10.0

12 2 0
                                    


"Nadie está graduado en el arte de la vida mientras no haya sido tentado."
George Eliot

Miguel se despojó increíblemente de su camisa utilizando tan solo una mano, dandome una excelente vista de su perfecto y bien formado cuerpo ; abdomen plano, pecho definido, brazos fuertes… todo con lo que se podía soñar. La lujuria y mi razón emprendieron una batalla donde el ganador decidía que iba a pasar conmigo en este instante.

Uno no es de piedra, por favor.

—Aguarda, aguarda, aguarda —me coloque de pie de un brinco arreglando mi vestido, en su rostro había una chispa de confusión y deseo.

Por lo visto ganó la razón.

—¿Qué sucede?

—Ehh… ehh, ¿Qué… que estás haciendo? —abre los brazos a sus costados y en la forma en que me mira me dice como que: no es obvio.

¿¡Qué no estaba ebrio!?

Camina hacia mi deteniéndose a una distancia corta para mi gusto y muy tentadora para mi auto control.

Hey, Anastasia. Concéntrate.

—¿Qué estoy haciendo? —Repitió mi pregunta—. Estoy dando el primer paso a lo que no te atreves hacer pero has deseado desde el instante que me viste... tener sexo.

Las directas que fueron sus palabras me hicieron estremecer.

—No tengo idea a que te refieres. Si piensas que tendré sexo contigo estas muy equivocado, olvidalo. ¿Creés que lo haré después de que estuviste con una prostituta? ¿Luego de salir de un burdel de quinta? No, gracias.— con valor sostuve mis ojos sobre su mirada que se transforma en asesina, no le agradan nada mis palabras pero no tengo otras para él. Yo también puedo ser directa.

Ya decidida a irme me volteo para salir por la puerta pero vuelve y me toma del brazo obligándome a quedar nuevamente frente a él.

—¿Y a ti quien te asegura que Padre no se acuesta con prostitutas?

Ese fue un golpe bajo.

Quisiera decir que no sentí nada al escuchas duras palabras.
Estoy conciente de que habla desde su frustración, solo por que le negué algo. Pero duele.
La impresión fue tan fuerte como si hubiese recibido un balde de agua fría. Mi cuerpo se tensó y él lo notó.

—No me importa si el señor Aníbal se acuesta con prostitutas o con quién se le dé la gana —me suelto de su agarre—. Eso corresponde a su vida privada, no soy quién para meterme en ella y usted tampoco si conociera el respeto —sin decir más salgo de la habitación, no contuve las lágrimas y las deje caer.

Corrí a mi habitación como pude, me pareció ver a alguien en la sala pero lo ignore. Llegué y me tiré a la cama reprimiendo un fuerte dolor que apretaba mi pecho, quedándome dormida en medio de lágrimas como aquella dolorosa noche.

—Te amo y aunque me dejes siempre te amaré —las lágrimas llevaban horas corriendo por mi rostro haciéndolo un desastre.

***

—Aquí tiene señorita Anastasia, un café bien cargado como a usted le gusta —Patricia coloco la pequeña taza de porcelana sobre la mesa, la tomé. Todas las mañana que me levantaba temprano venía a la cocina a conversar con ella y a disfrutar de tranquilidad. Me hacía olvidar el cansancio y ver el día con otra perspectiva.

—Buenos días — parece que no somos las únicas madrugando.

Luciano apareció en mi campo de visión, con una mano tapaba su boca mientras bostezaba y con la otra rascaba la parte de atrás de su cabeza, llevaba puesta una piyama de rayas azules y blancas que le quedaba muy bien, su cabello desordenado le daba un aire fresco y despreocupado.

Peligroso Ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora