Yellow (II)

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Una hora después llegaba, derrotada, a mi habitación. Bañada por la misma luz tenue que me había maravillado con anterioridad, tal como la había dejado. Yo, en cambio, me sentía diferente. Me sentía en calma.

Recuerdo los nervios asentados en mi estómago desde que escuché aquella canción, apenas unas horas antes, y se habían evaporado para dejarme el mar de mis entrañas quieto como un plato.

Hablar con Isaac había sido duro; pero engañarlo, engañarme, hubiera sido insoportable. Ni quería ni podía jugar con sus expectativas sobre nosotros cuando una falsa boda se me hacía un mundo, pero la pieza que me hizo decidirme había sido su jodido discurso.

Sus palabras apenas me conmovieron. Le esuchaba proclamarme su amor como quien recibe el parte del tiempo. Nada en comparación con la sacudida de mi cuerpo solo con ver a Natalia allí plantada, parando mi falsa boda a lo Julia Roberts. Su intensidad me volvía loca.

En todos los sentidos.

Se había cogido un puto avión hasta ibiza, que a saber cuanto le había costado, solo porque pensaba que me estaba casando. Me mordí la sonrisa por dentro.

Qué pava.

Ni me molesté en encender la luz, fui directamente al pequeño balcón con mi tabaco en la mano. Dos cigarrilos en un día... Es que no cualquier día se presenta tu ex para frenar tu boda y dejas a tu novio.

Las estrellas seguían donde las había dejado y casi podía escuchar la maldita canción en mi cabeza. A pesar de la calma que se había instalado en mí, había alguien que me seguía rondando la conciencia.

Exhalé.

Una mirada al jardín me bastó para localizarla. Apoyada sobre una de las columnas de la entrada, con una pose relajada que le daba esa apariencia inaccesible, se fumaba un cigarro igual que yo.

Pero no igual que yo, pues un gesto poco perceptible la delataba. Se tocaba el septum nerviosa. Probablemente, su cabeza llevaría más revoluciones que un ferrari.

Se había quitado la camisa blanca, que ahora reposaba sobre su hombro derecho, para quedarse en un top negro que le hacía de segunda piel. Sus tatuajes quedaban por fin a la vista, a la par que su abdomen de ensueño.

Uf, calma.

Entonces, el baile de sus dedos en el piercing se detuvo y apagó el pitillo con ímpetu. Dió un par de vueltas y apoyó sus manos en la columna que antes la recogía. Llevó una de ellas a su cara con rabia y pude intuir que estaba llorando, aunque no distinguía las lágrimas desde aquí.

Algo se me movió dentro y, sin pararme a pensar, ya me encontraba escaleras abajo.




Mientras en la parte trasera del jardín

- Sí, tía, y ya me ves a mi tosiendo. Pero, tosiendo en plan que me tragué el chicle, ¡de la intensidad!

- JAJAJAJAJAJAJAA- la madrileña se retorcía de la risa, despatarrada en aquella toalla, que les hacía de picnic improvisado, entre botellines vacíos de cerveza.

- Total, que ya veo que la cosa avanza y Alba decía el 'sí, quiero' y yo dándole codazos a Jau, en plan, no lo voy a hacer yo todo- paró para darle un sorbo a su Estrella Galicia, que ya estaba tibia del tiempo que llevaban hablando- Y preguntan que si alguien se opone, Mari. Se hace el silencio- narra la pamplonica con dramatismo-, nos miramos nerviosos esperando un grito que no llega. Los segundos más largos de mi vida y yo rezándole a la virgen de las bolleras que mi chavala llegue. Y nada, el cura parece que va a hablar cuando...

wedding chapel -albayaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora