Vacaciones

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Senku había sido obligado a tomar vacaciones de verano por su padre y su madrastra Lillian, que lo enviaron en contra de su voluntad a la isla de Okinawa, a "disfrutar" de la playa Ishigaki que supuestamente era una de las más bellas y hasta le habían comprado un yate. Bien que su familia era asquerosamente rica pero eso no justificaba su amor por derrochar dinero.

Había comenzado su carrera como científico hace ya tres años y le estaba yendo muy bien, se había ganado reconocimiento a nivel mundial y amaba su trabajo, no estaba estresado como su padre tanto juraba… Bien que había pasado unos cuantos días sin dormir pero eso no significaba que necesitara estúpidas vacaciones de verano. Se le habría quitado solo con un fin de semana libre y con un simple colchón y una almohada, la isla paradisiaca era completamente innecesaria.

Pero aquí estaba ahora… llevaba dos días en altamar y no pensaba volver por el momento, aunque tampoco se había alejado tanto del mar territorial pero le gustaba la sensación de completa soledad y quería pasar al menos otro par de días allí. El yate era grande, trajó todo lo que pensó que podría necesitar y lo mejor de todo: no tenía que lidiar con mujeres.

Era un científico muy reconocido y soltero a sus veinticinco años de edad, y casi podría haber jurado que Byakuya y Lillian habían hecho alguna conspiración con las mujeres de Okinawa para que no dejaran de acosarlo en toda su estadía allí. Después de solo dos días se cansó de todo, tomó el yate y se largó de la playa y del hotel.

Y debía admitir que la experiencia en el yate no era tan mala. El clima era agradable, las aguas tranquilas y todo lo que se oía eran las olas y una ocasional ave graznaba de vez en cuando, pero no lo molestaba. Era un ambiente perfecto para ponerse al día con libros de aventura y fantasía semi-científicos que le resultaban muy interesantes.

Quizás se quedaría el resto de las vacaciones allí, ya que no era de marearse fácilmente y tenía provisiones de sobra. Definitivamente no tenía ningún interés en las playas, por más hermosas y turquesas que fueran las aguas en la costa. Y lo mejor de todo era que nadie podría perturbar su paz.

...O eso pensó hasta que un día, mientras navegaba en línea recta solo para pasar el rato, sintió un golpe en el barco y escuchó algo que le heló la sangre: un grito de mujer.

De inmediato apagó el motor del barco y se asomó por la proa, llegando a ver una delgada mano asomarse por la superficie del agua antes de hundirse.

Entró en pánico y sin siquiera pensarlo dos veces saltó al agua, nadando desesperadamente hacia donde vio la mano, asustándose todavía peor al ver un rastro de sangre difuminándose en el agua.

¡Mierda, mierda, mierda!

Siguió la sangre hasta que finalmente encontró a la chica, apenas visible debido a que se había hundido varios metros y la luz del sol no llegaba muy bien, pero aun así él luchó con todas sus fuerzas para nadar hacia ella y tomó su muñeca, jalandola hacia arriba.

No obstante, no era muy fuerte que se diga, y le estaba costando llegar a la superficie. Por un momento creyó que no lo lograría, pero entonces la chica abrió los ojos y lo miró fijamente.

Él iba a hacerle un gesto de que debían subir, sin embargo ella no lo dejó decir ni hacer nada. Repentinamente tomó los lados de su rostro y lo besó.

Senku abrió los ojos desmesuradamente, sin poder creer ni un milímetro lo que esa loca estaba haciendo con ellos en una situación de vida o muerte.

Semana SenHaku 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora