#22 | Memoria de una madre |

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Desde que estoy aquí, todo el tiempo Jhamsa me ha hecho creer que aquella silueta era nuestra enemiga, y que junto a él estoy a salvo. Pero resulta ser que bajo aquella silueta está mi padre, mi verdadero padre, quien ha venido a buscarme a este Universo paralelo tras enterarse de que me estaban utilizando y poniendo mi vida en peligro. 

Yo había confiado en Jhamsa, pero al reconocer a mi padre he entendido todo. Realmente me estaban usando, se estaban aprovechando de mi para solucionar sus vidas, para recuperar a Ana. ¿Y si algo pasaba conmigo? ¿Si en el intento también moría yo? ¿Si al involucrarme en esta gran paradoja del tiempo luego las consecuencias recaen sobre mí y ellos quedan limpios? 

Nada es tan sencillo como parece, pero lo que sé es que he tenido mucha suerte de encontrar a papá, o eso pensaba en un principio... porque lo que ha sucedido después cambiaría el rumbo de esta historia y de mi modo de pensar, para siempre.

Eran las seis de la mañana del lunes cuando aprontamos todas nuestras cosas para partir. Mi padre me explicó, entre otras cosas, que el portal hacia nuestra dimensión se abre en aquel autobús, el mismo día y a la misma hora en que entré yo a este universo por primera vez, así que volvimos a dirigirnos a la estación de autobuses en busca del primer setecientos once Forestal Este. 

Por fortuna a esa hora de la mañana había muy poca gente, y aunque andábamos con mucha cautela no había rastros de Jhamsa, Magela, ni de nadie sospechoso.  

-¿Crees que saldrá todo bien?-pregunté algo asustada mirando dentro de las pupilas azules de papá.

-Saldrá todo bien, tu tranquila.- dejó reposar su brazo sobre mis hombros cariñosamente. 

El colectivo prendió el motor y dos personas comenzaron a subir delante de nosotros. La brisa fresca de la mañana me inspiraba confianza, íbamos a salir de esta. Respiré profundo una vez y subí al autobús. Mi padre venía detrás de mí.

Comprobé que el conductor no notó nuestra presencia, no nos cobró boleto, como si no estuviéramos allí. Eso mismo me había pasado el día en que tomé el colectivo para ir al colegio y aterricé en esta dimensión, por lo cuál pude concluir que el portal ya estaba abierto, sólo era cuestión de... ¿esperar quizás?Le lancé una mirada a mi padre detrás de mí como esperando instrucciones, a lo que me guió en silencio hasta el fondo del coche. 

Fue entonces cuando iba a sentarme que la vi.

Sus manitos pequeñas atesoraban un bolsito de hilo marrón a su medida, y su cortita melena naranja le cubría la cara. La observé perpleja sin siquiera poder reaccionar, la conocía. Una sensación angustiante y desesperante se desató en mi estomago y subió por mi garganta, comencé a sentirme muy mal sin entender por qué. Instintivamente me acerqué a la niña que iba estirada sobre un asiento para dos, con los ojos cerrados y las rodillas al pecho. 

Me acerqué aún más dentro de mi asombro y levanté temerosa con mi mano su mentón, cuando abrió los ojos y me observó de lleno. 

Brillante, su mirada, sus pecas naranjas, era ella... 

Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin poder parar en el peor de los silencios. Era Rebecca, era mi hija perdida que estaba ahora frente a mí. Era mi niña pequeña, la que yo había criado y cuidado en el bosque, la que creció en mi vientre, la que busqué por tanto tiempo... todos esos recuerdos y sentimientos de una vida que no me pertenecía se apoderaron de mi.

-Ana, vayámonos. - mi padre me tomó del brazo con fuerza al ver mi estado de conmoción queriéndome llevar hacia la parte trasera del colectivo.  

-Espera, es ella, es mi hija...- dije tartamudeando entre lágrima y lágrima, sin poder creerlo. 

-No es tu hija, es hija de Ana, no de ti. Vamos, ya es hora.- comenzó a jalarme con más fuerza del brazo a lo que yo me resistía. Me aferré al asiento del colectivo donde estaba la niña, que aún me observaba asustada y se limitaba a parpadear con sus ojitos llenos de lágrimas. 

-¿Mamá?- susurró por lo bajo, sin moverse siquiera. Simplemente me observaba confundida y yo moría por abrazarla, por darle besos, por tenerla de  nuevo junto a mí. 

Al escucharla comencé a llorar escandalosamente sin  poder parar, estaba demasiado sensible, había encontrado a mi amada niña.

-Ana, ya es suficiente. Vamos.- gritó mi padre ahora enfadado, quería sacarme de allí a toda costa. Ya era hora de volver, pero yo había visto a la niña... a mi hija. En ese momento mi cabeza se había olvidado de todo, como si la otra Ana se hubiera adueñado de mi cuerpo. Yo sentía a esa niña como si fuera mi hija realmente, sentía el reencuentro y la conmoción de una manera extraordinaria. 

Quise abalanzarme sobre ella y abrazarla con fuerza, pero mi padre fue mas fuerte que yo y en un segundo me jaló hacia atrás. 

Cuando me di cuenta, ya todo había desaparecido. Como si de magia se tratara me encontraba en otro autobús. En realidad era el mismo, pero la gente era diferente y la niña ya no estaba allí. 

Habíamos regresado a nuestra dimensión, a nuestro tiempo, a nuestro propio universo. Me enmudecí, solo el ruido del motor se escuchaba de fondo, y comencé a asimilar la nueva realidad. 

Calma. Calma vino después. 

Observé a mi padre respirar agitado y tratando de estabilizarse. Me sequé los ojos con la manga de mi abrigo y en silencio me dejé caer sobre uno de los asientos del colectivo, rendida. 

Mi cerebro estaba totalmente en blanco, bloqueado, saturado. Ningún pensamiento tenía lugar.

Observé todo a mi al rededor y todo parecía seguir su curso normal, no había nada extraño ni sospechoso. Las personas viajaban tranquilas sobre sus  asientos. 

Me puse de pie y me dirigí al lugar donde había estado la niña. Me senté, me sentí muy extraña y comencé a recordar.

Poco a poco mi cerebro volvía a la normalidad y empezaba a comprender todo lo que había pasado. Reflexioné un poco. Había encontrado a la hija que Jhamsa y Ana tanto estuvieron buscando. Justo antes de volver a mi dimensión la había encontrado y ella me reconoció, creyó que yo era su madre y yo, misteriosamente, creí que era mi hija.

Quizás es cierto esto de que en realidad, todas compartimos la misma esencia. Ana, yo, y todas las demás copias que existan de nosotras en otros mundos paralelos. Quizás sí haya alguna relación entre nosotras, más directa de lo que creía. 

No estoy segura de nada, lo único que sé es que esa sensación tan fuerte del vínculo madre e hija, nada natural en mí puesto que nunca he tenido hijos... jamás se borrará de mi memoria.

El secreto de Ana WalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora