#2.

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No supo cuántas horas pasaron hasta que el sonido de las campanas en la lejanía lo despertó. Cogió su carcaj y su arco y salió corriendo hacia el pueblo, recordando que estaba herido y que su cuerpo no perdonaba. Llegó justo cuando el pueblo se reunía en la fuente. El agua que emanaba era de un color transparente, pero la que rebosaba de la piedra era de un rojo intenso. Se adentró entre la muchedumbre hasta descubrir el cuerpo descuartizado del hombre que vendía licores.

Su mano fue directamente hacia su boca y corrió lejos hasta que vomitó en unos matorrales. Pensó que no debió mirarle directamente a los ojos, a aquel hombre sin vida.

Se tapó los oídos con dolor cuando escuchó a la mujer del vendedor sollozar como si la vida le fuera en ello. Su madre, que ahora se dirigía a él, tenía los ojos inyectados en sangre pero no parecía sentir pena por el hombre ni su familia, sino un odio horrible hacia KyungSoo.

Lo agarró de la oreja y lo adentró dentro de la casa hasta tirarlo al suelo. El chico gritó al fin cuando se clavó el atizador de la chimenea en la espalda. A su madre no pareció importarle lo más mínimo porque lo pateó con desprecio y lo agarró de la capa hasta alzarlo.

-¡Llevas la capa de tu padre! -gritó en su rostro. El pequeño cerró los ojos muerto de miedo-. ¡Has mancillado sus pertenencias, maldito diablo! -lo empujó de nuevo en el suelo y lo pateó una vez más. El chico gritó y se encogió en una esquina del comedor, muerto de miedo. No quería enfrentarse a la mujer, no podía alzarle una mano como lo hubiera hecho cualquier hombre, seguía siendo su madre-. ¡Lo sé todo! ¡Dios mío! ¡Te debí matar en cuanto naciste, maldito demonio! -KyungSoo no entendió a qué se refería pero tampoco quería saberlo. Se cubrió el rostro con los brazos esperando a que la mujer no se volviera loca y lo volviera a golpear- ¡Eres esa maldita bestia que está devorando a los aldeanos! ¡Sabía que había parido a Satanás!

Sus ojos se abrieron sorprendidos por la acusación. Ahora su madre se pensaba que él era el culpable de tales atrocidades. Se levantó como pudo y corrió hacia la parte trasera para acabar en el corral. Su madre iba detrás de él pero le dejó de seguir en cuanto llamó desesperado en la casa de ChanYeol.

El alto estaba solo, su padre le había obligado a estar allí sin moverse con su familia. El chico se sorprendió al ver a su amigo congelado, con moratones en el rostro y los ojos inundados de lágrimas. Lo dejó pasar y lo llevó rápidamente a su habitación.

Aquella noche, KyungSoo no le contó nada pero dejó que su mejor amigo le cuidara como si fuera una madre.

Durante los siguientes días su vida era una tortura. La mujer ahora no salía de casa y siempre que podía gritaba o humillaba a su hijo de la peor forma. La bebida se había hecho su mejor amigo, pero al notar su ausencia por la muerte del vendedor de Loira se había vuelto cruel, despiadada y totalmente dependiente a aquella adición enfrascada.

Por su parte, KyungSoo, había cogido el hábito de escapar al bosque aprendiendo a cazar con el arco y las flechas, salvando a su madre y a él de una muerte segura en aquel cruel y frío invierno. Al final, cuando la primavera se asomaba, ya había aprendido a cazar tanto perdices, ciervos, jabalíes como pequeños conejos. Le había contado su pequeño secreto a ChanYeol y le había intentando enseñar pero su amigo parecía no coordinar bien sus extremidades.

Era ya principios de primavera y desde el último ataque tan sólo había habido tres muertes más. Tres muertes en tres meses largos llenos de nieve, frío y sangre. Siempre dejaban un pequeño descanso, uno que caía sospechosamente siempre cuando su madre estaba más dulce, y después volvían feroces el día de la muerte de su padre se acercaba. Era como si los lobos hubieran pactado que aquel día era el de caza.

Aquella mañana, en Loira, se respiraba el fuerte olor a limones y naranjos que rodeaban las casas de la aldea. KyungSoo se abrigó bien con la capa y salió hacia el bosque. Aquel día no quería que nadie le viera, ni siquiera su querido amigo ChanYeol.

[kai y Soo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora