Estaba cansada de tener que mantener una buena imagen ante todo el mundo, estaba harta de tener que fingir ser la mujer perfecta que todos creían.
Ya no quería seguir así.
Menos con él.
Por eso había tomado una decisión, dejaría de lado todas sus...
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El tiempo había pasado como un suspiro para cierta azabache, quién justamente se encontraba mirando totalmente hipnotizada a su actual pareja, Adrien Agreste, modelo con el cual llevaba casi cinco años de relación, y a pesar de eso, jamás se le había permitido estar ni un minuto a solas con él.
Era frustrante.
—Kagami, la vista al frente.— ordenó la madre de la joven, provocando que ella rodará los ojos y mirara por la ventana.
Era totalmente ridículo tener novio pero no poder abrazarlo, besarlo, o simplemente estar a solas con él por un momento, teniendo que conformarse con tomarlo de la mano y poder hacer todo lo anterior solo cuando los entrevistaban o asistían a una sesión de fotos por parte de la empresa de su suegro.
En ese momento odiaba todas y cada una de las creencias de su familia.
—Yo bajaré antes que ustedes, tengo una reunión con Gabriel, mientras tanto asistirán a la sesión programada de hoy, el guardaespaldas de Adrien los estará esperando.— aviso. —Katsu, llévame a la mansión Agreste.
—A sus órdenes, señora Tsurugi.
Tras intercambiar una mirada cargada de pesar, ambos se limitaron a asentir.
Sabía perfectamente que él también se estaba cansando de toda esa situación, sin embargo, ese día lo dedicaría a hacer lo que realmente quería, al menos por una vez.
El auto se detuvo frente al anterior hogar del rubio, abriendo sus puertas para permitir que la mujer bajara.
—Después de la sesión con la señorita Dupain, el guardaespaldas los traerá aquí para organizar su itinerario de la próxima semana, procuren hacer todo como se debe para que terminen pronto.— murmuró para luego alejarse. —Katsu, a la Torre Eiffel.
Al decir aquello el vehículo se puso en marcha, dejando a la pareja sumidos en un gran silencio.
No podían seguir así.
Tras tomar una bocanada de aire, la de corta cabellera tomó la mano del muchacho para llamar su atención, regalándole una pequeña, y apagada sonrisa.
—Lo siento.— suspiró, viendo como él la miraba sin comprender. —Por no darte una relación normal, todo por una estúpida tradición.— bufó. —Siento tanto que esto deba ser así, es algo...
El de ojos verdes depósito un casto beso sobre sus labios, cortando así cada una de sus palabras.
—No tienes porque pedirme perdón Kag.— sonrió. —Te amo y por ti haría lo que fuera, además, pronto vamos a casarnos y tendremos que olvidarnos de andar por todos lados con Nathalie, Gorila o con tu madre.— guiño un ojo en su dirección para luego abrazarla. —Es solo cuestión de tiempo para que...
—Favor de tomar distancia.— interrumpió la voz del automóvil, sobresaltando a ambos jóvenes.
Definitivamente su madre había sobrepasado sus propios limites.