Único

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Ambos vinieron al mundo como una canción, Jihoon era como una de esas suaves melodías que te recuerdan al verano, cálido, efímero y precioso; en cambio, Seungcheol era como una balada ronca cantada durante la noche, profunda, protectora y fascinante

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Ambos vinieron al mundo como una canción, Jihoon era como una de esas suaves melodías que te recuerdan al verano, cálido, efímero y precioso; en cambio, Seungcheol era como una balada ronca cantada durante la noche, profunda, protectora y fascinante.
Eran dos melodías destinadas a cantarse juntas.

Ambos siempre estuvieron rodeados de música, desde el vientre de sus padres, hasta las clases de piano de la tarde, desde sus primeras palabras hasta los cantos en la iglesia los domingos, nacieron, crecieron y vivieron rodeados de experiencias, de instrumentos, de emociones, de sonidos y melodías.


Cuando se conocieron sintieron como si una orquesta sinfónica comenzara a tocar en sus cuerpos. Sus estómagos tambolirearon, brillaron platillazos en sus cerebros, la armonización de flautas los encerró en una burbuja, unas graves vibraciones de tuba les apretaban los intestinos, sus latidos a un compás pesado les oprimían el pecho y en sus manos picaban las cuerdas que los llamaba a unirse.


La primera vez que cantaron juntos sintieron que volvían a nacer, que una partitura nueva comenzaba a escribirse para que ellos colocaran las notas que escribirían su historia, pero los años  antes de que pudieran estar juntos pasaron lentos como un bolero de cantina y dolorosos como una balada de amor.

Jihoon se fue lejos a estudiar composición, como siempre fue su sueño.

Seungcheol en cambio, se quedó en la capital para iniciar sus estudios como profesor de música; a pesar de la distancia nunca perdieron contacto, podían pasar horas hablando de lo que aprendían día a día, de lo felices que estaban estudiando lo que les apasionaba, cada nuevo conocimiento era compartido y valorado, así como cada verano era ansiado para volverse a encontrar, para volver a cantar juntos hasta que sus respiraciones se fundían una vez más, volvían a amarse cada verano como si fuera el último segundo de sus vidas, hasta que por fin pudieron volver a sentirse completos.

Al terminar sus estudios lo primero que hicieron fue comprometerse, entre las orquestas de los Choi y los musicales de los Lee, lograron alzar sus voces para pedir sus manos frente a sus familias.

La ceremonia fue sencilla, la fiesta sin embargo, fue escandalosa; todo era cantos, gritos y orquestas.

Sus votos siempre serán recordados por todos y cada uno de los que asistieron a su boda.

"Te voy a amar hasta que se apague el fuego de mi voz"


Juntos crearon algo nuevo, un hogar cálido pero ruidoso que le daría bienvenida prontamente a algo más, algo pequeño pero increíblemente valioso creció dentro de ellos y solo tuvieron que esperar nueve meses para conocer a esa nueva armonía que llegaría a cambiar sus vidas.

El niño vino al mundo con ruido y alboroto, a romper su tan amada calma pero a llenar su universo, ambos estaban listos para críarlo y amarlo tal cual como ellos habían sido amados de pequeños, los años pasaron rápidos entre sus trabajos, conciertos, musicales e interminables tardes arrullando a su bebé entre sus brazos con una suave melodía de sus preciosas voces.

Listen to hear (Jicheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora