Tercera (III)

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Dos bocas peleaban encarnizadas por el control. Dos alientos que contrastaban con lo fresco del aire de las últimas noches del verano. Dos respiraciones agitadas que marcaban el ritmo a un tango de deseo que empezaba a esas horas de la madrugada.

Dos melenas rubias las delataban. Apenas veían mas allá de sus rostros nublados, mas allá de su sonrojo y de sus manos inquietas. Chocaban contra cada superficie que encontraban y, en ese caso, fue el turno de la puerta que daba a la planta baja del hotel.

Sus cuerpos, entes limitados, se vieron obligados a pedir aire y, lamentablemente, tuvieron que separarse. Pero no demasiado. Lo justo, lo suficiente, como para ver una estampa que calentaría sus pechos y elevaría sus comisuras.

Ambas se miraron sonrientes cuando vieron a una alta morena y una pequeña rubia enfrascadas en un momento tan íntimo. Si no las conocieran, pasarían por un matrimonio por la complicidad que destilaban apenas sin rozarse. Sus cuerpos solo se tocaban en un tímido y disimulado roce de manos, pero sus presencias parecían acoplarse a la perfección.

Una idea se cruzó al mismo tiempo en la mente de las dos chicas; una encerrona hecha con buena fe. No les hizo falta intercambiar palabra, ambas intuían el plan maestro del que serían artífices. Ici tomó la delantera y besó a María, al tiempo que la arrastraba al interior del hotel.






Fuera con las chavalas


Natalia bostezaba ya por décima vez. El viaje improvisado y la emoción vivida la habían dejado francamente exhausta. Aún así, se mantenía en silencio queriendo exprimir el tiempo con la otra al máximo, por si fuera su última oportunidad de tener un momento así con ella.

Alba por su parte comenzaba a calarse por el frío, dado que seguía en tirantes. Le daba miedo romper ese espacio sin palabras que habían creado y tener que empezar a tomar decisiones. Todo le resultaba tan familiar que se sentía sobrecogida.

Un nuevo bostezo de la más alta fue lo que le hizo quebrar ese bonito silencio no pactado.

- Te mueres de sueño.- afirmó con ternura.

- Qué va,- otro bostezo- es un reflejo.

- Reflejo mis cojones jajajajajaa- rió tímida la rubia- Venga, tira, vamos a la cama.

Ante la mirada socarrona de la pamplonica, Alba se sonrojó y añadió:

- Cada una a la suya, imbécil.

- No he dicho nada.- empezó a caminar la morena con una sonrisa ancha.

Alba se quedó un poco rezagada. Esa actitud juguetona en Natalia, esa sonrisa chulesca pero adorable, la ponían a cien. La alta se giró y, aún con ese gesto, la miró.

- ¿Vienes o qué?

- Voy, voy.- apuró la ilicitana.

Ya salían del ascensor a su pasillo cuando sus mandíbulas tocaron suelo, desencajadas. Dos rubias se deboraban con ansias y se metían mano entre risas. Rebotaban de pared en pared hasta llegar a una habitación que Natalia reconoció como suya. Mierda, pensó.

Alba, mientras, se encontraba en shock, con los colores subidos y la mirada gacha. Parece que algunas se lo van a pasar bien esta noche.

- Joder.- dijo, invadida por una vergüenza impropia de ella.

- Pero, ¿estas dos...?- contestó la morena.

- No lo sé, tía, qué fuerte.- remató Alba.

Silencio.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2020 ⏰

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