inicios.

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El antiguo año escolar francés, los árboles apenas recuperaban su color, y ya se preparaban para las lluvias  luego de ese verano, días mas húmedos aguardaban con una promesa de algo de calor. Los niños yacían correteando las casas, emocionados, otros no tanto. Acabaron las vacaciones, y entrarían en nuevos niveles.

Otro día complicado para Edward.

Para él los días como estos eran perfectos para el estallido de la casualidad – que en realidad no lo era –, y ciertamente no sería este la excepción.  Le agradaba un poco esa sensación, para variar su monótona soledad; pero le temía pues no todo puede ser perfecto, y sí, las cosas pueden salir mal.

Siguió su maña, fue el primero en llegar – como acostumbra – tomo un puesto del fondo, a fin de cuentas era el primer día, cuando definen donde se sentaran probablemente el resto del año. Transcurría la hora mientras aguardaba bajo su suéter como armadura sobre su uniforme y veía lentamente llegar al resto de sus compañeros de clase. Sus audífonos, compañeros fieles.

Todos formaban grupos, habían muchas cosas de que hablar tras el verano, serian prontamente dispersados con el sonido de la campana y la llegada del Profesor. El discurso habitual de bienvenida y seria aplicada la común prueba de evaluación de conocimiento previo. Ya la prueba estaba siendo repartida cuando repentinamente de sopetón la puerta abre.

Pupilas dilatas, respiración jadeante, ojos rojos como brazas carmesí pintados sobre un lienzo de un pálido blanco piel. Un metro sesenta más o menos.

 Capta su atención, y la de sus compañeros. Una nueva.

  –Buenos días – recupera el aliento – lamento llegar tarde.

 –Buen día, no hay problema, solo no vuelva a repetirlo. Por favor reciban a su nueva compañera – responde, y le susurra – preséntate.

 –Soy Alyssa, Alyssa Ross, estudiante de intercambio, tengo 16 años.

Les tomo un segundo para detallarla, Piernas largas, figura esbelta, no de manera exagerada. Finalmente se hizo con un asiento en la parte delantera del salón cedido caballerosamente por alguien más.

Sin más que resaltar, la mañana acabo luego de la aplicación de dicha prueba y cháchara habitual de primer día.

Finalmente tras llegar a lo que sería su casa, Edward halla la cereza de la torta en la mesa de la sala de invitados. Vaya sorpresa.

El libro de su familia, traspasado en generaciones. Un libro en blanco del cual Edward no tenía ni idea, pue no estaba más que en blanco. Solo tenía escrito no hagas el mal, ni recurras a la venganza, o la oscuridad te consumirá.

Corazones Latientes:Mas alla del tiempo de la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora