Escuchando conversaciones ajenas a través de las puertas.
Aguantando la respiración.
Conteniendo suspiros.
Reprimiendo los gritos que raspan tu garganta como bestias feroces a punto de atacar.
Odiando el aire que te mantiene con vida.
Aborreciendo la impotencia que te consume cada vez que escuchas sus voces.
Esos susurros tan obvios que se dicen entre sí.
Aquellos secretos tan públicos que hasta el más ignorante conoce.
Todos creen saber todo sobre los demás; pero nadie sabe absolutamente nada en reali dad.
Tan sólo mira en tu interior.
¿Quién te conoce completamente? ¿Quién entiende y comprende cuando más lo necesitas?
Piensa. Asimila los hechos. Afróntalos. Supéralos. Ármate de valor hasta el punto en el que tu escudo de reclusión sea imposible de atravesar, y quédate detrás de él mi niña, porque aunque creas que aparentas valentía, sabes muy dentro tuyo que la cobardía te consume y carcome cada rincón de tu ser.
Pero no te preocupes pequeña, te ayudaré a superarlo. Te demostraré como pisar montañas y cruzar océanos.
Ya no tendrás que reprimir más gritos. Ya no tendrás que ahogarte en suspiros. Ni tendrás que escuchar más conversaciones hirientes a través de las paredes de tu habitación.
Tan solo mírame, cariño. Piérdete en mis ojos y cierra cuidadosa y lentamente los tuyos, y súmete en ese sueño infinito del que nunca podrás despertar.
