Las muertes concéntricas

33 0 0
                                    


Wade Atsheler ha muerto... ha muerto por mano propia. Decir que esto erainesperado para el reducido grupo de sus amigos, no sería la verdad; sinembargo, ni una vez siquiera, nosotros, sus íntimos, llegamos a concebir esaidea.Antes de la perpetración del hecho, su posibilidad estaba muy lejos denuestros pensamientos; pero cuando supimos su muerte, nos pareció que laentendíamos y que hacía tiempo la esperábamos. Esto, por análisisretrospectivo, era explicable por su gran inquietud. Escribo "gran inquietud" deliberadamente.Joven, buen mozo, con la posición asegurada por ser la mano derecha de EbenHale, el magnate de los tranvías, no podía quejarse de los favores de lasuerte. Sin embargo, habíamos observado que su lisa frente iba cavándose enarrugas más y más hondas, como por una devoradora y creciente angustia.Habíamos visto en poco tiempo que su espeso cabello negro raleaba y seplateaba como la yerba bajo el sol de la sequía. ¿Quién de nosotrosolvidaría las melancolías en que solía caer, en medio de las fiestas que,hacia el final de su vida, buscaba con más y más avidez? En tales momentos,cuando la diversión se expandía hasta desbordar, súbitamente, sin causaaparente, sus ojos perdían el brillo y se hundían, su frente y sus manoscontraídas y su cara tornadiza, con espasmos de pena mental, denotaban unalucha a muerte con algún peligro desconocido.Nunca habló del motivo de su obsesión, ni fuimos tan indiscretos parainterrogarlo. Aunque lo hubiéramos sabido, nuestra fuerza y ayuda no hubieranservido de nada. Cuando murió Eben Hale, de quien era secretario confidencial-más aún, casi hijo adoptivo y socio-, dejó del todo nuestra compañía, y no,ahora lo sé, por serle desagradable, sino porque su preocupación se hizo talque ya no pudo responder a nuestra alegría ni encontrar ningún alivio en ella.No podíamos entender entonces la razón de todo esto. cuando se abrió eltestamento de Eben Hale, el mundo supo que Wade Atsheler era el únicoheredero de los muchos millones de su jefe, y que se estipulaba expresamenteque esta enorme herencia se le entregara sin distingos, tropiezos niincomodidades.Ni una acción de compañía, ni un penique al contado, fueron legados a losparientes del muerto. Y en cuanto a su familia más cercana, una asombrosacláusula establecía expresamente que Wade Atsheler entregaría a la esposa ehijos de Hale cualquier cantidad de dinero que a su juicio le parecieraconveniente, en el momento que quisiera. Si se hubieran producido escándalosen la familia Hale, o sus hijos fueran díscolos o irrespetuosos, habríahabido alguna excusa para esta inusitada acción póstuma; pero la felicidaddoméstica del difunto había sido proverbial, y era difícil encontrar progeniemás sana, más pura y más sólida que sus hijos e hijas, mientras que a suesposa, quienes mejor la conocían la apodaban "Madre de los Gracos", concariño y admiración. Inútil es decirlo, este inexplicable testamento fue eltema general por nueve días, y hubo una gran sorpresa cuando no se produjodemanda alguna.Ayer apenas, Eben Hale entró en reposo eterno en su mausoleo. Ahora, WadeAtsheler ha muerto. La noticia apareció en los diarios de esta mañana. Acabode recibir una carta suya, echada al correo, evidentemente, sólo una horaantes del suicidio. Esta carta que tengo a la vista es una narración, de supuño y letra, en la que intercala numerosos recortes de diarios y copias decartas. La correspondencia original, me dice, está en manos de la policía.También me suplica divulgar la incontenible serie de tragedias con las queestuvo inocentemente relacionado, para advertir a la sociedad contra eldiabólico peligro que amenaza su existencia.Incluyo aquí el texto por entero: Fue en agosto, 1899, después de regresar del veraneo, que recibimos la primeracarta. No comprendimos entonces; no habíamos acostumbrado nuestra mente a tantremendas posibilidades. El señor Hale abrió la carta, la