viii. baile de navidad

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Eira sonrió ante el espejo

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Eira sonrió ante el espejo. Estaba feliz. Esa noche iría con Neville al baile de navidad y no sabía como senrirse. ¿Le gustaba ese chico? Sí. ¿Lo admitiría en voz alta? No, casi no se permitía ni pensarlo. Además, que él le hubiese dicho que iban como amigos no ayudaba a que la rubia admitiese sus sentimientos. Sabía que no se conocían tanto, pero había algo en el que hacía que desease conocerle más.

Wow. — se le escapó a Neville cuando vio a Eira bajar las escaleras.

Hola Nev.— le saludó ella nerviosa. Iba con un suave vestido color amarillo, su color favorito, con pequeñas flores y detalles blancos.

Estás, uhm, estás — intentó articular el joven.

Ella se sonrojó bajo la dulce mirada del castaño — Gracias, tú también. — le ayudó.

Eira notó como su corazón se encogía cuando Neville le tendió su mano. La tomó, notando un escalofrío cuando sus dedos se rozaron. Sus manos parecían encajar a la perfección, entonces ella entrelazó sus dedos, y no pudo recordar un solo segundo en el que se hubiese sentido mejor.

Entraron al gran salón decorado de azules, y Neville notó las miradas llenas de expectación que les inundaron, todos miraban a su preciosa acompañante, lo que le hizo sentir inseguro. Lo que no notó, fue que ella solo le miraba a él.

¿Bailamos?— preguntó la rubia.

Neville tragó saliva — No sé bailar. —admitió timidamente — He practicado, pero...

Eira tiró de él hacia la pista, le guió para poner sus manos en su delgada cintura y ella posicionó las suyas en los hombros de él.

Ves, es muy fácil.

Él se limitó a sentir. No había estado tan cerca de Eira nunca, respiró suavemente notando el aroma a galletas de la joven. Casi ni pudo oir a la rubia cuando le habló.

¿Qué? — preguntó él confuso.

Eira rió levemente — Que me alegró mucho que me invitases. Realmente quería venir contigo. — admitió. Sonaba tan raro, era la primera vez que lo decía en voz alta.

Él se sonrojó — Sí, bueno... Fui un poco cobarde. — suspiró, era su momento. Le diría que lo de "como amigos" lo añadió en un momento de pánico. — Eira, yo...

— ¡Eira! — su momento se acabó cuando, Freya Myers se acercó alegremente hacia ellos. — Eira estás preciosa, tú también vas muy guapo, Neville.

Cuando ellos se miraron fugazmente a los ojos Freya entendió todo. Tal vez porque era descendiente de la Diosa del amor, o tal vez porque era evidente para cualquiera que se fijase un poco. Eira y Neville estaban hechos el uno para el otro. Ambos tan rotos, tan débiles, pero luchando cada día por sanar un poco más. La ironía de los poderes de Eira era que lo único que no podían sanar era a ella misma. Llevaba años sin sonreir, distanciándose de la gente, sin socializar, y ahí estaba ella: en el centro de la pista, con una inmensa sonrisa provocada por el tímido gryffindor de ojos avellana y mejillas sonrojadas. Aún eran jovenes para comprenderlo, pero eso era amor. Torpe, inocente y aún algo superficial, pero amor.

Cuando Neville le acompañó hacia su habitación no pudo evitar pensar que era un cobarde, que debía arriesgarse.

Buenas noches Neville. Lo he pasado genial. — dijo ella depositando un suave beso en su mejilla.

Justo cuando se giró, él le tomó rápidamente de la mano. "Espera" logró decir. Notó como el sudor recorría su frente. "Ahora ya no hay marcha atrás", pensó.

¿Pasa algo? — preguntó la francesa ante el silencio de su acompañante.

Sí. Yo, em, yo...

Ella sonrió levemente — Si quieres podemos hablarlo otro día.

No. — se apresuró a decir — Yo... Fui un cobarde, Eira. Cuando te dije de venir al baile, yo... Bueno.

El corazón de Eira empezó a latir rápidamente,   a la misma velocidad se acumuló la sangre en sus blancas mejillas. ¿Le gustaba a Neville? Él no lo había dicho así, al menos de momento, pero no importó. Su mirada viajó al gryffindor que tenía frente a ella, un chico tímido, cuyo rostro reflejaba nervios, timidez y amor. Él había dicho que era un cobarde, pero ella creía que era muy valiente por exponer sus sentimientos así, sobre todo porque era lo que más le costaba a ella.

Pienso igual. — añadió ella. Miró fugazmente sus manos, aun unidas y sonrió un poco más. — Y me alegra que tú pienses así.

Neville sonrió ampliamente — Buenas noches, Eira. — dijo soltando suavemente su mano.

Buenas noches, Neville.

No hizo falta más; ni un beso, ni palabras vacías, nada. Tan solo una mirada cómplice y dos sonrisas, para que ambos se sintiesen queridos, cómodos y entendidos.

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⏰ Última actualización: Apr 13, 2023 ⏰

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Eira | Neville LongbottomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora