Una leve sospecha

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Entré a casa con ganas de gritar lo más fuerte posible que aquel chico con el que yo pensaba que nunca tendría una mínima oportunidad estuvo a punto de besarme, no lo podía creer sentía que todo lo que estaba pasando era un sueño, me pellizque tres veces para tratar de despertar, pero sentí dolor y felicidad al saber que todo era real. 

Al asomarme al living escuché a mi madre hablando con alguien, el cual tenía una voz muy familiar, me quedé pensando unos segundos hasta que logré reconocer aquella voz, era Gastón un señor de pelo castaño, alto 1,82 aprox., una sonrisa muy cálida al igual que su mirada, sus ojos color azules y sus pestañas largas y gruesas era lo que más resaltaba en su rostro bronceado, él era amigo de mi madre y abogado de la familia. Gastón, Leticia y mi madre son mejores amigos desde la primaria, tanto era la amistad que los tres tuvieron hijos el mismo año en el mismo mes, Wyatt el hijo de Gastón nació el 2 de enero, Kara, Wyatt y yo éramos buenos amigos, pero cuando tenía 7 los padres de Wyatt se separaron. La mamá y el Papá de Wyatt arreglaron que él viviría con Jennifer su madre y que con Gastón pasaría las vacaciones. Y así fue como Jennifer se fue junto con Wyatt a The City Moon, la cual era una ciudad a 6h de Sunflower desde ese día no volvimos a tener comunicación con Wyatt.

Entre al living para saludar, estando ahí vi a mi madre algo triste, pero al verme trató de disimular su tristeza con una sonrisa la cual sabía bien que era fingida. Luego me fijé en Gastón, quien tenía una cara seria dado al tema de su conversación. 

–Hola –saludé algo preocupado ante la situación. –¿Pasa algo? –Puse la mirada fija en mi madre esperando una respuesta. 

–¡Hola Angel! –saludó Gastón parándose del sillón, para luego dirigirse hacia mi–. ¡Wao! Mira lo alto que estás –Se acercó dándome un fuerte abrazo–. Por cierto, Wyatt te manda saludos –dijo separándose de mi para luego caminar y sentarse a lado de mi madre. 

–Gracias, mándale mis saludos también cuando lo veas –Me acerqué a mi madre agarrando su mano–.Mamá ¿Por qué estás triste? –pregunté al no tener respuesta a mi pregunta anterior. 

–Nada cariño, solo recordaba aquellos tiempos de mi secundaria junto a Gastón y sentí nostalgia –Suspiro acariciando una de mis mejillas. 

–Bueno –Me levanté dejando un dulce beso en su mejilla–. Me voy a mi habitación, que tengan buenas noches –me despedí antes de salir de aquel lugar para luego subir las escaleras y dirigirme a mi habitación. 

Antes de entrar a mi habitación vi que mi hermano salía de la suya.

–¡Ey! –lo llamé. 

–¿Qué pasa? –me preguntó acercándose. 

–Nada –le respondí–. Bueno si pasa algo- añadí. 

–¿Qué es? –Jugaba con sus llaves como si estuviera algo apurado.  

–¿Sabes a que vino Gastón? –pregunté. 

–Ni idea ¿por qué?  –interrogó.

–Nada solo que cuando entré al living vi a mamá algo triste y a Gastón algo serio –respondí encogiendo los hombros. 

–De seguro son cosas de adultos, si sucediera algo ya nos lo hubieran dicho –Dió un giro a sus llaves en su dedo –Bueno ya me tengo que ir que se me hace tarde–.

-¿A dónde vas?- pregunté antes de que se alejara. 

–Salgo con Alan y el resto de los chicos –habló para luego salir corriendo.

La comunicación con mi hermano ya no era la misma que antes, al crecer él se fue juntando más a sus amigos y yo a los míos. Teníamos horarios diferentes, cuando yo salía él estaba en casa y cuando yo llegaba él salía. A parte de las múltiples discusiones por pensamientos diferentes. Mailo era una persona de mente muy cerrada diferente a la mía, decía que tenía que escuchar canciones para hombres; nunca entendí eso ¿Cómo sabes que canción es para hombre y cuál es para mujer? ¿Se tiene que llenar un formulario del cuál yo nunca supe, dónde pones todos tus datos incluso tu sexo para luego escuchar música de acuerdo a lo que pusiste?, trataba de no hacer caso a las estupideces que decía, pero, cuando me decía que tenía que tener más amigos hombres y dejar de juntarme con chicas porque si no me volvería gay, esas palabras eran suficientes para empezar una discusión que a veces terminaba en golpes y con Leo y mamá interviniendo, para luego mandarnos a nuestras habitaciones.
Por temas como esos tampoco teníamos mucha comunicación, para evitar posibles peleas.

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