leyó y la echó sobremi escritorio, con una carcajada.Cuando la hube recorrido, también reí, diciendo: "Es broma lúgubre, señorHale, y de pésimo gusto." He aquí, querido John, un duplicado exacto de esacarta.Oficina de los Sicarios de Midas, 17 de agosto, 1899.Señor Eben Hale, plutócrata.Muy señor nuestro:Queremos obtener al contado, en la forma que usted decida, veinte millones dedólares. Le requerimos que nos pague esta suma, a nosotros o a nuestrosagentes; usted notará que no especificamos tiempo, pues no deseamosapresurarlo en este detalle. Hasta puede pagarnos, si le es más fácil, endiez, quince o veinte cuotas; pero no aceptamos cuotas inferiores a un millón.Créanos, querido señor Hale, cuando decimos que emprendemos esta accióndesprovistos de toda animosidad. Somos miembros del proletariado intelectual,cuyo número en creciente aumento marca con letras rojas los últimos días delsiglo XIX; hemos decidido entrar en este negocio después de un completoestudio de la economía social. Nuestro plan no nos permite lanzarnos a vastasy lucrativas operaciones sin disponer de capital inicial. Hasta ahora hemostenido bastante éxito, y esperamos que nuestras gestiones con usted resultengratas y satisfactorias.Le rogamos que nos siga con atención mientras le explicamos nuestros puntos devista. En la base del presente sistema social se halla el derecho depropiedad. Este derecho del individuo a detentar propiedad se funda única yenteramente, en última instancia, en la fuerza. Los caballeros de Guillermo elConquistador dividieron y se repartieron Inglaterra con la espada desnuda.Esto es verdad para todas las potencias feudales.Con la invención del vapor y la revolución industrial vino al mundo la clasecapitalista, en el sentido moderno de la palabra. Estos capitalistas ocapitanes de la industria virtualmente despojaron a los descendientes de loscapitanes de la guerra.La mente, y no el músculo, prima hoy en la lucha por la vida: pero estasituación también está basada en la fuerza. El cambio ha sido cualitativo. Losmagnates feudales saqueaban el mundo a sangre y fuego. los magnatesfinancieros explotan al mundo, aplicando las fuerzas económicas. La mente y noel músculo es lo que perdura, y los intelectual y comercialmente poderosos sonlos más aptos para sobrevivir.Nosotros, los Sicarios de Midas, no nos resignamos a ser esclavos a sueldo.Los grandes trusts y combinaciones de negocios (entre los que sobresale el queusted dirige) nos impiden levantarnos al lugar que nuestra inteligenciareclama. ¿Por qué? Porque no tenemos capital. Pertenecemos al bajo pueblo, pero con estadiferencia: nuestras mentes están entre las mejores, Y no nos trabanescrúpulos éticos o sociales. Como esclavos a sueldo, trabajando de sol a sol,con vida sobria y avara no podríamos ahorrar en sesenta años -ni en veinteveces sesenta años- una suma de dinero capaz de competir con las grandes masasde capital existentes ahora. Sin embargo, entramos en la lucha. Arrojamos elguante al capital del mundo. Si éste acepta el desafío o no, igual tendrá queluchar.Señor Hale, nuestros intereses nos dictan exigir de usted veinte millones dedólares.Ya que nosotros somos considerados y le otorgamos un plazo razonable para quelleve a cabo su parte de la transacción, le rogamos que no se demoredemasiado. Cuando usted se haya conformado con nuestras condiciones, inserteun anuncio conveniente en el Morning Blazer. Entonces le comunicaremos nuestroplan para transferir el capital.Es mejor que usted lo haga antes del lo de octubre. Si no es así, para demostrarle que hablamos en serio, mataremos a un hombre en esa fecha, en lacalle Treinta y Nueve Este. Se tratará de un obrero, a quien ni usted ninosotros conoceremos. Usted representa una fuerza en la sociedad moderna ynosotros otra -una nueva fuerza-. Sin odio entramos en combate. Usted es lamuela superior en el molino, nosotros la inferior. La vida de ese hombre serámolida por las dos, pero podrá salvarse si usted acepta nuestras condiciones atiempo.Hubo una vez un rey maldito por el oro: su nombre está en nuestro sellooficial. Algún día, para protegernos de competidores, lo haremos registrar.Quedamos Ss. Ss. Ss.Los Sicarios de Midas. Tú te preguntarás, querido John, por qué no reírnos de una comunicación tandescabellada. No podíamos dejar de admitir que la idea estaba bien concebida,pero era demasiado grotesca para que la tomáramos en serio. El señor Hale dijoque conservaría como curiosidad literaria la carta, y la metió en una casillade su archivo. Pronto olvidamos su existencia. Y puntualmente, el 1° deoctubre, el correo matutino nos trajo lo siguiente:Oficina de los Sicarios de Midas, 1° de octubre, 1899.Señor Eben Hale, plutócrata.Muy señor nuestro:Su víctima encontró su fatalidad. Hace una hora, en Treinta y Nueve Este, unobrero fue apuñalado en el corazón.Cuando usted lea esto su cuerpo yacerá en la Morgue. Vaya y contemple la obrade sus manos. El 14 de octubre, en prueba de nuestra seriedad en este asunto,y en caso de que usted no ceda, mataremos un policía en (o cerca de) laesquina de Polk y Avenida Clermont.Muy cordialmenteLos Sicarios de Midas. Otra vez, el señor Hale rió. Su mente estaba muy ocupada con el trato enperspectiva, con un sindicato de Chicago, sobre la venta de todos sus tranvíasen aquella ciudad, así que siguió dictando a la taquígrafa, sin volver apensar en la carta. Pero de algún modo, no sé por qué, una honda depresión meatacó. ¿Si no fuera broma? Involuntariamente busqué un diario. Allí había,como convenía a una oscura persona de las clases pobres, una mezquina docenade líneas, junto al aviso de un boticario, en un rincón: Poco después de las cinco, esta mañana, en la calle Treinta y Nueve Este, un obrero llamado Pete Lascalle, yendo a su trabajo, recibió una puñalada en el corazón, de un agresor desconocido, que huyó. La policía no ha descubierto ningún motivo para asesinato.Imposible!, fue la respuesta del señor cuando leí la noticia; pero elincidente pesó evidentemente en él, pues más tarde, el mismo día, con muchosepítetos contra su propia tontería, me pidió que comunicara el asunto a lapolicía. Tuve el el placer de que se riera de mí el comisario, aunque meprometió que la vecindad de aquella esquina sería vigilada especialmente lanoche antedicha. Así quedó la cosa, hasta que pasaron las dos semanas, cuandola siguiente nota nos llegó correo:Oficina de los Sicarios de Midas, 15 de octubre, 1899.Señor Eben Hale, Plutócrata.Muy señor nuestro:Su segunda víctima cayó a su hora, según se planeó. No tenemos prisa, peropara aumentar la presión, desde ahora mataremos semanalmente.Para protegernos de las interferencias policiales, ahora le informaremos delas ejecuciones poco antes o simultáneamente al hecho.Esperando que ésta lo encuentre a usted en buena salud, somos Ss. Ss. Ss.Los Sicarios de Midas.Esta vez fue el señor Hale el que tomó el diario, y después de breve busca, meleyó esta noticia: UN COBARDE CRIMEN.- Josep Donahue, destinado a una guardia especial en la Sección Once, fue muerto a media noche, de un tiro en la cabeza. La tragedia ocurrió en la esquina de Polk y Avenida Clermont, a plena luz. En verdad que nuestra sociedad es poco estable cuando los guardianes de su paz pueden ser asesinados tan abierta y alevosamente. La policía no consiguió hasta ahora el menor indicio de una pista.Apenas acababa de leer, cuando llegó la policía -el comisario con dos de sushombres, en visible alarma y seriamente perturbados-. Aunque los hechos erantan pocos y tan sencillos hablamos mucho, repitiéndonos una y otra vez. Elcomisario aseguró que pronto se arreglaría todo y que los criminales seríanaplastados.Mientras tanto juzgó conveniente poner una guardia para nuestra protecciónpersonal, y una patrulla para vigilancia continua de la casa y jardines. Unasemana después, a la una de la tarde, recibimos este telegrama:Oficina de los Sicarios de Midas, 21 de octubre, 1899.Señor Eben Hale