capítulo quince

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Cuando Sean despertó, Jules seguía mirando Dexter. A ella le parecía estúpido, pero no quería moverse. Aunque ya le estuviera cansando ver capítulo tras otro, no quería levantarse de donde estaba. No quería apartar las manos del cabello del chico. Él todavía no había abierto los ojos, quería disfrutar algo así aunque sea un segundo más. Le parecía un sueño, irreal pero no había otra manera que aquello no fuera así. Hasta que su sentido común lo golpeó como un balde de agua fría. Abrió los ojos mientras se levantaba. Ella se removió incómoda. ¿Había hecho algo mal? Su cabello era demasiado suave, tal vez se propasó al hacer eso. Sus mejillas ya estaban ardiendo. Huyó al baño disimuladamente, como solía hacer cuando se sentía avergonzada. Él quiso decir algo, pero ya se había ido.

Cuando volvió estaba pálida como una hoja. Le preocupó un poco, pero se abstuvo de preguntar. Ella le dijo que el puré estaba listo sin mirarlo, dirigiéndose rápidamente a la cocina. Volvió unos minutos después con un puré de calabaza con queso de avena encima. Mientras él comía, ella limpió todo y volvió a su lugar en el sillón. Todavía estaba avergonzada, así que se sentó pegada al otro extremo del sillón. Reprodujo otra vez la serie, aunque ya no quería seguir viendo.

Mantenía sus ojos en la pantalla y de vez en cuando miraba de reojo al chico, que también estaba concentrado en la pantalla mientras se acercaba la cuchara con puré a la boca. Cerró sus ojos, apretándolos por un segundo para volver su atención a la serie. Habían mostrado al asesino que conocía al protagonista y ni siquiera le había interesado.

—Gracias por el puré, realmente tenía hambre. ¿Quieres fruta? —Dijo levantándose en dirección al bowl lleno de fruta orgánica. Ella iba a negar, pero le dijo que sí automáticamente. Se molestó con ella misma por su condescendencia. Él agarró dos peras y un cuchillo.

—Nunca había visto tanta televisión en mi vida. —Susurró Jules desde la otra esquina, sus ojos pegados a los créditos que aparecían en la pantalla. Se cambió automáticamente al otro capítulo y lo pausó, masajeándose los costados de la frente con una sola mano. Su codo apoyado en el reposabrazos con el hielo medio derretido en su muñeca, sostenido por su otra mano.

—¿No mirabas televisión en tu casa? —Curioseó, extrañado.

—Cuando era niña, creo. Vi un par de películas en la televisión. Pero cuando crecí no. Mi hermano iba muy seguido al cine. Siempre me contaba lo que había visto.

—¿Y por qué tú no ibas con él? —Peló la pera, la cáscara de la fruta cayendo en el plato sucio que ella le había dado con puré.

—No lo sé. Él siempre fue con sus amigos, además no podía perder tiempo haciendo cualquier otra cosa que no sea entrenar, ir a eventos importantes o alguna misión para proteger a mi padre. —Se encogió de hombros, retorciendo sus dedos. Cuando él terminó de pelar la fruta, se la alcanzó. La agarró apostando mentalmente a que ella podría haberla pelado más rápido.

—¿Y tu hermano también hacía lo mismo que tú? —Murmuró, pelando la otra pera.

—¿Que cosa? —Escrutó sus ojos color musgo, buscando una expresión o sentimiento de su parte. No encontró nada más que curiosidad y concentración.

—Proteger a tu padre. Entrenar. Eventos importantes. ¿No hacía algo de eso? —Dijo antes de empujar un gajo de pera hacia sus labios.

—Por supuesto que no. Yo me comprometí a alejarlo de todo eso, aunque igualmente se juntaba con mis primos, también hijos de mafiosos. La única diferencia fue que mi tío sí contrató un guardaespaldas. Mi padre no se fiaba de aquello. Según él, su familia iba a ser "confiable" —Levantó una comisura en una sonrisa amarga, recordando las dagas clavándose en las palmas del hombre que la había presionado hasta el límite. Dejándola sin alma ni experiencia en la vida social ni normal. A Sean casi se le cae el cuchillo cuando vió la expresión vacía de sus ojos marrones, como si realmente fueran dos miserables hoyos negros.

break out © [español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora