regularmente?-
-La noche me trae malos recuerdos- se limitó a decir la gitana antes de volver a mirar a la chica que se encontraba a su lado.
Alicia observó la interacción entre ambas. No sabía mucho más allá de lo que decían los papeles sobre Saray, pero la forma en la que miraba a la Rizos, le hacían entender que aquella mulata con mentalidad de niña le hacía bien
-Estefania- la llamó la pelirroja dándose cuenta de que aún le quedaba un medicamento por entregar -A quién debo...?-
-Ah, te queda "La sombra"- dijo Kabila con simpleza
-Quién?-
-Así le dicen por acá de cariño, pues no dice una palabra- explicó la chica -La vas a encontrar por allá- señalando unas columnas -Le encanta estar sola-
-Y cómo se llama?-
-Mmm, pues no sé. Cómo se llama realmente la sombra?- le preguntó a Saray
La gitana miró hacia la dirección que había señalado la Rizos, y tras pensarlo unos segundos dijo su respuesta.
-La sombra se llama Raquel-