Plutócrata.Muy señor nuestro:Sinceramente lamentamos que usted nos haya interpretado tan mal.Ha encontrado conveniente rodearse de guardias armadas, como si fuéramoscriminales comunes, capaces de asaltarlo y arrancarle por la fuerza sus veintemillones.Créanos: esto dista muchísimo de nuestra intención. Usted comprenderá, despuésde reflexionar un poco que su vida nos es preciosa. No tema. Por nada en elmundo le haremos daño. Es nuestra política protegerlo de todo peligro y cuidara usted con toda ternura. Su muerte no significa nada para nosotros. Si así nofuera, tenga seguridad de que no vacilaríamos en destruirlo. Piénselo bien,señor Hale. Cuando haya abonado nuestro precio tendrá que reducir los gastos.Desde ahora despida a sus guardias. Dentro de los diez minutos del momento enque reciba esto, una joven enfermera habrá sido estrangulada en el ParqueBrentwood. El cuerpo se encontrará entre los arbustos, al borde de las sendaque va hacia la izquierda del quiosco de música.CordialmenteLos Sicarios de Midas.En seguida el señor de Hale avisó por teléfono al comisario. Quince minutosdespués, éste nos comunicó que el cadáver, todavía caliente, había sidohallado en el lugar indicado. Esa noche los diarios abundaban en chillones títulos sobre Jack el estrangulador, denunciaban lo brutal del hecho y sequejaban de la laxitud policial. Nos volvimos a encerrar con el comisario, quenos rogó mantener al asunto en secreto.El éxito, dijo, dependía del silencio.Como tú sabes, John, el señor Hale era hombre de hierro. Rehusaba rendirse.Pero, oh John, esa fuerza ciega en la oscuridad era terrible. No podíamosluchar, ni hacer planes, ni nada, sólo contener las manos y esperar. Semanatras semana, cierta como la salida del sol, venía la notificación y la muertede alguna persona, hombre o mujer, inocente de todo mal, pero tan muerta pornosotros como si la matáramos con nuestras propias manos. Una palabra delseñor Hale, y la matanza habría cesado. Pero él endureció su corazón y esperó;sus arrugas se ahondaron, sus ojos y la boca se afirmaron en severidad, y lacara envejeció. No hay ni qué hablar de mi sufrimiento en ese tremendoperíodo.Encontrarás aquí las cartas y los telegramas de los Sicarios de Midas y losartículos de los diarios.También encontrarás las cartas advirtiendo al señor Hale de ciertasmaquinaciones de enemigos comerciales y manipulaciones secretas con acciones.Los Sicarios de Midas parecían tener acceso a la intimidad de los negocios yde la finanza. Nos comunicaban informaciones que ni siquiera nuestros agentesconseguían.Una nota de ellos, en el momento crítico de un trato, ahorró al señor Halecinco millones. En otra ocasión nos mandaron un telegrama que impidió que unanarquista exaltado quitara la vida a mi jefe. Capturamos al hombre en cuantollegó y lo entregamos a la policía, que le encontró encima un poderoso y nuevoexplosivo como para hundir un barco de guerra.Persistimos. El señor Hale esta resuelto a todo. Desembolsaba a razón de cienmil dólares semanales en servicio secreto. La ayuda de Pinkerton, de Holmes yde un sinnúmero de agencias particulares fue requerida; miles de hombresfiguraban en nuestras listas de pago. Nuestros pesquisas pululaban pordoquier, en todos los disfraces, investigando todas las clases sociales.Seguían millares de claves y pistas; centenares de sospechosos eran detenidos;y miles de otros sospechosos eran vigilados; nada tangible salió a luz. Parasus comunicaciones, los Sicarios de Midas continuamente de método de envío.Cada mensajero que mandaban era arrestado de inmediato. Pero siempre éstosdemostraban ser inocentes, mientras que sus descripciones de las personas quelos enviaban nunca coincidían. El 31 de diciembre nos notificaron:Oficina de los Sicarios de Midas, 31 de diciembre, 1899.Señor Eben Hale, plutócrata.Muy señor nuestro:Siguiendo nuestra política -nos halaga que usted ya esté versado en ella- nospermitimos comunicarle que daremos un pasaporte, desde este Valle de