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Plac. La pelota voló por encima de la red a doscientos ocho kilómetros por hora y golpeó justo dentro de la línea de fondo, impulsada por un tremendo saque con efecto que a la jugadora del otro lado le resultó imposible de alcanzar. Hasta al recogepelotas le costó darle caza al salir disparada en una dirección que no se esperaba. La jugadora que servía esperó a que el chico se quitase de en medio y a que su adversaria se preparase antes de soltar otro cañonazo.

—Señoras y señores, ésta es la clase de tenis que se echaba en falta en Wimbledon desde los tiempos de Martina. Estamos antes una asombrosa exhibición de tenis potente y sin fisuras —el comentarista se dirigía en voz baja a través del micrófono de la cabina a los aficionados al tenis que estaban viendo el partido desde sus casas. En la pista central, la multitud aplaudió cuando el marcado acento inglés dijo:

—Cuarenta a nada.

—Sí, Jiyong, parece que Jeongyeon ha empleado su estancia en Inglaterra después del torneo francés para trabajar el primer saque y Lalisa lo está lamentando. Era lo único que faltaba en el arsenal de Jeongyeon y ahora su ajuar parece completo. Jeongyeon ha madurado y se ha convertido en una jugadora sobresaliente —continuó la comentarista. Por un instante, la mujer que estaba detrás del micrófono revivió lo que se sentía al estar tan cerca del codiciado título que sin duda iba a ganar Kim Jeongyeon al final de la mañana. La gente volvió a ponerse en pie cuando “Kong” se apuntó otro saque directo para ganar el tercer juego consecutivo del primer set.

Kim Jeongyeon era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para conseguir que llevase sus marcas. Con una estatura superior al metro ochenta y cinco, el pelo castaño oscuro con algunas mechas cortado a media melena, la piel levemente marcada por las horas que se pasaba al sol y ojos cafés claros, estaba claro que había nacido para favorita.

Cualquiera que la viese en una pista de tenis tendría que haber estado ciego para no ver el fuego que la impulsaba a ganar. Sus adversarias, fuera cual fuese su posición en el ránking, se encogían al ver su nombre en el tablón para su siguiente partido. La potencia de la que hacía gala en la pista había hecho que los aficionados le pusieran el apodo de Kong, y Jeongyeon no era de las que defraudaban, pues había llegado a la final sin perder un solo set y perdiendo tan sólo ocho juegos durante toda su estancia en Inglaterra.

—Lalisa tiene que ser más agresiva en la red si quiere volver al partido —les dijo Jiyong Kwon, ex campeón en categoría masculina, a los otros dos con quienes compartía la cabina. El gentío apagó el resto de lo que estaba diciendo cuando Jeongyeon devolvió un globo con tal fuerza que la pelota rebotó en las gradas detrás de su adversaria, Lalisa Manoban, después de haber botado justo dentro de la línea de fondo.

—Nada a cuarenta —dijo la juez de silla por el micrófono, señalando el lado de Kim a partir de la red, y a continuación—: Juego, señorita Kim.

Lalisa volvió a colocarse al resto, con aire ya derrotado, mientras Jeongyeon le echaba una sonrisa de triunfo a su entrenador, que estaba en las gradas. Sentada a su lado estaba la invitada de Jeongyeon al partido, sonriendo a su vez a la jugadora número uno del mundo. Después de recoger el título, volverían a Estados Unidos para pasar el resto del verano preparando el Abierto y, después de la temporada agotadora que llevaba, Jeongyeon tenía ya más que ganas.

Plac. La pequeña pelota amarilla pasó volando a pocos milímetros por encima de la red y aterrizó justo dentro de la línea. Jeongyeon agitó el brazo en el aire, satisfecha con el lanzamiento, y el público se puso de pie.

—¡Menudo cañonazo, Chaerin! —exclamó el tercer comentarista mientras Lalisa corría desesperada detrás del saque.

—Silencio, por favor —dijo la juez, pues el público estaba de pie otra vez coreando “Kong”. Menos de cuarenta minutos después, Jeongyeon estaba haciendo su reverencia y levantando el trofeo del torneo individual femenino por encima de la cabeza. Dio una vuelta completa a la pista para que todos los presentes pudieran ver la bandeja de plata que llevaba en las manos. En una ocasión durante una entrevista, había dicho que las victorias eran tan suyas como de sus seguidores y a Jeongyeon le gustaba compartir el momento con los que habían pagado la entrada para venir a verla. Se detuvo por fin ante Jackson Wang, su entrenador.

Juego, Set y Partido - [Jeongmi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora