Anormal
Estrellarse contra el agua verdusca del río era peor de lo que Amalia podía imaginar, era como ser atravesada por pequeñas dagas que traspasaban cada uno de sus músculos y huesos.Como era de esperarse, el agua era sumamente insondable y muy fría; al estar sumergida Amalia era arrastrada por la corriente del agua, hecho que la impactó, descendió por una pequeña cascada que se encontraba cerca de las bases de los pilares.
Al abrir los ojos, la tosquedad que la arrastraba dejó de hacerlo, como si el tiempo se hubiera congelado; en el enorme fastidio de encontrarse bajo el agua, con el vestido de lino expandiéndose como una sombrilla, se horrorizo y abrió ligeramente la boca, tapándosela al instante, ya que eso no es bueno; debido a ese leve movimiento se introdujo agua en su organismo.
Aquellas almas (las cuales había observado más de una vez) se encontraban encadenadas y sin reacción alguna, con su característica palidez y piel enfermiza; dichas entidades flotaban encadenadas y aferradas a una enorme piedra, muy conocida en la ciudad ya que según los habitantes era la morada de una bella fémina, procedente de la mitología griega.
Una sirena.
A pesar de ser personas sin vida, exhalaban burbujas y solo se admiraba las profundas cavidades de los ojos, parecidas a la oscuridad del aceite, donde deberían encontrarse los globos oculares; era extraño, pero raramente los ojos no se encontraban.
La piedra brillaba en la profundidad plagada de moho y sargazo, una mujer se introdujo en el agua como una serpiente.
Amalia se sobresaltó dando un respingo, al ver que la espesura de las burbujas se disipaba se dio cuenta que la ninfa danzaba -dando la espalda -alrededor de la roca de gigantescas proporciones, cantando melodías sublimes como nunca antes había oído; parecía que anteriormente se encontraba en la superficie “esperando a algo, o alguien”, pero todo eso se vio turbado cuando Ivano cayó al río.
Las extremidades inferiores del ser de leyendas no se veían, en lugar de ello Amalia, con gran temor, se dio cuenta que era una larga cola escamosa y brillante, su luminiscencia era como la de rubíes incrustados de tonalidades verdes y azulinas; era como un hermoso pez danzando en la infinidad oceánica.
La sirena, con su cabello que flotaba como algas, se encontraba dando la espalda a Amalia; quien vio que este ser giró lentamente en dirección suya. Amalia sintió un dolor tan grande al verla…
No sabía si fuese por el miedo, o por la idea de ver a una mujer con garras negruzcas en las manos, con piel cobriza, y cabellos como serpientes moldeadas en plomo; sus luceros no eran colores comunes, eran ojos enteramente rojos, como la sangre, ese color escarlata le recordó la escena que había apreciado en sus señores y los benjamines del hogar, a los cuales ella cuidaba.Amalia perdió noción de cuanto tiempo estaba sumergida bajo el agua y salió despedida a la superficie, tomó grandes bocanadas de aire y agitó los brazos para no hundirse, sin percatarse que en ese preciso instante la corriente, antes desapercibida, súbitamente la comenzó a impeler.
Solo era audible el sonido del agua estrellándose contra los pedruscos y claro el sonido de los gritos y maldiciones emitidos por la señora Fritzen y el cocinero del difunto linaje Dumonostría.
Amalia era arrastrada como un tronco de leño por las tempestuosas aguas del río, solo divisaba el arco que era gigantesco, semejante a un castillo encorvado, este mismo se encontraba al lado oeste del río.
Otros borrones de imágenes se interpusieron, logró ver las casonas y tambos en ambos lados del río, las farolas con su endeble y moribunda luz dorada; sin embargo la vista volvía a nublarse
Amalia se mantenía a flote, no aceptaba la contingente posibilidad de que esa fuera su inminente muerte, pero inopinadamente perdió todo control de sus sentidos y se desvaneció.
Al despertar de su pérdida de conocimiento, Amalia ya no se encontraba en la corriente engañosa del río Chili, ella se encontraba recostada hecha un ovillo en una cama de madera fina y crujiente; ya no llevaba su sencillo vestido azulino, traía encima un camisón, pero no uno corriente, era uno singular en su clase, de fino terciopelo, con un encaje que dejaba mucho que desear por parte de una doncella de su casa; Amalia se ruborizo al percatarse de ese detalle.
La camisa aterciopelada llevaba bordados floreados en los puños y el cuello, ella se sentía asfixiada por la camisa de noche, sentíase como un corsé amarrado de forma de abeja; estaba hecha para una persona más baja que ella, mucho más baja.
Cerca del camastro, en una cómoda de color acaramelado, descansaba una bujía que se consumía en un candelero con figuras de aves talladas.
La habitación donde se encontraba Amalia era de lona, ella sabía qué material era y para qué se utilizaba, entró en un pánico que nadie la podría extraer; era como la abismal opacidad de la noche... Sabía que esa no era una habitación cualquiera; al sentarse en el camastro, lista para huir espantada, se maravilló al sentir la tosca superficie del suelo, no era ni madera bien pulida, o el mármol de la casa a la que servía, era tierra humedecida .
El olor entraba en sus fosas nasales: olía a lluvia, tierra y vegetación, ello la sacó de su ensoñación y repentino pánico.
Al levantarse y sentir la áspera superficie, caminó ahorrando una mueca de dolor, las costillas le dolían como nunca, como si hubiera sido agarrotada.
Empezó a analizar la sencilla instalación en la cual despertó, vio que la lona era a rayas, de un color rojo y blanco, la carpa la incomodó mucho, por lo que deseaba salir a tomar bocanadas de aire.
Al salir afuera sintió un aterido que le hizo escocer la piel, se acurrucó con sus largas manos llenas de callosidades propias de la servidumbre; allí todo eran carpas contiguas como la suya, igual construidas con el toldo a vivas rayas, suspendida por grandes vigas de maderas esquirlas, un campamento de tienditas multicolor.
Grandes jaulas de acero se encontraban en la distancia, las mismas que ya se iluminaban un poco por la alboreada que anunciaba la pronta salida del radiante sol.
Amalia caminó descalza, sintiendo así cada piedrecilla que pisaba, el crujir de las ramas al ser pisadas, su cabello sostenido en un moño estaba mal hecho, soltando un poco de cabello en la sien.
La oscuridad de la jaula ocultaba lo que albergaba; Amalia, llevada por la curiosidad, se acercó lentamente entrecerrando los ojos.Y de un momento a otro salió disparada hacia atrás por el miedo, cayendo de espaldas, mantuvo las manos detrás, quedando sentada en la tierra chorreante.
Todo debido al feroz león, dorado como el oro, que combatía contra las rendijas metálicas de la jaula; en un fallido intento de escapar y devorar a Amalia.
_Veo que al fin despertaste, dos días durmiendo son muchos linda_ espetó una voz aguda y fina, pero algo irritante.
Amalia levantó la vista y admiró ante ella una mujer de treinta años aproximadamente, ella se izó rápidamente sacudiendo el polvo del camisón de clase fina con las manos; a pesar de tener diecisiete años, la antigua niñera era más alta que la señora ante sus ojos.
Vestía con la moda del momento, la cual también vestía su amable señora, ahora muerta; al pensar en eso, a Amalia se le hizo un nudo en la garganta.
Llevaba un vestido figurines de seda azul, oscura como el océano, con retoques de satén en el cuello; tenía también un pequeño sombrero de ala corta, forrado en terciopelo de color idéntico al del vestido, flores de cerámica e imperiales plumas lo adornaban, cortado por un lazo de color hueso, como el pergamino agrietado.
_Buenos días, disculpe buena señora, ¿Pero usted es?
Vio como cerraba el puño con suma fuerza en el largo bastón dorado que llevaba, los nudillos se le tornaron blancos.
_Soy Madame Fiorella, dueña del circo en el cual te encuentras._ Eso fue lo que dijo la señora, con mejillas sonrosadas, mientras esbozaba una sonrisa que dejaba a la vista afilados dientes como los de un tiburón.
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Esencia Mortífera
FantasiaSINOPSIS: Amalia Ivano, doncella y niñera de dieciséis años, atesora poderes sobrenaturales, uno de los cuales es lograr ver y oír muertos.Todas sus habilidades son producto de una maldición, o eso es lo que ella cree, sin embargo una de dichas apti...