Lágrimas,al comisario Bying, con quien, a causa de nuestras atenciones, usted llegó arelaciones tan estrechas. Acostumbra estar en su oficina a esta hora. Mientrasusted lee esta carta, respira él su último aliento.CordialmenteLos Sicarios de Midas.Corrí al teléfono. Grande fue mi alivio cuando oí la simpática voz delcomisario. Pero, mientras hablaba aún, su voz en el receptor terminó con unestertor, y oí, apenas, la caída de su cuerpo. Luego una voz extraña me diolos saludos de los Sicarios de Midas, y cortó.Pedí con la oficina pública, para que socorrieran al comisario. Pocos minutosdespués supe que lo habían encontrado bañado en su propia sangre, y muriendo.No había testigos; no se encontraron huellas del asesino.En consecuencia, el señor Hale aumentó de inmediato su servicio secreto hastaque un cuarto de millón fluía por sus arcas por semana. Estaba resuelto aganar. Las recompensas ofrecidas llegaban a sumar más de diez millones dedólares. Tienes aquí una idea clara de sus recursos y de cómo los usaba sintasa. Decía que luchaba por un principio.Hay que admitir que sus actos probaban la nobleza de sus motivos. Las policíasde todas las grandes ciudades cooperaban, y aun el gobierno de los EstadosUnidos entró en liza, y el asunto se convirtió en una de las principalescuestiones de Estado. Algunos fondos nacionales se dedicaron a descubrir a losSicarios de Midas y todo agente del gobierno estuvo atento. Pero fue en vano.Los Sicarios de Midas golpeaban sin errar en su obra inevitable. Sin embargo,aunque el señor Hale luchaba hasta la muerte, no podía lavar sus manos de lasangre que las teñía. Aunque no era, técnicamente, un asesino, aunque ningúnjurado de sus iguales pudiera acusarlo, no era por eso menos causante de lamuerte de cada individuo. Como dije antes, una palabra suya habría detenido lamatanza. Pero rehusaba decir esa palabra. Insistía en que la sociedad estabaamenazada, que él no era tan cobarde para desertar su puesto, y que era justoque unos cuantos fueran mártires por la prosperidad de los más. Pero la sangrecaía sobre su cabeza, y él se hundía cada vez más en el abatimiento y la pena.Yo también estaba abrumado con la culpa de ser cómplice. Niños eran asesinadossin piedad, y mujeres y ancianos; y no sólo eran locales estos crímenes, sinoque se distribuían en todo el país. A mitad de febrero, una noche, mientrasestábamos en la biblioteca, golpearon a la puerta con violencia. Respondí yo,encontrando sobre la alfombra del comedor esta misiva:Oficina de los Sicarios de Midas, 15 de febrero, 1900.Señor Eben Hale, plutócrata.Muy señor nuestro:¿No llora su alma por la roja cosecha que recoge? Quizás hemos sido demasiadoabstractos en el manejo de nuestro negocio. Seamos ahora concretos. MissAdelaide Laidlaw es una joven de talento, tan bondadosa, entendemos, comobella. Es la hija de su viejo amigo, el juez Laidlaw, y sabemos que usted lallevó en sus brazos cuando niña. Es la amiga más íntima de su hija y ahoraestá visitándola. Cuando usted lea esto, la visita habrá terminado.Muy cordialmente.Los Sicarios de Midas.Al instante comprendimos lo que significaba. Corrimos por la gran casa, sinhallar a la muchacha. La puerta de su departamento estaba cerrada con llave,pero la hundimos a empujones desesperados, y allí, vestida para la Opera,asfixiada con almohadones, todavía tibia y flexible, yacía casi viva. Deja quepase sobre este horror. Seguramente recordarás los relatos de los diarios.Tarde, aquella misma noche, Eben Hale me citó, y ante Dios me juramentósolemnemente a quedarme con él y a no transigir, aunque la familia enterafuese destruida.A la mañana siguiente me sorprendió su alegría. Yo había previsto que latragedia última le produciría un hondo shock; pero ignoraba aún hasta quepunto lo había afectado. Al otro día lo encontramos muerto en su cama, con unapacífica sonrisa en su rostro devastado por la congoja. Murió asfixiado. Conla connivencia de las autoridades se comunicó al mundo que se trataba de unataque al corazón. Creímos juicioso ocultar la verdad.Apenas dejé esa cámara de muerte, cuando -pero demasiado tarde- recibí lacarta siguiente:Oficina de los Sicarios de Midas, 17 de febrero, 1900.Señor Eben Hale, plutócrata.Muy señor nuestro:Usted perdonará nuestra intrusión, tan poco después del triste evento deanteayer; pero lo que deseamos decirle puede ser de grandísima importanciapara usted. Se nos ocurre que usted pueda intentar escapársenos. No hay sinoun camino, en apariencia, como usted sin duda lo habrá descubierto. Peroqueremos informarles que aun este único camino le está cerrado. Usted puedemorir, pero reconociendo su fracaso. Tome nota de esto: Somos parte y porciónde sus posesiones. Con sus millones pasamos a sus herederos y cesionarios parasiempre.Somos lo inevitable. Somos la culminación de la injusticia industrial ysocial. Nos volvemos contra la sociedad que nos creó. Somos los fracasostriunfantes, los azotes de una civilización degradada. Somos las criaturas deuna perversa selección social; combatimos a la fuerza con la fuerza. Sólo losfuertes perdurarán. Creemos en la supervivencia de los más aptos. Habéishundido en la miseria a vuestros esclavos a sueldo y habéis sobrevivido. Loscapitanes de guerra, a vuestras órdenes, fusilaron como a perros a vuestrosobreros en tantas huelgas sangrientas. Por tales medios habéis durado. No nosquejamos del resultado, porque reconocemos y tenemos nuestro ser en la mismaley natural. Ahora surge la cuestión: Bajo el presente medio social, ¿quiénde nosotros sobrevivirá? Creemos ser los más aptos. Vosotros creéis ser losmás aptos. Dejamos la eventualidad al tiempo y a Dios.CordialmenteLos Sicarios de Midas.John, ¿te sorprendes ahora de que yo haya huido de placeres y amigos? Pero,¿para qué explicar? Este relato aclarará todo. Hace tres semanas murió AdelaideLaidlaw. Desde entonces aguardé con esperanza y miedo. Ayer se abrió eltestamento y se hizo público.Hoy fui notificado que una mujer de clase media sería muerta en el ParquePuerta de Oro, en el lejano San Francisco. Los diarios de esta noche dan losdetalles del crimen, que corresponden a los que yo conocía.Es inútil. No puedo luchar contra lo inevitable. He sido leal al señor Hale ytrabajé duro. Por qué mi lealtad se premia así, no entiendo. Sin embargo, nopuedo faltar a la confianza puesta en mí, ni a la palabra dada. Ahora leguélos muchos millones que recibí a sus poseedores legítimos. Que los robustoshijos de Eben Hale obren su propia salvación. Antes que leas esto, habrémuerto. Los Sicarios de Midas son todopoderosos. La policía es impotente. Supepor ella que otros millonarios han sido multados y perseguidos del mismo modo.¿Cuántos?, no se sabe, pues si uno cede a los Sicarios de Midas, su boca quedasellada. Los que no cedieron aún, están recogiendo su cosecha escarlata. Eltorvo juego sigue hasta el fin. El Gobierno Federal no puede hacer nada.También entiendo que organizaciones similares han hecho aparición en Europa.La sociedad está sacudida hasta sus cimientos. En vez de las masas contra lasclases, es una clase contra las clases. Nosotros, los guardianes del progresohumano, somos elegidos y golpeados. La ley y el orden han fracasado. Lasautoridades me suplicaron que guardara este secreto. Lo hice, pero ya no puedocallarlo. Se ha transformado en cuestión de importancia pública, llena detremendos peligros y consecuencias, y mi deber es informar al mundo, antes deabandonarlo.Tú, John, por mi último pedido, publica esto. No temas. El destino de lahumanidad está en tu mano ahora. Que la prensa tire millones de ejemplares,que la electricidad lo difunda por el mundo, que donde los hombres seencuentren y hablen, hablen de ello temblando de terror. Y entonces, cuandoestén bien despiertos, que la sociedad se alce con toda su potencia y arrojede sí esta abominación.Tuyo, en largo adiósWade Atsheler.

"The Minions of Midas" Jack LondonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora