¿Una carrera?

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A la entrada del parque de almendros, justo antes de la enorme cuesta recién adoquinada, estaba esa chica bajita del taller de autodefensa. Con la respiración entrecortada y apoyando las manos sobre sus muslos, intentaba tomar aliento antes de seguir con su carrera matutina. Sus años de fumadora le pasaban factura, pero estaba tan feliz de haberlo dejado, que se había prometido cambiar de vida por completo. Con aquella, ya eran 5 mañanas saliendo a correr, con un batido verde asqueroso esperando en casa, "lleno de antioxidantes". Resopló y miró de nuevo la cuesta. Le dolía el culo sólo de mirarla. Estaban muy bien aquellas mayas grises, que se pegaban a su piel marcando sus caderas, pero "aunque la mona se vista de seda..."

- Vale, estoy lista. Paso la cuesta y a casita a darme una ducha. Y ya solo me quedará un día para poder descansar y dormir a pierna suelta. ¡Dios! Pero qué ganas tengo de que llegue ya, qué mal se me da esto de ser runner. – Se lamentaba casi en un susurro.

- ¿Una carrera hasta la cima?

Como salida de la nada, una morena preciosa estiraba los músculos a su izquierda. Con su media cabeza rapada y una sonrisa amplia y despreocupada, hacía que unos simples vaqueros fueran, de pronto, la prenda más sexy que Clara había visto. Se le fue la pereza de un soplo y no se le ocurrió nada más que preparase y aceptar la invitación. Por supuesto, salió lo más rápido que pudo, tras una palmadita en el brazo de la desconocida para que ésta también empezara a correr detrás de ella. Clara escuchó una corta carcajada y unas pisadas rápidas, con las que compitió hasta la última baldosa. Cada vez que la morena le adelantaba, le costaba no fijarse en su culo o su melena al viento, así que se obligaba a correr más para perderla de vista. Igual por eso consiguió ganar, por los pelos, siendo la primera en dejarse caer en el primer banco que encontró.

- Vaya, vaya. ¿Para eso tanta trampa? – Llegaba cansada la chica, que parecía no perder nunca la sonrisa.

- ¿Trampa? Jamás.

Rieron tranquilas ante la mirada inocente de Clara y las dos se sentaron en el banco, para recuperar la respiración. Clara ofreció, sin pensárselo, su botellín de agua y la morena bebió sedienta, dejando que algunas gotas cayeran por su cuerpo para refrescarse. Correr en agosto no era tan buena idea como parecía.

Mientras tanto, los ojos de Clara se perdían en el pecho sencillamente abultado de aquella chica. Vestía una camiseta holgada, que se pegaba a su cuerpo con las gotas de agua, pero que sólo dejaba intuir lo que escondía debajo: esos pechos que subían y bajaban, cada vez más tranquilos, al contrario que los de Clara. El vuelo de la camiseta adelantaba la figura de su vientre, con unos músculos sin marcar, pero indudablemente tensos tras el esfuerzo. ¿Qué le llamaba tanto la atención, entonces? Era un cuerpo normal, de caderas anchas y curvas poco definidas. Sin embargo, algo en Clara le empujaba a querer sentirlo más cerca.

- Soy Clara, por cierto, que no me he presentado. – Alargó la mano extendida.

- MJ, encantada. – Devolvió el apretón y con él la botella de agua.

- Y, dime, MJ... ¿haces esto a menudo?

- ¿El qué? ¿subir la cuesta corriendo? – Siguió sonriendo a Clara, sin apartar la mirada de sus ojos marrones.

- Sí, eso y empujar a desconocidas a hacer estas locuras.

- Bueno, es que me gustan las chicas que hacen locuras. – Guiñaba divertida MJ.

La tranquilidad con la que hablaba le hacían dudar a Clara de si la frase tenía doble intención. Se había sentado cómodamente, apoyando todo su peso en el respaldo y dejándose caer, pero esa forma de mirar y esa sonrisa blanca y honesta tenían algo especial. Por algún motivo, Clara sentía que conocía de algo a esa extraña mujer. O quizá eran las ganas que tenía de conocerla las que le animaban a no perder detalle de sus movimientos.

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