Verde

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La primera sensación que dominó la mente de Tuan nada más abrir sus ojos a la mañana siguiente fue un par de fuertes manos acariciando su verga, la cual estaba anormalmente dura a tan tempranas horas. Le siguió un intenso estallido que abrasó su entrepierna al completo. Se incorporó en la cama, con el rostro perlado de pequeñas gotas de sudor, y se quedó con la mirada perdida en la oscuridad que invadía la habitación.

«¡Joder!… Y ahora ¿qué?… ¡¿Y ahora qué?!». Aquella era la pregunta del millón. «Un tío me ha hecho una paja en los servicios de un restaurante durante la fiesta de jubilación de mi antiguo compañero, rodeado de todos los colegas del trabajo. Para colmo, el tipo es mi actual compañero. Y para rizar el rizo, el niñato es un mocoso engreído que “perseverando” ha conseguido lo que quería. Y yo, como un borracho adolescente en plena fase hormonal, le he dejado que se sirva a su antojo… ¡¡Mierda!!». Aún sentado sobre el colchón y con la sábana cubriendo su endurecido pene, apretó con fuerza sus cabellos. «Y ahora ¿qué?… ¿Entro en la comisaría sonriéndole y dándole las .gracias por uno de los orgasmos más alucinantes de mi vida?». En ese momento, otra nueva réplica convulsionó su estómago. «¡¿Qué cojones me está pasando?!».

Mientras se vestía para ir a la comisaría, pensó en pasarse de nuevo por la casa de Laura más tarde, pero algo muy dentro de él le decía que esta vez, sus ganas de sentirse purgado no darían resultado. Ya en el coche, sus machacantes pensamientos seguían: «Eduardo… Si se entera de esto me corta los huevos… ¿Y qué pensarían todos los demás?: “¡Mira! ¡Allá va el maricón del inspector jefe, que a sus treinta y tres años decide cambiar el pescado por la carne!”… ¡No!… No pienso echar a perder diez años de carrera y sufrimientos para llegar a donde he llegado solo por esta sensación que tengo cada vez que el niñato de mierda me mira con esos ojos… Los ojos…, y su boca…, y su poll… —Otra réplica—». Al cruzar la puerta de la comisaría, sus nervios se filtraron por cada milímetro de su piel. Por un momento pensó que era observado por todos los compañeros que abarrotaban el lugar. Sabía que eran alucinaciones suyas, pero no podía evitar sentirse analizado, como si todas las personas presentes supieran lo que había ocurrido la noche anterior y qué era lo que sentía al respecto. Con paso firme y rápido llegó a su despacho, decidiendo enclaustrarse en él hasta la hora de volver a su casa, donde se acurrucaría bajo las mantas de
su cama hasta un nuevo día. «Patético…»

Su autoimpuesto aislamiento terminó cuando Eduardo abrió la puerta de su despacho sin llamar, diciéndole con voz gruesa: —Tuan, a mi despacho. Un chico ha muerto por sobredosis de Arcoíris.

Se quedó mudo. Despejando la mente de todo lo que lo carcomía, adoptó la posición de inspector jefe de policía de la Brigada de Estupefacientes y se dirigió al despacho del comisario. Al llegar, el novato lo recibió sentado en uno de los sillones, con cara seria y de circunstancia, acorde con la situación.

—Hemos llegado al punto que no queríamos —comenzó Eduardo, mientras se sentaba tras su escritorio y arrugaba su rostro—. Esta muerte va a acelerar los tiempos impuestos en la operación Terminator, pero aun así, no quiero que empecemos a dar bandazos a lo tonto solo por intentar conseguir algo. Sigo pensando que la mejor opción ahora mismo es esperar a mañana sábado para desenmascarar a ese Leprechaun. Así que necesito que pongan sus mentes a trabajar juntas y obtengan todas las opciones posibles para llegar a resultados fiables. Quiero que vayan al velatorio del muchacho y hablen con su círculo más cercano, sobre todo los amigos. Los padres están avisados de que la policía se presentará allí, y han accedido a contestar todas las preguntas necesarias. Cuando terminen, los quiero quebrándose las cabezas para preparar lo de mañana. Me da igual que sea en la casa de uno o del otro, pero no los quiero aquí en la comisaría. Necesito que se centren al máximo… No pienso perder ni a un chico más, por muy drogata que sea.

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